Ponce Lerou financió al sistema político con una única visión: quedarse con el litio para siempre”.

El puente Chacao era y sigue siendo un mal proyecto. Pero lo botó el Ministerio de Hacienda de Lagos”.

De traje oscuro a rayas, Eduardo Bitran (61) se mezcla entre un grupo de jóvenes que no supera los 35 años. Este martes de junio almuerza sushi en el Co-Work del Club de Innovación (Vitacura), organización privada que preside hace un año. Habla lento y en ningún momento baja la mirada. “Debo ser el más viejo de todos de aquí”, dice riendo.

Bitran, ingeniero civil industrial de la U de Chile (1981) y vicepresidente ejecutivo de la Corfo (2014-2018), está enfocado en el mundo académico. Es profesor en la Universidad Adolfo Ibáñez, director de Espacio Público y desde el Club de Innovación habla con pasión de conceptos como “capital humano”. “Cuando estaba en la Corfo le comenté a Piñera que Chile tenía la oportunidad de tener su viaje a la Luna. Kennedy lo planteó y movilizó a la sociedad norteamericana. Le dije que debíamos tener ese proyecto país. Que teníamos el mejor salar, el principal distrito metálico y minero del mundo. Que podíamos ser líderes mundiales en proveer materiales bajos en emisiones de CO2 que requiere el cambio climático con la descarbonización”, cuenta.

El exministro de obras públicas de Bachelet llegó de Suecia la semana pasada, donde se reunió con representantes de universidades, compañías y startups. “Chile está a años luz del capital social; falta confianza para iniciativas en conjunto. Tenemos kilos de papeles legales porque, como partimos de la desconfianza, todo lo debemos escribir”, comenta.

—¿Y usted es confiado?

—Tiendo a creer en las personas; aunque a porrazos y con la experiencia en lo público y en la política he ido perdiendo ingenuidad.

—Ha vivido entre lo público y lo privado; ¿dónde se siente más cómodo?

—Me motiva innovar en las políticas públicas y formar capital humano innovador. Además, por historia y convicción pertenezco a la centroizquierda. Soy un liberal progresista y desde 1994 sigo en el PPD, no me he salido, aunque estoy en un periodo de reflexión si seguir o no.

—¿Por qué?

—El liberalismo progresista se está quedando sin casa política, pero no sé dónde me iría. La Nueva Mayoría, al renegar la obra de la Concertación, cometió un error histórico. Perdió una parte del centro político y el PPD no estuvo ajeno a ese tipo de visiones.

—Si Piñera le pidiera ocupar un cargo ministerial, ¿aceptaría?

—No, porque sería inefectivo. Yo luché por el término de la dictadura y fui parte de los gobiernos de la Concertación. No podría ser un converso.

“Me sacó de la burbuja”

Su abuelo Nesim Bitran llegó a Ovalle desde Turquía ,“arrancando” de la Primera Guerra Mundial. En esta ciudad formó su descendencia, allí nació y creció Eduardo. “Mi padre fue dueño de la casa comercial Bitran, de una fábrica de pantalones y de una mueblería. Fue ateo, bombero y masón”, cuenta. Junto a sus tres hermanos menores vivían en la población Castilla. Pertenecían a las familias más pudientes de Ovalle. “Caminaba a la Escuela Número Uno que quedaba lejos y después al Liceo de Hombres en la Plaza de Armas. Convivía con alumnos que vivían en callampas; iba a sus casas sin piso, de tierra. Eso me sacó de la burbuja; ahí nació mi interés por lo público”, recuerda.

Su madre también le inculcó el interés por el tema social. Fue dirigente de la campaña de Salvador Allende en 1964. “Ponía las canciones de la candidatura en un disco de vinilo. “Tío Salvador te traigo una flor del campo chileno”, cuenta entonando la letra.

Cuando Eduardo tenía seis años Allende visitó su casa en Ovalle. Su madre había reunido a mujeres de la logia y el expresidente le llevó un clavel de regalo. Pero en los años 70 su familia estaba en la oposición. “La radicalización del país y de la UP, en que ser empresario era símbolo de explotación, convencieron a mi madre de que no cabíamos en la Unidad Popular”, relata.

Para la época del golpe de Estado Bitran tenía quince años y estudiaba en el Instituto Hebreo. Vivía en Providencia, en la casa de sus tíos Salvador Colodro y su mujer, Mery Ventura. “Estábamos viendo un partido del mundial de Alemania del 74 y en el entretiempo ellos subieron al segundo piso. La puerta de la casa estaba abierta y vi que entró un militar con una metralleta. Mi tío era un comerciante de centroderecha. Se lo llevaron para presionar a su hermano que había sido funcionario del gobierno de Allende y se había asilado en la embajada de Holanda”, relata.

Agrega: “Me marcó para siempre. Vi cómo se llevaban a mi tío, cómo lo subieron a un camión, él tenía problemas de presión. Vi la angustia de mi tía y de mis primos. Mi tío volvió porque había otro pariente médico de las fuerzas armadas que influyó para que lo devolvieran”.

El consejo de Belisario

Tras salir de la universidad Bitran hizo un doctorado en Economía en la Universidad de Boston (1987). Partió con su señora, Yael Hasson, psicopedagoga y presidenta de la ONG Wizo (agrupa mujeres judías en el mundo). Estuvieron cuatro años; allá nació Yoab (37) y en Chile, Ariela (32).

—¿Qué ha significado en su vida ser judío?

—En mi casa celebramos las festividades judías, pero soy agnóstico. No tengo el don de la fe. Ser judío tiene que ver con una mezcla de valores del judaísmo y de una historia común de la que soy heredero. Donde el tema religioso no me mueve, sino el sentido judío de hacer el bien.

—En el colegio sufrió bullying

—Me decían turco de mierda. De niño una vez terminé a combos en la plaza de Armas de Ovalle. En el colegio pasé a ser el judío que mató a Cristo, hasta mi profesora de básica enseñaba que los judíos lo mataron. Una vez cuando chico mi mamá me fue a buscar porque en mi barrio me estaban haciendo una ronda con la canción el “Perro judío”. No me traumé, mis padres nos hicieron sentirnos orgullosos de nuestras raíces judías. Sin embargo, sé que la discriminación nos perseguirá siempre.

—Siendo parte del gobierno de Frei, como gerente general de la Corfo, sufrió un ataque antisemita de algunos ministros de su coalición. Se habló de la Troika Judía que se infiltró.

—Hubo un ministro que lo armó y lo denuncié. Me dolió que dijeran que había un complot de los judíos del gobierno. Mi denuncia causó que mi familia fuera amenazada. Mi secretaria recibió llamados de grupos que decían: “Tenemos detectada la casa de los padres del judío”. Belisario Velasco, subsecretario del interior, me aconsejó que por unos días mis padres, mis hijos y mi mujer se escondieran. Y así lo hicieron.

—¿Su familia sufrió los costos de su carrera?

—Tengo un tema que me ha perseguido: fui muy trabajólico. Cuando mis dos hijos crecían fui un padre algo ausente por muchos años y me arrepiento. Felizmente Yael compensaba mis ausencias. Con mis cuatro nietos pequeños supe lo que me perdí. Soy de tirarme a jugar en la alfombra con ellos, lo que pocas veces hice con mis hijos.

El libreto de Bachelet

—¿Se considera un hombre exitoso?

—No me gusta ser autorreferente; me ha ido bien, he logrado lo que me he propuesto, pero también he tenido fracasos.

—¿Su destitución como ministrode Obras Públicas en 2008 fue una derrota para usted?

—No. Cuando entré al ministerio me encontré con situaciones extremas. En las concesiones, un 35% de las obras se hacía sin licitación, sino que por negociaciones directas; entonces tomé decisiones controversiales. Fui el primer ministro de Obras Públicas del mundo que subió todas las renegociaciones de contratos a la web del ministerio. Le dije a Andrés Velasco, ministro de Hacienda, que debíamos cambiar esta situación e hicimos una ley a prueba de frescos.

—Propuso modificar la emblemática Ley de Concesiones del año 96 hecha por Ricardo Lagos.

—Sí, se trataba de mejorar una iniciativa visionaria. El PPD creyó que para modificarla yo debía deslegitimarla, dañando a Lagos. Lo que nunca fue mi intención. Incluso fui tan ingenuo que para generar una alianza política invité a comer a mi casa a Sergio Bitar, como presidente del PPD, y a Francisco Vidal, que era ministro Secretario General de Gobierno. Lo recibieron pésimo; me hicieron ver que estaba jugando con fuego. Finalmente fue ley gracias a Velasco.

—En 2006 también hizo noticia por echar pie atrás en la construcción del puente Chacao.

—Cuando me nombran ministro del MOP, el ex ministro de Hacienda de Lagos, Nicolás Eyzaguirre me dice: “Si ese proyecto sale más de 500 millones de dólares no es rentable socialmente y pusimos ese límite en las bases de licitación”. Entonces, si la oferta llegaba por más de ese monto se declaraba desierta. La oferta llegó por 750 millones de dólares. La comunicación pública era simple: la oferta estaba fuera de bases. Pero el ministro Velasco me dijo que yo no podía argumentar en la opinión pública que el proyecto estaba fuera de base, pues él estaba con la presión de hacerlo como una obra pública. Y lo que tenía que decir es que era un mal proyecto. Velasco me llevó donde la Presidenta y me hizo concordar en que ese debía ser el libreto. Efectivamente era y sigue siendo un mal proyecto que Piñera desafortunadamente resucitó. Pero yo quería decir algo que también era verdad: que el proyecto estaba fuera de base y ahorrarme el quilombo político. Nunca revelé que el proyecto lo botó en realidad el Ministerio de Hacienda de Lagos. Esto fue complicado, pero mi mayor desafío técnico-político vino con SQM y Ponce Lerou.

—¿Por qué?

—Él es el símbolo de la impunidad, financió al sistema político con una única visión: quedarse con el litio para siempre. Señalé que había una cultura de la corrupción y el incumplimiento sistemático de los contratos y leyes por este señor, quien creía estar sobre la legalidad e institucionalidad. Tuvo que ser el departamento de Justicia de EE.UU. el primero en sancionarlo.

—Pero la historia tuvo un final y ante la Cámara de Diputados usted dijo que entre la Corfo y SQM lograron “el mejor contrato del mundo”.

—Así es, el acuerdo alcanzado con SQM permitirá al Estado recaudar 8 mil millones de dólares hasta 2030. Yo debía generar una señal ética de que la impunidad en Chile no se podía permitir. Me salió eso de: “Con fe lo imposible lograr, al mal combatir sin temor”, (canta). Quedé con la imagen de belicoso porque me fui frontal con Ponce Lerou. Pero era la única forma de darle legitimidad a un acuerdo que nadie se atrevería a hacer, pues casi todo el sistema político había recibido platas ilegales y legales de él.

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