Francisco Melo está contento. Pronto volverá a las tablas con la obra “El misántropo”, de Molière, adaptada por el escritor Rafael Gumucio. Está entusiasmado, porque hace mucho tiempo que no hacía teatro y porque la obra está escrita en verso, lo que la hace ser un desafío mayor. Además, “El misántropo” habla de temas que a él le interesan, como los límites de la honestidad y las ganas del protagonista de irse a vivir solo con la naturaleza. En ese último punto, hay cierta semejanza con el actor: de niño era introvertido, de pocos amigos, y le gustaban las actividades solitarias.

Pero no solo está contento por el estreno de la obra de teatro. También con su participación en la teleserie “Isla Paraíso”, de Mega, serie que se graba en Chiloé. “En un viaje (a Chiloé) tuve la oportunidad de meter la moto en contrabando (ríe), en el camión de utilería. Y salí a pasear”, cuenta.

—En Isla Paraíso, el paisaje es un protagonista importante. ¿Cómo te llevas con la naturaleza, el verde, el mar?

—Me gusta mucho. Creo que los santiaguinos, en general, vivimos añorando estos escapes y jugamos con irnos a la costa. La isla de Chiloé tiene su magia. El mar se retrae cientos de metros y dos horas después, las olas cubren todo de nuevo. Todo es exuberante, todo crece, en dimensiones que no puedo creer.

—También está la mitología chilota.

—Claro, y eso la complementa. Claro, no es que uno se ande encontrando con El Trauco o con El Caleuche. Y, además, la gente conversa desde una manera de ver la vida y de manejar los tiempos tan distintos a los que estamos acostumbrados en esta selva de cemento. A veces llegamos con la velocidad que nos exigimos, y nos encontramos con otro ritmo, y nos dicen “no pos compadre, aquí es distinto”.

—¿Algo así como “pisar la pelota”, como dicen los futbolistas?

—Sí poh. Y mira para dónde la vas a pasar. No es “pah, pah” sin mirar para dónde estás pateando. La isla es potente en eso. Yo ando en moto por la vida, entonces en un viaje tuve la oportunidad de meter la moto de contrabando (ríe) en el camión de utilería. Y salí a pasear. Y de repente conoces un lugar escondido, con una cascada y es maravilloso.

—¿Y simplemente tomaste la moto y fuiste a recorrer?

–Sí, agarré un mapa, pedí un par de datos. Tenía una mañana libre. Y andar en moto por esos lugares es muy rico. Meterse por un camino, encontrar un pueblito, una iglesia, es bonito.

—A propósito de la moto, ¿qué otras actividades te gustan hacer para despejarte?

—Tengo un hobby que es el trabajo en madera. No soy maestro, ni carpintero ni mucho menos. Pero he hecho mis mueblecitos. Y mi relación con las herramientas las he tenido de chico. Por eso, mi primera opción para estudiar fue ingeniería mecánica. Porque me gustaba arreglar cosas, también tenía motos y autos antiguos.

—¿Eres “tuerca”?

—Muy tuerca. Y después encontré el trabajo en madera. Y con un resultado que es un poco mágico. Que un trozo de madera se transforme en un objeto práctico, en una lámpara, un cajón, una silla. Tiene su magia. Eso me descansa, me libera.

Y ahora ¿qué vemos?

—¿Y hay alguna relación entre tu gusto por las manualidades, las herramientas, con la actuación?

—Sí, tiene que ver con la materia prima en bruto. Cuando uno se enfrenta a un tipo de trabajo creativo, también tienes una materia prima en bruto que son las palabras. Uno es carpintero de sus personajes. Me gusta esa imagen. Y uno prefiere una herramienta, antes que otras. Hay actores que les gusta usar más el desatornillador y otros les gusta más usar el formón.

—Usando esa misma imagen, tu trabajo de carpintero en TV es reconocido por los televidentes. ¿Qué piensas cuando te dicen eso?

—Es emocionante. Es emocionante que alguien se acerque y te diga: «Oiga, yo crecí viéndolo». “El mariposero”, por ejemplo, que es un personaje muy ícono y recordado. Pero hay que instalarlo en la canasta adecuada. Es como el final de The Truman Show, cuando el protagonista se va, la gente que lo seguía dice: “Bueno, ahora qué otra cosa vemos”. Es lo mismo.

—¿Cuando niño fantaseabas con ser reconocido?

—No, para nada. Porque yo era tremendamente introvertido, de muy pocos amigos, muy amante de mi hogar. El tema de la moto y las herramientas tiende a ser solo también. No sé bien cuándo hice el clic cuando estudiaba ingeniería mecánica y por qué se me atravesó teatro. Te juro que no sé. Y sin duda me liberé y fui feliz.

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