Fernando Atria habla rápido y no pierde el hilo, pero también se ríe y dice “puedo estar equivocado”. Activo participante del debate político, sostiene peleas por twitter, habla en la radio Cooperativa todas las semanas, publica libros y da entrevistas.

Este doctor en Derecho por la Universidad de Edimburgo y experto en temas constitucionales saltó a la figuración pública en 2011, cuando se convirtió en un activo ideólogo del movimiento estudiantil, que considera la principal demanda de transformación social que ha tenido Chile en las últimas décadas. Desde entonces, no ha dejado de escribir sobre el tema y de vincularlo a un cambio necesario en la Constitución.

Perteneciente al PS, Fernando Atria reconoce que en este momento el partido está al borde del suicidio, pero sigue empeñado en la tarea, para muchos utópica, de terminar con el neoliberalismo. En 2016 anunció su candidatura como presidenciable del PS, pero luego se bajó. Y en 2017 compitió en las elecciones parlamentarias como diputado de Santiago Oriente, sin obtener el escaño.

Casado hace 24 años con la también destacada abogada Ximena Fuentes (se conocieron cuando ambos estudiaban Derecho en la Universidad de Chile), tiene 3 hijos, un perro y un gato. Sigue dedicado a la enseñanza como profesor en esa misma escuela y no ha dejado de participar en el pensamiento y la acción política. Una de sus iniciativas es La Casa Común. Se trata de un consejo de personas de distintas disciplinas —políticos, artistas, intelectuales, científicos, deportistas, entre otras— que se juntan para debatir colectivamente políticas sociales. En este espacio conviven figuras tan distintas como el senador Francisco Huenchumilla, el artista Gonzalo Díaz, la científica Maisa Rojas, la escritora Diamela Eltit y el futbolista Jean Beausejour.

“Los chilenos necesitamos más sicoterapia”

—Hay quienes dicen que usted es ingenuo, porque se ha postulado a cargos políticos sin tener una maquinaria atrás, y porque habla de terminar con el actual modelo.

—El cinismo postmoderno me exaspera. Es una forma de tomar distancia y estar en paz con el statu quo, y yo no estoy en paz. Quiero cambios. Eso no quiere decir que sea optimista y que piense que los cambios son fáciles, para nada. Soy bastante pesimista, pero sostengo la esperanza. La esperanza es el anhelo racional de que las cosas sean distintas, que la sociedad sea más justa y eso es necesario para actuar políticamente.

—Usted viene diciendo hace años que con la Constitución que tenemos es imposible ejercer una política eficiente. ¿Por qué?

—Esto es un problema muy profundo, pero habrá que encararlo. Lo que pasa es que, como su nombre lo indica, la Constitución no es solo un texto o un reglamento, sino que es la estructura que constituye el funcionamiento político. Y nosotros vivimos bajo una Constitución que se hizo en Dictadura. Es una Constitución de ellos, no de nosotros. Esta estructura favorece a los poderes económicos, se armó precisamente para imponer el modelo neoliberal y que no fuera afectado, de modo que tiene un montón de elementos que impiden responder con eficiencia a las transformaciones que la ciudadanía está demandando ahora, como son los derechos a previsión, salud y educación. Y por eso mismo estamos viendo la irritación que existe con la política y el desprestigio de los políticos, porque los ciudadanos se sienten abusados. El caso de las isapres es realmente impactante. Han sido condenadas un millón de veces durante 10 años. Los tribunales han dicho un millón de veces que las estrategias de negocios de las isapres violan derechos constitucionales, violan el derecho a salud. ¿Y qué pasa con eso? Nada.

—¿Le parece surrealista eso?

—Es loquísimo. Estoy seguro de que en 30 años más vamos a mirar esto y lo vamos a encontrar insólito. Por eso digo que estamos en una política que ha impedido, sistemáticamente, resolver problemas graves y evidentes.

—¿Y eso también está metido en la psiquis chilena?

—Es súper aguda esa mentalidad. Hemos internalizado la idea de que las cosas no pueden cambiar, lo cual es una idea totalmente irracional. Entonces cuando alguien plantea una acción transformadora importante se lo acusa de loco o ingenuo. Yo siempre he dicho que los chilenos necesitamos más psicoterapia que análisis constitucional. Hay algo muy torcido, una desconfianza de base, una sensación de que no se puede terminar con el abuso.

—¿Cómo observa usted la psiquis del presidente Piñera?

—Yo creo que es un ejemplo del efecto que tiene en la personalidad tener 3 mil millones de dólares. La gente que tiene demasiado dinero nunca se encuentra con la resistencia del mundo. Cuando aparece un obstáculo lo vencen, contratan a alguien, pagan y eliminan la resistencia. Creo que él no experimenta la condición de que el mundo se oponga a sus deseos, entonces sus deseos son incontenibles. Pero puedo estar equivocado.

“Hoy no es un orgullo

militar en el PS”

—Me llama la atención que ahora se hable de “clase política”. O sea, ellos son una cosa distinta, a la que uno no pertenece.

—Eso es algo nuevo, la idea de “clase política”. Y si son una clase tienen intereses de clase y actúan en función de esos intereses. Esa clase no representa a la ciudadanía. Yo creo que el problema más grave hoy es que la idea fundamental de la democracia, que es la representatividad, está totalmente perdida. La democracia supone que cuando un ciudadano vota está expresando un posicionamiento político, vota por alguien que representa sus ideales y no por la persona. Pero ahora se dice que la gente vota por las personas, por afinidades emocionales, etc. Ahí queda en crisis la base de la institucionalidad democrática.

—¿Se convierte en farándula?

—Por eso no es extraño que estén llegando tantos actores y gente de la tele al Congreso. No es culpa de ellos, por supuesto, sino de una crisis del concepto mismo de democracia.

—Si el principio democrático caduca, ¿qué viene?

—Yo creo que va a ser reemplazado por una forma de representación no política, porque las formas políticas ahora son vistas como corruptas. Pero creo que la gente está votando por el que le pide su confianza y le promete que cumplirá sus deseos. Eso es el populismo. Yo te represento no porque comparto tus ideas, sino porque tú confías en mí.

—A propósito de formas corruptas , ¿cómo ha vivido la crisis del PS? ¿No le da vergüenza pertenecer a un partido cuya reputación hoy está por el suelo?

—Obviamente que en este momento ser militante del PS no es un orgullo. Y me han preguntado por qué sigo militando. Sigo porque creo que el PS representa la mejor tradición de la izquierda chilena y que hay militantes genuinos que ahora están ahogados por el clientelismo. Pero tengo claro que si la directiva del PS no toma de inmediato medidas drásticas, el partido va directo al suicidio. Me sorprende que la directiva no le tome el peso a la gravedad de la crisis. Elizalde debería renunciar. Si sigue siendo presidente del PS es una señal de irresponsabilidad, es como decir que no es tan grave que se compren militantes y que existan sospechas de vínculos con el narcotráfico. Esa irresponsabilidad va a costar cara.

—¿Y qué salida le ve a la crisis?

—Debería designarse ya una conducción interina que limpie el patrón en un plazo de un año para luego llamar a nuevas elecciones.

—¿La acusación de vínculos con el narcotráfico va a quedar marcada a fuego en la opinión pública?

—Por supuesto que es algo difícil de borrar, el desprestigio está. Pero tengo esperanza en que esto se pueda reparar tomando medidas fuertes y claras, que sean también ejemplarizadoras de un partido que asume su responsabilidad política. Si eso no sucede, es muerte segura.

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