Alta, delgada, Emilia Schneider (23) llama la atención con su mini corta y su rostro sin una gota de maquillaje en un Santiago cada vez más invernal. Su discurso no es muy distinto del de otros que han estado en la testera de la Federación de Estudiantes de la Universidad de Chile. Claro que esta alumna de quinto año de Derecho, militante de Comunes (ex Izquierda Autónoma), es la primera transgénero y feminista en presidir la tradicional entidad, cargo que ocupará de forma interina hasta que se efectúen los nuevos comicios luego de que solo votara el 25,8% del padrón, el porcentaje más bajo en décadas.

Egresada del Colegio Latinoamericano de Integración, Emilia tenía 15 años cuando comenzó a sentirse diferente. “Ahí recién le puse palabras”, dice sobre su transexualidad, tema del que se hablaba poco o nada en esos días. Sus padres, a diferencia de la mayoría, se informaron y entendieron que venía un largo proceso.

No fue hasta que entró a la carrera de Derecho de la Universidad de Chile que inició lo que ella llama su “transición”, tanto a nivel sexual como político. “Siempre me interesó el tema de la disidencias sexuales y el feminismo, justamente por mi realidad; estoy peleando por la posibilidad de existir en una sociedad que constantemente te niega, te violenta, te discrimina. Ahora se está trabajando el reglamento para que la ley de Identidad de Género sea funcional en el Registro Civil, lo que debería estar operando a partir de octubre de este año, pero claro, a menos que te embarques en un trámite judicial, todavía tenemos que hacer trámites con nuestro nombre registral (inscrito al nacer), lo que es muy incómodo. Y eso es la punta del iceberg, un pelo de la cola de todo lo que nos toca enfrentar”.

—Decías que a los 15 años recién lograste ponerle nombre a lo que te pasaba. Hay niños que a lo 4 o 5 años ya se sienten incómodos con su cuerpo. Esa es precisamente la crítica a la ley que pronto entrará en marcha: solo opera para los mayores de 14 años

—La experiencia de las personas trans no tiene que estandarizarse. Falta mucha educación sexual; hay demasiada ignorancia. En mi caso, por ejemplo, ser trans va más allá de ser mujer u hombre, sino que es la posibilidad de rebelarme frente al género que se nos impone: el binario mujer/hombre como las únicas dos formas de estar en el mundo, ¡es sumamente violento! Además, todo viene naturalizado a través de la división de roles: los hombres tienen que hacer ciertas cosas y dedicarse a ciertos trabajos, y las mujeres a otros. Para mí, ser trans es no sentirme cómoda dentro de este parámetro y dar la pelea como un actor social y político para cambiar las cosas.

También integras la primera mesa feminista de la FECh, ¿cuál es el vínculo con tu transexualidad?

—Para mí, ser feminista tiene que ver con ser trans; desde ahí me organizo. Es el feminismo el que nos ha permitido visibilizar y pasar al frente de todas esas luchas, que en mi caso no han sido fáciles: se vive mucha negación, discriminación, violencia... Y donde lo más fuerte es que se nos excluye sistemáticamente en todos los espacios fundamentales de la vida cotidiana: la educación, el trabajo, la salud, incluso de nuestras familias y de las relaciones afectivas. Hoy, la mayoría de las mujeres trans en Chile se dedican al trabajo sexual por falta de oportunidades; la esperanza de vida a nivel latinoamericano es de solo 35 años… El 90% no accede a un trabajo formal y tenemos 10 veces más propensión al suicidio. Solo por el hecho de existir, de ser, nuestra vida es declarada invivible por el conservadurismo, por la ultraderecha y por quienes están impulsando discursos de odio que avanzan por nuestras calles de manera alarmante.

—Sin embargo, eres una excepción: estudiaste en un colegio particular, siempre contaste con el apoyo de tus padres y pudiste entrar a Derecho en la Universidad de Chile, donde hoy eres presidenta. Eres parte de una élite…

—Pero no puede quedarse en un hito. Quiero aportar, transformarlo todo, por dignidad. Es muy importante que los trans seamos visibles, que nuestra lucha se vea y se escuche. Es una tarea que me emociona profundamente: ser una voz para alcanzar nuestros derechos, porque el debate sin duda no termina con la Ley de Identidad de Género.

—Al escucharte hablar es imposible no imaginarte como un futuro actor político…

—No es secreto que milito en un partido, que me debo a un proyecto político y estaré donde este proyecto me quiera. Que una persona trans llegue a la Cámara de Diputados sería un hito histórico, un tremendo aporte para trabajar por las organizaciones trans desde el Congreso. Pero, insisto, no soy la única activista con el mérito suficiente para ostentar ese cargo. Tampoco es el momento de pensar una carrera política cuando la Federación está en un momento tan complejo...

—Tal vez seas quien más cerca se encuentre de conseguir un escaño. Camila Vallejo y Gabriel Boric salieron directo de la FECh al Congreso.

—Estaré a disposición de lo que sea necesario para el avance de nuestras demandas, y si es eso (competir en las parlamentarias), entonces ok, será. Aunque insisto: no es el momento de tomar esas decisiones, de proyectarse más allá, sino de concentrarse en el trabajo que debemos hacer hoy. No hay que esperar a llegar al gobierno, a tener un cargo, para concretar transformaciones.

“La FECh se ha distanciado de las luchas de las y los estudiantes”

“La FECh siempre ha tenido altos y bajos; decir que esta es la mayor crisis de todas sería obviar nuestra historia”, afirma ahora sobre la dramática última elección. “Por lo demás, la Federación no está fuera de las lógicas de la política nacional, donde las autoridades y las instituciones pasan por una crisis de legitimidad y representatividad enorme”.

—Pero es contradictorio considerando las fuertes movilizaciones feministas de 2019, con miles de universitarios exigiendo fin del acoso, de la educación sexista, etc. Se habría esperado mayor representatividad y no un 25,8% del padrón, que es el que votó.

—No es que el movimiento feminista no sea representativo, al contrario... Aquí lo que hay es el desgaste de la Federación, de sus formas orgánicas, de sus horizontes políticos, y que vuelve necesaria su refundación. La FECh se ha distanciado de las luchas de las y los estudiantes.

—¿Qué quieres decir concretamente con ‘refundar'?

—Es necesaria la refundación del movimiento estudiantil; esta no es solo una crisis de la FECh o de la Confech, y debemos abordarla con seriedad. No es momento para que desde la política tradicional se nos apunte con el dedo; decir que el conflicto estudiantil está agotado sería suponer que las familias ya no se endeudan para que sus hijos estudien, que las y los estudiantes dejan de vivir el sexismo en las aulas… Hoy existen 27.000 estudiantes que perdieron la gratuidad, que por lo demás no ha sido a través de financiamiento directo a las instituciones, como pedía el movimiento estudiantil, sino que es un sistema de voucher, que genera más dinero para el mercado educativo.

—Este año además sumaron otras pancartas, como reclamar por la salud mental.

—Nos hemos hecho parte de ese proceso, de proyectarlo, de aportar a la articulación, y creemos que ese es el camino. Cuando nos movilizamos por la salud mental estamos impugnando un modelo económico que precariza nuestras vidas, que obliga a muchos compañeros y compañeras a trabajar para pagar sus deudas. Entonces creo que por ahí hay que ir reconectando y reabriendo el conflicto estudiantil. Pero la demanda por una educación pública sigue más vigente que nunca; no está conquistada, de ninguna forma.

—¿Fallaron figuras como Vallejo, Boric y Giorgio Jackson?

—No se trata de si fallaron o no. A mí no me corresponde hacer una evaluación personal de cada integrante de la llamada bancada estudiantil, que es algo que hay que superar. Por lo demás, el desgaste del movimiento social es comprensible tomando en cuenta el agotamiento de este modelo democrático en que también hay intereses que son excluidos de la política. En ese sentido, el movimiento estudiantil tiene que ser parte de la solución y no del problema.

—Otros opinan que el Frente Amplio entró en la lógica del poder y dejó de encarar los intereses estudiantiles.

—No lo comparto… Para cualquier coalición nueva es difícil desmarcarse de las lógicas políticas, conseguir tensionarlas y romper los límites que estas imponen. No podemos hacer un empate entre quienes impusieron y reproducen el modelo educativo de mercado en nuestro país con quienes están intentando transformarlo.

—¿Pero estás decepcionada de lo que han logrado esos líderes nacidos en las marchas de 2011?

—No me corresponde hacer un juicio de valor respecto del actuar de esa bancada. Sin duda, hemos estado al debe; falta que los intereses de los movimientos sociales que defienden la educación como un derecho tengan más representación, más voz en espacios como el Congreso, y más voz en los debates, como por ejemplo en la reforma educacional, y ahora en el plan de educación sexual integral que presenta el Gobierno, que es sumamente deficiente. Aunque se saluda que se abra el debate, y eso fue gracias a los movimientos sociales.

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