El verde de los árboles del Club de Golf Los Leones domina las vistas de su departamento de Vitacura. Rodeado de ventanales, la diputada RN Paulina Núñez (36) y su marido, el ministro de vivienda, Cristián Monckeberg (50), armaron una ambientación donde la diputada impuso su sello. “Mira quién está por ahí”, dice indicando un cuadro donde emerge pintada la cantina de una salitrera (obra de Luis Núñez). Apenas desapercibidos, entre los comensales está el matrimonio Monckeberg Núñez. “Quería traer algo nortino. A mí me pintó a la primera, pero a Cristián como diez veces”, ríe.

En mayo cumplieron un año de casados. “Nos fuimos a celebrar a Puyuhuapi, en Aysén; estuvimos sin celular porque no había señal; eso fue el mejor regalo”, comenta.

Desde su reelección como diputada por la región de Antofagasta, donde obtuvo la primera mayoría (23,23%), la abogada de la universidad Católica del Norte (2008) decidió que competirá por este territorio para obtener un escaño en el Senado. De campañas ya sabe. En 2013 para su primera candidatura como diputada mandó a fabricar a China 25 mil réplicas en miniatura de ella misma, con jeans y polera blanca.

Para su reelección, un año después, recorrió las calles acompañada de su propia muñeca, esta vez con vestido azul. Y en la próxima senatorial la vicepresidenta de Renovación Nacional volverá con sus barbies. “Es una locura, pero vendrá acompañada de un Kent medio pelado que será Cristián. La idea fue de su hijo menor Esteban”, dice entre risas.

Ella sabe que sus planes senatoriales se podrían topar con los personales. “Ya tomé la decisión: quiero ser mamá este año. Hace un par de meses fui al médico para chequearme y anda todo bien. Será cuando Dios quiera, ahora hay que echarle para delante”, revela.

Paulina, quien tiene en su velador la Virgen de Guadalupe y es de misa dominical, también zanjó que entre agosto y julio próximo se casará por la iglesia. La ceremonia la oficiará Andrés Monckeberg, sacerdote del Opus Dei y hermano de su marido. Será con el círculo más íntimo donde estarán los tres hijos de Cristián (de entre 17 y 24 años) de su primer matrimonio. “Es un paso que debíamos dar”.

—¿Por qué?

—Me casé con fiesta, amigos y familia, pero como soy muy creyente quiero casarme ante Dios, que estemos bendecidos por él. Soy de rezar diariamente. Agradezco y pido para que me dé paciencia y sabiduría en mis decisiones. El de arriba siempre me acompaña.

—En la revista SML en 2017 hablaste de tu amistad con el sacerdote Felipe Berríos. ¿Qué te dijo cuando le contaste que querías ser mamá?

—Se alegró muchísimo, me regaló una virgencita y me dijo: “Te voy a tener en mis oraciones”. Lo quiero harto, él me aconseja y también me escucha. Vamos a verlo con Cristián al campamento donde vive, en el sector La Chimba en Antofagasta. Ellos también se han hecho amigos.

—¿Entrarías a la iglesia embarazada?

—Me caso igual.

—Tu hijo(a) podría llegar en plena candidatura.

—Sí, tendría que hacer campaña con la guagua en brazos (ríe). Si fuera de candidata en Santiago, donde tengo mi casa y mi marido, sería más simple. Me da temor que mi territorio electoral no sea éste. Pero lo bueno es que en Antofagasta tengo a mi madre. Lo que sí, no llevaría a mi guagua a la sala del Congreso; eso es solo para la foto.

—¿Te sientes preparada para ser madre?

—Me costó mucho tomar la decisión.

—La revista Paula en 2015 te bautizó como “La Muñequita de Hierro”.

—Soy decidida, cuando me preguntan por qué estoy en política digo que es por lo social, pero también porque me gusta tomar decisiones. Soy rápida en eso; las mujeres en general se dan muchas vueltas.

—¿De dónde proviene esa determinación?

—De chica siempre me dejaron muy libre. Mi mamá nos ponía límites, pero nunca sentí un no. A los trece años llegué con mi primer pololo. Y en enseñanza media como una compañera quedó embarazada mi madre me habló de sexo y me llevó al médico para que no me pasara eso. Mi vieja, si yo le decía “me retó un profesor”, iba al colegio a defenderme y peleaba con los profesores.

Paulina fue scout de los seis a los 24 años. Recuerda que en tercero medio estuvo a cargo de un grupo de niñas de séptimo básico con quienes acampó en San Pedro de Atacama. “Una vez le dije a mi mamá: “¿Cómo me dejaste ir? Cuidaba a puras menores de edad. Pero ahí aprendí de sobrevivencia y a liderar equipos”.

Por el color de su piel en Antofagasta le decían “Negra”. “En el norte uno es más morena que en el sur. Para mí es un orgullo ser nortina. Porque la vida en las regiones es dura, en el norte geográficamente cuesta sobrevivir”.

—Pero creciste en el barrio Gran Vía, donde tuviste una buena infancia.

—Sí, pero nadie heredó nada. Siempre vi a mis padres trabajando harto. Mi madre trabajaba en la joyería de su familia, mi padre es abogado y coronel activo. La vida de regiones es otro Chile y no es que quiera victimizarme o ser menos que el santiaguino. Pero, aunque uno haya estado en los mejores colegios o haya tenido las mejores oportunidades en regiones, así y todo, estás a años luz del que vive en Santiago.

—En el colegio fuiste presidenta de curso varias veces y te convertiste en la primera presidenta de derecha de tu facultad. ¿Cómo ha sido recibido ese liderazgo entre tus pares?

—En el colegio muy bien, porque éramos compañeras de chicas, pero en la universidad y en la política no tanto. Cuando estudiaba derecho lo noté en las pruebas orales. Nunca fui muy buena para tomar apuntes. Quizás fui patuda, pero estudiaba con resúmenes y como me expreso bien me terminó yendo mejor. En Chile, las mujeres que tenemos carácter producimos rechazo y envidia. En la política me he ganado un pequeño espacio por ser directa, pero eso a algunos les choca. Y si uno tiene un poco de pinta, peor.

—Con un padre coronel, ¿cómo fue el ambiente político donde te criaste?

—Mis abuelos paternos eran pinochetistas. Pero mi papá de chica siempre me contó la historia con lo bueno y lo malo de la dictadura. En mi casa nunca hubo una defensa férrea o un castigo total al régimen de Pinochet. Agradezco que no me criaron ideologizada en un sector.

—Si hubieses podido votar en 1988, ¿qué opción habrías elegido?

—Habría votado No, pero todos somos generales después de la batalla. No recrimino a los que votaron Sí, que por lo demás perdió por muy poco. No creo que la mitad de Chile haya estado equivocada.

“Renunciaría a todo”

Paulina ojea el álbum matrimonial donde aparecen los 220 invitados. “Me la lloré toda, soy la mayor de tres hermanos y la única que se ha casado. El Presidente lo primero que me dijo al llegar a la fiesta fue: “¿Ese pelo es suyo?”. Claro, le respondí, aunque me había puesto un par de extensiones”, ríe.

Durante la fiesta tomó la palabra su padre. “Hay una parte muy chistosa donde le dice a Cristián que yo solo saqué el carácter de mi mamá. Y que él debía aprender frases como: “Sí, mi amor; no, mi amor. Espina y Allamand me decían: “Tu viejo, ¿en qué minuto no fue candidato?; tiene una oratoria impresionante”.

—¿Y quién manda a quién? Cristián se ve que te apoya, incluso hasta será tu Kent.

—Ninguno, Cristián no es de los que manden, es bien independiente. Con lo del Kent se mató de la risa. Se ve muy calmado, pero es más acelerado que yo. Es catete, de que las cosas salgan. Puede sonar medio machista, pero con él me siento más segura. No es una protección política o económica. Una vez les comenté a las hermanas de Cristián: “Nosotros estamos en lo mismo y ganamos lo mismo”. Compartimos todos los gastos a medias. Me gusta así, mi mamá siempre trabajó, nunca la vi pidiéndole plata a mi papá para comprarse una blusa.

—En un matrimonio de políticos la exposición es alta.

—Así es. Me dolió mucho, por ejemplo, cuando dije que no era prudente que el subsecretario Castillo siguiera en su puesto. Y de vuelta la senadora Van Rysselberghe dijo: “Creo que es poco prudente que diga eso la señora del ministro”. Fue injusto porque soy mucho más que “la señora de”. Llegué solita al Congreso y ahí conocí a Cristián. El Presidente me escucha mucho, recoge mis ideas no porque soy la señora de uno de sus ministros, sino porque me valora. Tengo claro mis límites, que es no pasar por encima de otros.

—Sin embargo, en marzo la alcaldesa de Antofagasta, Karen Rojo, dijo que has tratado de perjudicar a cualquiera que te haga sombra, incluso a los de tu alianza.

—Ella ha pasado más en tribunales que en la municipalidad. Está formalizada por fraude al fisco, abandono de deberes y malversación de fondos públicos. No le reconozco ninguna superioridad moral ni menos que me venga a emplazar. Ella no tiene por dónde defenderse atacándome a mí.

—¿Y qué sentiste cuando en marzo de este año te coronaste como la diputada con más atrasos en el Congreso?

—Hago un mea culpa y nunca más llegué atrasada. Cuando tú representas a una región hay que hacer gestiones como ir a la prensa y como oficialista nos citaban a primera hora en La Moneda. Por eso no alcanzaba a llegar a las 10 de la mañana al Congreso. Pero entendí que si me estaban pagando para llegar a una hora debía dejar de hacer esas gestiones previamente.

—En un seminario realizado en abril por la juventud de RN, a tu marido le preguntaron si estaría dispuesto a ser candidato presidencial. ¿Qué te pareció la propuesta?

—Lo que Cristián decida lo apoyaré. Él sería un excelente candidato presidencial. Su principal fortaleza es su capacidad de diálogo y lograr acuerdos. Ese día él me preguntó desde el escenario si yo lo acompañaría en esa decisión y yo desde la primera fila le respondí: “Lógico que te apoyaría”. Renunciaría a todo, sé lo que significa hacerse cargo de un país.

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