Durante sus 18 meses como entrenador de la selección chilena, el colombiano Reinaldo Rueda se ha caracterizado por dos cosas.

Como lo describen en Pinto Durán, “es un caballero”, que trata con respeto y saluda cordialmente a todo el mundo.

Y, también, por ser alguien muy independiente, que si bien escucha otras opiniones y las valora, a la hora de tomar decisiones sólo las medita y resuelve junto a su círculo más cercano.

La determinación de excluir a Claudio Bravo de la nómina para Copa América no pasó por conversaciones ni con los jugadores ni con la dirigencia, sino que con dos personas: Bernardo Redín y Carlos Velasco.

El primero es su ayudante técnico. Aunque sólo llevan trabajando cuatro años, se conocen desde los 80, cuando “Triple R” entrenaba las divisiones inferiores de Deportivo Cali, donde Redín brillaba en una carrera que luego lo llevó a jugar en el Mundial de 1990.

Los une una visión futbolística muy similar y un discurso parecido sobre la forma en la que se lleva un grupo. Si el DT tiene dudas sobre qué equipo alinear, o qué cambios realizar, muchas veces la voz de su ayudante se impone por sobre sus propios criterios.

Pero si con Redín el vínculo es deportivo, con el segundo es humano. De hecho, Velasco ha sido su preparador físico durante toda su carrera como entrenador, desde 1986. Han pasado por todo, éxitos y fracasos en clubes colombianos y hasta fueron juntos a dos Mundiales, con Ecuador y Honduras; del país centroamericano ambos se fueron con la doble nacionalidad por gracia.

Como lo hacía Bielsa con Luis Bonini, es Velasco el encargado de establecer un vínculo más cercano con los jugadores y, al mismo tiempo, velar por la disciplina. Si Rueda se fue de Atlético Nacional —donde ganó todo, incluyendo una Copa Libertadores— fue porque la dirigencia le exigió desprenderse de su ayudante, algo que Rueda no aceptó.

“Son 32 años juntos ya, un matrimonio mal casado”, confidenciaba el PF en su llegada a Chile en 2018.

Casi todos en Chile

Los tres han formado un círculo de hierro en el que muy pocos tienen cabida. Conscientes de lo que significaba dejar fuera al capitán histórico —incluso ante los comentarios de que fue una “petición” de los referentes como Vidal y Medel—, los tres creyeron que lo mejor para el torneo era no tener a Bravo en la nómina.

Sólo otras tres personas tienen un cierto nivel de ingerencia. Dos han estado con él desde que llegó a Chile, en enero de 2018. El “sanador pránico” Orlando Caicedo, sicoterapeuta en el que se apoya hace 15 años por su trabajo motivacional; a él le encarga que los jugadores estén “focalizados, relajados y motivados”.

Pablo Román, en cambio, se encarga de lo analítico, como su asistente audiovisual. Si Rueda le encarga un compilado específico o una sinopsis de un rival, sabe que puede confiar en su criterio.

A Juan Carlos Quintero —a quien conoce desde que era futbolista juvenil— lo sumó más tarde como un segundo preparador físico, en septiembre del año pasado.

Algo que, muy a su pesar, no pudo hacer con otro de sus eternos colaboradores al que también quería repatriar desde Colombia, el preparador de arqueros Pedro Zape.

Los nuevos aliados

Rueda ha ido encontrando aliados en el camino. A nivel dirigencial, la salida de la ANFP de Arturo Salah fue un duro golpe. No sólo porque fue el presidente que lo contrató y lo sedujo con la idea de tomar a la selección chilena —sobre todo con la idea y el respaldo para realizar un “recambio profundo”—, sino también porque valoraba sus conocimientos como entrenador.

Y cuando en marzo renunció a la vicepresidencia Andrés Fazio, se quedó sin interlocutores directos. De hecho, con ambos habla más en la actualidad que con el actual presidente, Sebastián Moreno, con quien tiene una relación “cordial, pero estrictamente profesional”.

Hoy, se apoya mucho más en Ian Mac Niven, el gerente de selecciones con quien tiene que planificar todas las giras y entrenamientos, y con el coordinador Patricio Jerez, a quien le encarga distintas tareas, desde monitorear a posibles seleccionables extranjeros hasta comunicarse con los jugadores en determinadas situaciones; fue Jerez, por ejemplo, quien tuvo que informarle a Bravo que quedaba fuera de la Copa.

Contrario a lo que se cree, Rueda no hizo una limpieza total respecto a los procesos anteriores. Nunca lo convencieron los preparadores de arqueros con los que contó en Chile —otro motivo de discordia con Bravo—, por lo que en marzo convocó al argentino Néstor Lo Tártaro, con quien todavía la relación es más profesional que personal.

Pero dos que sí se ganaron su confianza fueron Ricardo García, el exanalista de videos de Sampaoli a quien dejó en su cargo (aunque bajo las órdenes de Román) y Cristián Leiva, DT de la Sub 15 que incluso lo apoya en algunos entrenamientos de la selección adulta y al que le encomendó acompañar a Redín al torneo Esperanzas de Toulon en Francia.

32

años lleva Rueda junto al PF Carlos Velasco. Son casi hermanos.

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