El chef y escritor neoyorquino Anthony Bourdain llegó a Chile hace exactamente 10 años, en 2009, a propósito de su programa de televisión, “Sin reservas”. Además de desnudar nuestra tibieza e inseguridades institucionales, el sibarita fue lapidario con nuestros platos típicos: confesó que jamás volvería a comer piure, tampoco le gustó el pisco sour y cuando probó un completo, lo encontró muy grande y se la pudo sólo con la mitad. Sin embargo, su opinión cambió después de conocer una de las picadas más emblemáticas de nuestra cocina popular.

En esa oportunidad, al llegar a El Hoyo, Bourdain aseguró que fue “transportado a campos lejanos de flores con aroma a cerdo, carnes brillantes de grasa y salchichas a punto de reventar”. Cuando se sentó a probar las prietas, confesó: “Esto es la felicidad para mí. Es uno de esos extraños momentos en los que no sé qué decir. Puedo comerlo como un dulce o mezclarlo con el puré”, dijo extasiado. Y sobre el arrollado, agregó que era “delicioso, sensacional y que nunca había probado algo similar”.

“Para serle honesto, por aquí nadie sabía quién era. Ni el dueño, ni los que lo atendimos, ni los que estaban comiendo acá. Un puro señor que andaba por aquí lo reconoció. Pero nosotros no teníamos idea, ni le tomamos el peso hasta después que salieron las entrevistas en el diario y en televisión”, confiesa Enrique Marambio, garzón emblemático de El Hoyo, que lleva más de 30 años atendiendo la picada y que estuvo en sus labores el día de la visita de Anthony Bourdain.

“Lo atendimos como cualquier otro programa de televisión que pasa por el local, porque la verdad es que no lo conocíamos. Ellos tampoco pidieron mayor atención, pagaron todo lo que consumieron y nos pidieron que les recomendáramos qué comer”, recuerda Felipe Salas, administrador de El Hoyo, y agrega: “Lo que más le gustó fue el ambiente que se genera aquí de picada, donde todo es rápido, donde se gritan los platos. Es una dinámica que no se vive en los restaurantes de siete tenedores. También destacó las recetas, el sabor y la originalidad”.

Marambio recuerda que el animador estadounidense llegó con una comitiva de gente. “Ellos se cuidaban y comieron pollo, no tomaron. Bourdain no, él quería probar todo. Se tomó dos jarras de terremoto”. Marambio siempre inventa platos y tragos para ocasiones especiales, como terremoto africano para el mundial de Sudáfrica, que hace con vino tinto. Para la visita de Bourdain, se fijó que el chef pedía prietas, arrollado, pernil, lengua, papas. En realidad, quería probar todos los platos estrella de El Hoyo. Entonces, al garzón se le ocurrió meter todo en un solo plato. Y aprovechando que estaban justo celebrando los cien años del local, bautizó el plato como “Centenario”. Se volvió uno de los platos más consumidos, y el año pasado, luego de la muerte del chef, lo rebautizaron como “Centenario Bourdain” a modo de homenaje, ya que, a fin de cuentas, fue él quien inspiró el famoso plato.

En El Hoyo (San Vicente 375) recuerdan al fallecido chef con mucho cariño, con una fotografía en lo más alto del altar de los famosos que han pasado por el local, en un mural con fotos de artistas, futbolistas, animadores e incluso la ex Presidenta Michelle Bachelet. En la foto se nota claramente que Bourdain se llevó “la marca de El Hoyo”; es decir, la camisa manchada con medallones de vino y grasa.

Suculento sucucho

“Antes nosotros éramos una buena picada chilena, pero estábamos dentro de un montón junto con varias otras. Pero, sin saberlo, después del reconocimiento que Anthony Bourdain nos otorgó, quedamos para la historia como la mejor picada de Chile. Hoy día todas las semanas llegan buses con gringos a conocer el local, además del público chileno que viene de todos lados”, recuerda Felipe Salas, y agrega: “Después que salieron publicadas las declaraciones de Bourdain, esto fue una locura. El local estalló, se llenó de gente con fila afuera todos los días a la hora de almuerzo. Fue una locura que duró unos 4 años, repleto. Después ya volvimos a un nivel normal de gente, pero seguimos teniendo este prestigio y honor, esta chapa que nos puso que pretendemos no defraudar nunca”.

Ahora los visitan muchos más extranjeros y familias, en lugar de los borrachos que solían rondar el lugar. A pesar de eso, la esencia de la mejor picada de Chile se mantiene intacta, tanto en lo que ofrece su carta como en su aspecto, su ambiente y sus precios (a diferencia de muchas “picadas tradicionales” que tras ganarse su sitial sucumbieron al gusto de otro público, con precios más de restaurante top que de picada).

Ante las hordas de nuevos comensales, sólo hicieron pequeños cambios, como agregar una carta en inglés y mejorar uno que otro detalle del local, que continúa con el anacronismo folclórico que lo caracteriza. Con alegría, hoy podemos decir que El Hoyo sigue siendo exactamente el mismo suculento sucucho que visitó Anthony Bourdain hace diez años.

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