Chile se descomprimió

carreteando en los noventa, pero todos tuvieron que pagar la caña posterior”.

Considerado uno de los guitarristas chilenos más talentosos, Ángel Parra (53) dice que conoció la libertad creativa tras su retiro en 2013 de Los Tres; la banda que lo hizo famoso. Autodidacta —no se considera virtuoso—, padre de dos hijas (Violeta y Emiliana), casado desde que era un veinteañero con Pascuala Orrego, cuenta que está viviendo un momento de plenitud tras erradicar su pasado de rockstar, ya que dejó de tomar y drogarse, y ahora lleva un estilo de vida que conlleva “una lucidez interesante”.

Tributario de la escuela de grandes guitarristas que optaron por pasar un poco desapercibidos —como George Harrison, “el Beatle tranquilo”—, Parra reseteó su vida personal hace un par de años, y ahora disfruta tocando con músicos jóvenes, colaborando con otros artistas, homenajeando a su familia, aprendiendo de sus hijas y trabajando en distintos proyectos musicales desde la conciencia, sintiéndose más seguro que nunca con su instrumento.

Crítico de la industria cultural noventera, y curioso de todo lo que está pasando en el país, comenta que gracias a su hija menor, Emiliana, vio hace poco El pejesapo, de José Luis Sepúlveda, y quedó impactado: “La película es hiperrealista, refleja la falta de oportunidades y muestra el verdadero Chile, un país fracturado que no aparece en los medios de comunicación”.

Afirma, por lo mismo, que siente una sintonía con las nuevas generaciones: “Creo que los jóvenes de hoy en día se dan cuenta de que el futuro no es muy esperanzador y por eso lo solucionan no teniendo hijos, estando a favor del aborto y generando acciones concretas de autonomía”.

Guitarrista del grupo de jazz fusión Cometa, fundador de Ángel Parra Trío, ha trabajado como compositor e interprete para películas chilenas, investigado la música de su abuela (Violeta Parra) y actualmente forma parte de Ángel Parra y Los Retornados, un grupo de blues y rock que lo ha hecho volver a sus raíces.

El nombre de Los Retornados, explica, proviene de las historias de los dos guitarristas de la banda, ya que tanto él como José Miguel Carrasco crecieron marcados por la detención de sus padres y el exilio de sus familias.

—Perteneces a una familia matriarcal. Tienes hijas y hermanas. ¿Cómo vives esa marca femenina?

—La presencia de las mujeres en mi vida fue difícil de digerir porque de partida mi abuela se suicidó. Ella fue un tótem que se cayó a pedazos y que mi padre tuvo que ir recogiendo a lo largo de toda su vida. Entonces a nosotros, los varones de la familia Parra, sobre todo en mi caso, nos costó sacar una personalidad adelante porque las mujeres son muy fuertes.

Patrimonio

Hace pocos días llegó de Europa, donde estuvo en la inauguración del Centro Cultural Ángel Parra en París y tocó junto a su hermana, Javiera Parra, un par de conciertos dedicados a la memoria de su padre. “En la gira canté ‘El ferroviario', una canción que mi papá le hizo a mi abuelo en los años de dictadura porque estaba exiliado y no pudo ir a su entierro. Le dedicó una canción muy sentida, con una letra hermosa, y yo creo que cualquier persona que la escucha se acuerda de su papá”.

La está incorporando a su repertorio y cuenta que el otro día una prima lo felicitó por lo bien que la interpretó: “Yo le dije que me había costado mucho, y ella me respondió: ¡Cómo no va a ser difícil, si esta familia es un matriarcado terrible!”.

—¿Piensas que con Ángel Parra y Los Retornados retomaste el mismo espíritu inicial de Los Tres?

—En cierta forma sí, porque es un espíritu de volver al trabajo de nicho, independiente. Sin el resultadismo ni la pomposidad que existía en los años 90 con la presencia de las grandes compañías disqueras. Creo que es importante volver a tocar en lugares pequeños, porque es una remembranza de lo que fueron los inicios de Los Tres, cuando nos fogueamos en las universidades, recibíamos 2 o 3 lucas por tocata, y nos movíamos en forma humilde, creando unas bases muy sólidas en el público, porque estuvimos abajo dándole como caja.

—Manuel García dice que traspasas tu personalidad al instrumento cuando tocas guitarra.

—A mí, más que impresionar sobre el escenario derrochando virtuosismo, me interesa aportar elementos musicales que queden en la memoria de las personas, como pueden ser los solos de guitarra de “He barrido el sol”, “Un amor violento”, “La espada y la pared” o “Amores incompletos”. Ese ha sido un camino que yo he tomado. Me gusta que los solos tengan que ver con las letras de las canciones, que no sean gratuitos.

—¿Cuáles son los artistas que más admiras?

—Los que tienen destreza con la guitarra y viajan solos con sus equipos. Gente como George Smith, un guitarrista norteamericano que hace un culto a la guitarra y que no vive bajo el aparataje de las grandes compañías discográficas.

—Para tu trabajo como guitarrista y compositor, ¿te ha servido de aliada la tecnología?

—Totalmente. Te da mucha libertad poder tener tu propio estudio y hacer tus propias cosas, sin estar obligado a pasar por tantos intermediarios. Ahora puedes tener un canal de YouTube, hacer clases online o promocionar los conciertos por las redes sociales. Así es como funcionan los jóvenes hoy en día. Los cabros tienen clarísima la película, entienden que va a morir pronto la televisión por cable y ven incierto el futuro de la radio y de los medios tradicionales. Ellos cachan que YouTube e Instagram son el futuro.

—Estás actualizado.

—Sí, estoy rodeado de gente joven, que no se cree el cuento, que me ha abierto los ojos en muchas cosas, pero que también me escucha y valora mi experiencia. Incluso les hablo de mis años de rock y locura, y escuchan con entretención, les interesa, pero yo aprendo mucho más con ellos. Los jóvenes de ahora van rápido, haciendo varias cosas al mismo tiempo. Mis hijas son así. Un día están vendiendo ropa en la feria, al otro haciendo fanzines, o trabajando y estudiando, pero todo lo hacen a una escala humana. Eso lo encuentro súper lindo. Creo que la industria del rock and roll es entretenida mientras dura, pero ha tenido una muerte lenta, pero segura.

—Pareciera que valoras más el presente que el pasado.

—A través de mis hijas obtuve la mirada de personas que no creen en el establishment, pero que hacen muchas cosas creativas. Ellas no están en el consumismo, no usan tarjetas de crédito y, sin embargo, trabajan y hacen su propio camino. Ellas me han dejado entrever que es posible que yo no tenga nunca nietos.

La maternidad no es prioridad

Ángel Parra recuerda que cuando sus hijas le comunicaron la decisión fue un tema difícil de asimilar, pero le quedó la idea dando vueltas en la cabeza porque “nosotros, en los 90, armábamos familia siendo muy jóvenes y eso ya no corre hoy. Mis amigos de Los Retornados tampoco están pensando en ser padres. Al contrario, se ven a sí mismos como sujetos independientes, trabajando con sus instrumentos, viajando, porque ven el futuro en forma realista y descarnada. Encuentro que es gente súper sabia”.

—¿Hay una distancia de lo que te tocó vivir a los 20 o 30 años? ¿A qué crees que se debió?

—Nosotros en los 90 desperdiciamos mucho tiempo porque fue una época de destape que vino con la democracia, donde todo estaba mezclado: la transición, la plata, el consumo, el sexo, las drogas, la locura, el descontrol. Nos tocó eso. Por eso es comprensible que Chile se haya descomprimido carreteando en los noventa. Pero todos tuvieron que pagar la caña posterior, y eso toma mucho tiempo. Siento que cuando llegó la democracia, toda la creatividad que se generó en torno a la recuperación de la libertad se transformó en un establishment sucio.

—Raúl Ruiz postulaba que Chile, en los 90, se había convertido en una teleserie. Ahora el relato del país parece un gran matinal. ¿Los ves así?

—Es muy triste que los matinales sean la ventana de lo que está pasando en este país. Lo veo como algo patético, terrible, pero también con humor porque me da la sensación de que es algo que está muriendo todos los días un poco. El futuro está en YouTube, Netflix o Instagram, en otras plataformas, y eso me tiene bien esperanzado. Pienso que la gente está aburrida de recibir los contenidos hechos de antemano. A la larga, la tecnología va a permitir que la gente pueda elegir sus contenidos. La televisión y la industria cultural antigua tienen sus días contados. Estoy de acuerdo con Raúl Ruiz, pienso que Chile es un país muy televisivo, pero quiero creer que ese mundo está en retroceso.

—Llevas años sin tomar ni consumir drogas, ¿crees que la lucidez te produjo una vida más creativa?

—Después de dejar de tomar y drogarme, y por medio del deporte, volví a caminar derecho, a conversar con la gente; no quedándome encerrado en mí mismo, algo bien propio de las adicciones. Es un camino larguísimo y que mucha gente en este país obvia como si fuese un tabú, pero está súper presente.

—¿Fuiste nihilista?

—Ya superé todos los traumas del pasado y las cosas nefastas que pude haber heredado y que me transformaron en un momento en una persona autodestructiva. Yo me siento bien hoy como estoy, ya no me gusta andar descontrolado, ni con la marihuana ni con el copete ni con nada. Por eso, cuando toco ahora siento que tengo que esforzarme al máximo para mejorar mi interpretación.

—¿Cuál es tu vicio actual?

—Comprar guitarras y tocar mucho. Así como Los Tres celebraron su disco Fome, yo a mi pequeña escala también quiero hacer lo mismo, por eso voy a estar tocando el disco Piscola Standards de Ángel Parra Trío en el Bar de René, el 5 de julio. Creo que puedo sustentar mi carrera desde mi propio lugar y eso me hace feliz.

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