¿Será que tenemos una tendencia a glorificar las derrotas más que los triunfos?”.

Quienes son elegidos como héroes nacionales reflejan el carácter y los valores de su país. Entre todas las figuras de la Guerra del Pacífico sobresale la imagen del capitán de fragata Arturo Prat. Lo recordamos muy por encima del capitán de corbeta Carlos Condell, quien, con una combinación de astucia y buena suerte (por la cual ya era conocido en la Armada), ese mismo 21 de mayo logró la destrucción del acorazado “Independencia”. ¿Será que, como en el caso de la batalla de La Concepción, tenemos una tendencia a glorificar las derrotas más que los triunfos?

El historiador norteamericano William F. Sater ofrece otra interpretación: la popularidad de Prat obedeció a las crisis que afectaron al país previo al conflicto, entre 1877 y 1879, y luego, tras la guerra civil de 1891. En “La imagen heroica de Chile: Arturo Prat, santo secular” (Centro de Estudios Bicentenario, 2005), Sater afirma que la falta de confianza en los líderes políticos de esas épocas generó la necesidad de encontrar un campeón, un ejemplo digno de celebrar e imitar.

La pérdida del “Independencia” constituyó el primer paso del eventual triunfo de Chile, pero fue el sacrificio de Prat lo que inspiró al país tras el inexplicable letargo, en los meses iniciales de la guerra, del comandante en jefe de la Armada, contralmirante Juan Williams, lo que fue achacado erróneamente al Presidente Aníbal Pinto. Al abordar el “Huáscar”, con la “Esmeralda” ya embestida, sus calderas inoperativas y su armamento incapaz de penetrar el blindaje del acorazado, Prat reivindicó la tradición marcial del país que muchos temían se había atrofiado en las cuatro décadas anteriores de relativa paz y prosperidad. El espíritu guerrero de los conquistadores, junto al de Lautaro y Caupolicán, parecía renacer.

No obstante la destrucción del buque que representaba el 40 por ciento del poderío naval peruano, la batalla de Iquique fue considerada una muestra de la incompetencia del gobierno en su conducción de la guerra. Se atribuyó la pérdida de la “Esmeralda” a la negligencia del gobierno por dejar sólo las dos naves más débiles de la escuadra a cargo del bloqueo de la ciudad, decisión que tomó Williams sin avisar a sus jefes civiles. Tres meses más tarde, la captura del transporte “Rímac” ofreció otra oportunidad para atacar a Pinto.

El desprecio de la oposición hacia el gobierno se arrastraba desde antes de la guerra. Acusaba que la elección de Pinto se debió a la intervención del Presidente Federico Errázuriz. El rencor político era tan extremo que se anticipaba una rebelión contra el gobierno. A ello se sumó una crisis financiera, con un sector minero deprimido por bajos precios y la agricultura abatida por sequías e inundaciones que produjeron cosechas catastróficas, dejando a cientos de miles sin trabajo y al borde de la hambruna.

Muchos opositores vieron en Prat las cualidades de altruismo, valentía y sacrificio que consideraban inexistentes en el gobierno. La glorificación de Prat, junto al pronunciado contraste de este con la descripción de incompetencia que difundían sobre las autoridades, formaba parte de su campaña de denostar a La Moneda.

Con el fin de la guerra, la popularidad de Prat bajó en intensidad, pero resucitó durante la era parlamentaria a partir de 1891. En una época de venalidad y derroches favorecidos por la riqueza generada por las salitreras, la imagen de Prat evolucionó. En vez de su valentía militar fueron destacados sus atributos personales: había sido estudiante admirable; marido, padre e hijo ejemplar; símbolo de abnegación en una era de codicia.

Tras el derrumbe del parlamentarismo en 1924, y el auge de ideologías radicales, el énfasis en las alusiones a Prat cambió nuevamente. Conservadores lo citaban como símbolo de la unidad nacional por su respeto a la autoridad y apego al servicio a la patria. El nacionalsocialismo y el Partido Socialista lo usaron como ejemplo de esfuerzo y profesionalismo para criticar lo que consideraban un sistema económico arcaico. Sater recuenta que, en 1970, el diario El Clarín proclamó que si Prat estuviese vivo, votaría por Radomiro Tomic o Salvador Allende. Como ícono patrio, su figura se adaptaba a cualquier década.

En ese sentido, Prat sigue el rol que los héroes han jugado en sociedades desde la era grecorromana. Geoffrey S. Kirk, fallecido profesor de Griego de la Universidad de Cambridge, presumía que muchos héroes griegos alguna vez vivieron o fueron creados con base en los recuerdos de personas destacadas. Servían como ejemplos de perfección humana.

Estos días somos menos propensos a levantar seres mortales a niveles cuasi mitológicos. Tenemos tanta información, conocemos tantos detalles e intimidades de los personajes públicos, que nadie, ni un Arturo Prat, resiste un pedestal tan elevado. Puede que sea mejor así. Tal vez los verdaderos héroes de nuestros tiempos son, como instaron Prat y Horatio Nelson a sus tripulaciones antes de sus últimas batallas, los que simplemente cumplen con su deber.

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Ignacio Madero-Cabib Ph.D, académico UC, Núcleo MLIV y Centro COES

En octubre de 2018, el Presidente Sebastián Piñera anunció un nuevo proyecto de ley que busca mejorar el bienestar financiero de futuros pensionados. Entre otras medidas, el proyecto propone entregar incentivos financieros moderados desde el Estado a quienes extiendan su vida laboral más allá de la edad legal de jubilación. Además, la iniciativa busca esencialmente que las personas tengan trayectorias laborales más extensas, de tal modo que puedan acceder a un salario durante más tiempo (salario casi siempre más alto que una pensión), así como aumentar el fondo de cotizaciones previsionales. Para tener en cuenta, en la actualidad la tasa de ocupación posterior a la edad legal de jubilación para mujeres (60 años) y hombres (65 años) es de 22,3% y 36,9% respectivamente (Casen 2017).

Es la primera vez que se propone un proyecto de ley destinado a fomentar trayectorias laborales extendidas en Chile. Como se observa, la medida enfatiza la responsabilidad individual de los futuros jubilados para enfrentar los riesgos financieros asociados a la vejez. Este es un enfoque de política pública que difiere, sin embargo, de lo planteado por algunos académicos y miembros de ONG respecto de la necesidad de enfrentar estos riesgos no fomentando que cada uno trabaje hasta edades tardías, sino impulsando responsable y paulatinamente la contribución del Estado a las cuentas individuales de pensión a lo largo de la vida de las personas. Vale decir, colectivizar y no individualizar los riesgos financieros de envejecer.

La contribución estatal a las cuentas individuales de pensión sería altamente relevante para un sistema de pensiones como el chileno, basado exclusivamente en la contribución de los trabajadores. Además, estos aportes adquieren aún mayor relevancia si consideramos que —según resultados del Proyecto Fondecyt Nº 11180360— sólo el 44% de la cohorte de personas que hoy está jubilando, y que comenzó a trabajar cuando se introdujo el actual sistema de pensión, contribuyó continuamente a un fondo de pensión; mientras que el resto de esta cohorte no lo hizo (por ejemplo, personas trabajando en sector informal) o permanecieron inactivas constantemente (como es el caso de las mujeres centradas en labores domésticas).

Es crucial, por lo tanto, que en la discusión de este proyecto se problematice la necesidad de colectivizar los riesgos financieros de futuros jubilados.

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