El 22 de mayo se cumple un año de la muerte de Katherine Winter, la joven de 16 que decidió quitarse la vida en una cafetería de Providencia, víctima del ciberbullying. Ese mismo día será el lanzamiento de la Fundación Katy Summer (el nombre artístico de la adolescente), desde donde Evanyely Zamorano, madre de Katherine, y Emanuel Pacheco, su marido, luchan por visibilizar el acoso escolar.

Ambos dejaron sus trabajos. Ella es abogada; él, ingeniero comercial. Colombiano, nacionalizado chileno, renunció a su cargo de gerente de Ventas de Cat Financial para el Cono Sur.

Desde el Auditorio de la Sofofa, a las 19:00 horas, convocarán a lo que llaman la “Reunión de apoderados más grande de Chile”. Humberto Maturana y Ximena Dávila encabezarán un conversatorio para reflexionar sobre la cultura de la agresión, que será transmitida vía streaming.

“Me podría haber quedado buscando culpables, llenándome de rabia y frustración. Es mucho el dolor que genera pensar por qué no la trataron bien, por qué nadie hizo nada, por qué tanta crueldad. Eso te destruye... Pero pude mirar al otro lado del dolor y ver a la cantidad de niños que se estaban abriendo con nosotros”, explica Evanyely.

Katy, estudiante del Nido de Águilas, cantante y fanática de Taylor Swift, y Alan (20), instructor de snowboard, son hijos del anterior matrimonio de Evanyely. Con Emanuel tuvo a Max, de 4 años. Juntos eran una familia feliz, como relatan sentados frente a una gran mesa, revisando los celulares y armando el itinerario para los viajes de esta semana.

Tres semanas después de la muerte de Katy, Alan los llevó al Colorado. “Yo no me sentía en condiciones de esquiar porque estaba súper débil. Fue entonces que me senté y miré mi Facebook. En Messenger tenía más de mil mensajes. Cada mensaje era un testimonio”, cuenta Leli, como le dicen sus amigos.

“A Emanuel se le ocurrió que una de las formas en que podemos vivir este duelo es hacer lo que sabemos hacer: trabajar. No nos daba hambre ni sueño. Quedas súper activo, como si te hubieran drogado. Empezamos a llamar a todas las instituciones relacionadas con bullying y los expertos llegaban a nuestra casa a intentar explicarnos lo que nos había pasado”.

Ambos están certificados como coaches ontológicos. Todos los años regalaban talleres a mujeres de escasos recursos: Katy hacía clases de inglés en Cerro Navia y cantaba para los niños de la fundación Make a Wish. “Y de pronto, aparecemos como una familia disfuncional, con una niña con depresión no declarada. Todo negro y malo. Así nos tacharon. Los amigos de ella se despidieron en el funeral y desaparecieron para siempre. Es una crueldad porque esos mismos niños pueden estar involucrados y los papás son los primeros en justificarlos para que no declaren. Ahí nos dimos cuenta de que estamos solos. Esta fue una decisión: este dolor nos va a destruir o desde el dolor vamos a construir algo mejor”.

—Culpar a la familia es una buena manera que tiene la comunidad también para no hacerse cargo.

Evanyely: Es mucho más fácil decir: “niños, ustedes no hicieron nada, esto iba a pasar igual”. Pero es algo que sucede de manera transversal. No porque acá los involucrados sean familias millonarias. El poder es poder en todas partes.

—Ustedes se sintieron, en algún momento, privilegiados. Katy estudiaba en el colegio más caro de Santiago.

Evanyely: Nunca nos sentimos tan privilegiados. Lo que sí era un privilegio era la calidad de la educación. Vimos profesores apasionados, que te hacían creer que sus ramos eran los mejores del mundo. Para nosotros era un esfuerzo económico terrible, nuestro hijo estaba en otro colegio, porque para Katy era como estar en Juilliard. Allí tenía todo para dedicarse a lo que quería. Ella siempre nos decía: “Por favor, inviertan en mí, que les juro que les voy a devolver absolutamente todo”. El problema son algunos apoderados chilenos, ahí ves la arrogancia y a quienes se creen superiores.

Jóvenes “dark”

A un año de la denuncia interpuesta por la familia, la Superintendencia de Educación concluyó que el Nido de Águilas cuenta con un “reglamento no ajustado a la normativa vigente”. Y decidieron formular cargos contra el colegio.

El fin de semana anterior a la muerte de Katy, ella se besó con un alumno de la institución en una fiesta en Plaza San Enrique. Los comentarios contra ella —porque el chico tenía polola— se expandieron en la página Millard Forso, manejada por los alumnos seniors de la institución.

“El problema es que los colegios se limitan a entender bullying como una agresión física, cuando se trata de rumores, aislamiento social”, explica Emanuel.

—Katy escribió un cuento para una clase, 10 días antes de partir, donde hablaba de una chica que lo estaba pasando muy mal y que decidía suicidarse.

Evanyely: Así fue. Según el reporte que nos dieron, la profesora dijo que era normal, porque a esta edad los alumnos son “dark” y estas historias resultan absolutamente recurrentes. No les llamó la atención.

Emanuel: Aquí nos damos cuenta de la normalización de la cultura de agresión. Hemos normalizado que niños de 5 años peleen, que lloren, o que más grandes escriban cuentos donde matan a todo el mundo porque se lo pasan jugando Fortnite. Queremos asegurarnos de que no lleguemos como país a un Columbine porque no supimos manejar el bullying; que no sigamos perdiendo a chicos como Katy por la propia ignorancia de nosotros como padres. ¿Quién no ha ido al estadio y dentro del anonimato de la masa ha insultado al árbitro?

—¿Qué les pasó cuando leyeron fuertes agresiones contra Katy?

Emanuel: El dolor es cómo puede pasar esto entre amigos que se conocen de toda una vida. ¿Cómo se empiezan a tratar de esa forma? De todos modos, esos garabatos sin fundamentos ya no le importaban; conociéndola, lo que más le dolía eran los ataques a su música.

Evanyely: Ella le pidió auxilio al chico con el que se besó. Lo primero que hizo esa noche fue llegar a la casa y contactó a la joven con la que él estaba pololeando para pedirle disculpas. Él le dijo: “Habla tú con ella”. Ella le decía: “Ya partió el grupo Confesiones, no van a parar de agredirme, me aterra ir al colegio, por favor arregla esto”.

—Siempre el relato está contado de una manera bien machista, como que ella era la culpable.

Evanyely: Por los mensajes que leímos se entiende que él le dio el beso a ella. Pero no importa. Se cuenta como que ella hizo algo terrible y él nada. “Ella es una perra, merece todas las agresiones del mundo”. ¿Y él?

Emanuel: Piensa tú en la versión del video que andaba dando vueltas (supuestamente grabados en un acto de connotación sexual), todavía no lo entiendo. Es un rumor que salió de los apoderados del colegio. A esta animadora (Carolina de Moras) le llegó desde un chat del colegio. Ella es víctima también.

Evanyely: No existe relato de ningún video. Fueron adultos los que armaron esa historia.

Emanuel: —Y si Katy hubiese hecho eso, ¿qué? Es su sexualidad. Me duele cómo apoderados quieren justificar lo que hizo Katy con un video de este tipo. ¿Qué tipo de comunidad somos?

—De todos los involucrados, ¿hay alguien que esté junto a ustedes ahora?

—Ninguno. No se acercaron jamás a pedir disculpas. Salvo el mejor amigo de Katy de toda la vida: él y sus papás, que son como nuestra familia. Y una mamá que me llamó para decirme: “Katy le salvó la vida a mi hija y yo necesitaba darte las gracias”. Porque Katy siempre se definía como la defensora. El problema es que ese tipo de chicos que defienden a otros, no saben defenderse a sí mismos.

Su voz sale al mundo

“I don't want to say goodbay” se llama el single que creó la agencia La Familia —donde transcurre esta entrevista—, con retazos de 800 grabaciones de Katherine. El productor Enzo Massardo la grabó junto a músicos de la Orquesta de Cámara del Teatro Municipal. Hoy suma más de 245 millones de impresiones en el mundo.

“Dimos todo por nuestra Katy cuando ella estuvo en vida. No siento que tenga una deuda pendiente. Más allá de cosas que debí haber visto”, dice Emanuel, que recuerda otro suceso que lo marcó. “La semana anterior dio un concierto en el colegio, y no estaba ninguna de sus compañeras. Me di cuenta y no dije nada por miedo a que se sintiera peor. Quizás ella me hubiera dicho: «no me pescan», y así hubiera encontrado algún hilo como para descubrir algún tipo de depresión”.

—Leí que la pregunta que hay que hacer en estos casos es tan brutal como: ¿Has estado pensando en suicidarte?

Emanuel Esa es. ¿Has pensado en irte a dormir y no despertar nunca más? ¿Has hecho planes para quitarte la vida?

Evanyely: Le tenemos pánico a la palabra suicidio. Pero cuando hacemos esa pregunta ante 2 mil niños, todos levantan la mano. Nos ha pasado muchas veces. La preocupación de nuestros niños de 10 años debiera estar en ser feliz. Katy tenía en su pieza un calendario donde marcada cada día que faltaba para irse a grabar a Nashville. En agosto. El viernes de esa semana cantaba en el colegio. No era una niña triste ni abandonada.

La psicóloga Vinka Jackson publicó que los suicidios juveniles se triplicarían en 2020 en Chile. Hoy son 3 muertes por semana y 80 o 100 intentos.

Evanyely: —Yo tuve a una mamá del colegio en el living de mi casa, cuya hija tuvo un intento de suicidio. Me dijo: “Si yo hubiera hecho la denuncia, tu hija estaría contigo”. ¿Y vas a hacer la denuncia?, le pregunté. “No”. Hay más casos y se siguen repitiendo y nadie denuncia.

—Esta cruzada los ha transformado, pero ¿han podido vivir el duelo?

Evanyely: El duelo se vive todos los días. Y las fuerzas de un día no te alcanzan para el otro. Esto ha sido un shock, nos cansamos, pero empiezas a escuchar los testimonios y dices: “Gracias Dios porque estoy acá”.

Evanyely y Emanuel invitan a participar vía streaming del lanzamiento de la fundación, el 22 de mayo.

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