Hace dos semanas a Mauricio Pinilla (35) le entregaron “la casa de sus sueños”. Cuenta que está en Lo Barnechea. “No des más datos, no quiero que me entren a robar otra vez”, pide riendo. “La construimos a nuestra medida, como siempre quisimos con mi señora. Tengo una salita donde juego cartas con amigos, un quincho, una piscina, un gimnasio y una sala de cine. Queremos vivir para siempre acá”, afirma.

A la entrada hay una Virgen que recibe a los invitados. “Nos protege. Somos bien religiosos en ese sentido. Rezo todas las noches un Padre Nuestro o un Ave María. Agradezco la salud de mi familia y por un día más vivido. No lo material. Podría ser feliz igual, sin todas las cosas que tengo”, asevera.

Pinilla, quien suma 13 equipos (11 en el extranjero) en su carrera, también le agradece a Coquimbo Unido. En enero, el equipo de la Cuarta Región le abrió las puertas cuando atravesaba un mal momento. Había tenido una bullada salida de la Universidad de Chile (fue parte del equipo entre 2002/2003; en 2007 y en 2017/ 2018), con una demanda que interpuso por despido injustificado y que finalmente perdió. Además, venía de nueve meses sin jugar. “Quizás, el tema con la U se pudo solucionar de otra forma. Pero la demanda tuve que hacerla; era la única forma de quedar como jugador libre. Cuando gané en primera instancia me comuniqué con Carlos (Heller), no fue por plata, solo porque quería volver a la U. Quedó la impresión de que yo me quería ir porque estaría mejor en otro lugar. Pero nunca fue así”, enfatiza.

Hoy vive solo en un departamento del condominio Las Tacas. Su mujer, Gisella Gallardo, y sus tres hijos Agustina (13), Matilda (8) y Mauricio (7) viven en Santiago. Viajan a verlo o él va a Santiago. El jugador, que fue promesa del Inter de Milán (lo adquirió por 2,8 millones de dólares), espera que el año 2018 “quede en el olvido”. “Hace dos años llegué a Chile a terminar mi carrera en el equipo de mis amores. Estaba feliz, hasta que empezaron los roces con parte de la dirigencia que no me quería en el plantel. Hoy, quienes me perjudicaron no están en el club y logré limar asperezas con la U”, dice.

Su contrato con Coquimbo Unido dura un año y lo firmó con opción de salida en junio. “No se me pasa por la cabeza no terminar mi año. Intentaré hacer un gran 2019 para devolver la confianza dada y volveré a Santiago con mi familia”, afirma.

Y como se sigue especulando con que podría volver a la U. de Chile, publicó en su Twitter esta mañana: “1. Efectivamente me resentí del problemas muscular que venía arrastrado del partido contra Antofagasta. 2. No existe ninguna posibilidad que pueda volver a la U en Junio, no hay ninguna negociación. 3. Estoy muy agradecido de Coquimbo unido y todo el puerto pirata”.

—Dijiste en LUN que entrando a Coquimbo Unido pensaste retirarte del fútbol.

—Creí que era el momento para dejarlo. Cuando llegué tuve un esguince en una rodilla, luego me recuperé y cuando estaba preparando mi estreno sufrí un microdesgarro en el gemelo. Esas lesiones fueron señales que me decían que debía abandonarlo. Pero mi familia me convenció de que todavía no era el momento.

—¿Con tu llegada a un equipo más chico, estás programando tu salida del fútbol?

—Hace un par de años vengo preparando mi retiro. A mi edad no puedo decir que estoy en la plenitud de mi carrera. Tengo 35 y pretendo jugar un par de años más, hasta que sienta que soy un aporte. El trajín de la alta competencia en Europa es agotador. No tengo el mismo poder de recuperación que a los 25 años.

En abril, el delantero de Coquimbo Unido volvió a marcar y anotó un gol frente a Colo Colo. “Todavía me siento en condiciones de aportar”, comenta.

Asimismo, en marzo se sumó a la plataforma web Yooy (por suscripción). En 30 videos mensuales (3 a 6 minutos) se le ve haciendo cabezazos y tiros de penales, entre algunas acrobacias. “La idea es que la gente diga: ¿cómo lo hace este gallo? Que todos practiquen”, aclara.

—Estás en el top tres de los videos más vistos de Yooy. Se te ve contento como profesor.

—Muy feliz. Aunque muchos tienen una imagen mía medio apática, soy bueno para la talla. Vienen un par de amigos a mi casa me agarran para el hueveo y me cago de la risa. Me encanta que me molesten, antes me erizaba; hoy puedo reírme de mí mismo.

Desde que debutó en Universidad de Chile, su estatura (1.87), mayor al promedio de un delantero chileno, look llamativo y actitud desafiante no pasaron inadvertidos. “La vida de un futbolista es compleja. Hoy, mediáticamente estás en una carnicería. Si lo haces bien eres un ídolo. Te equivocas en un par de partidos y ya no eres tan bueno o te debes retirar”, comenta.

Su primer paso para ir dejando el fútbol ha sido la representación de jugadores. El abogado italiano Francesco Caliandro, quien fuera su agente en Italia, contactó a Pinilla para que liderara su agencia de jugadores en Sudamérica. “Le brindaremos apoyo global a los muchachos. Para que no boten su plata. Algo que quizás, no tuve de chico. Para cuando llegue el retiro no les pase lo que al noventa por ciento, que llegan sin dinero”, enfatiza.

—Hubo ronda de millones de dólares en tus traspasos del fútbol europeo, ¿tienes arreglado tu futuro?

—Tengo mi patrimonio bastante establecido para afrontar mi vejez y mi post fútbol. Fui muy desordenado al principio, pero en mis últimos diez años he sido muy ordenado. Tuve los lujos que quise, derroché y gasté plata como loco. Pero tuve muchos años para juntar dinero, tener la casa de mis sueños y dejarles un futuro a mis hijos.

—También se habla de tu futuro televisivo. Como comentarista del Mundial de Rusia 2018 (TVN) fuiste alabado. ¿Te ves ahí?

—Me encantan las comunicaciones. Me sentí cómodo comentando el Mundial, explicándole a la gente lo que pasa en una cancha de fútbol. Seguir los pasos de Carcuro, una enciclopedia del deporte, sería un sueño. También haré el curso de entrenador para cuando me pique el bichito.

Pinilla se crió en San Ramón, La Cisterna y San Miguel, donde más años vivió. En esta comuna del sur de Santiago, “todo el día jugaban a la pelota”. Las pichangas en la plaza La Marina (Paradero Diez Gran Avenida) y en el Club de Deportes Juventud Atacama (Sexta Avenida) eran parte de su vida. “De niño siempre quise fútbol, solo fútbol”, cuenta.

Creció con sus padres, un matrimonio dedicado a la construcción de casas prefabricadas y sus tres hermanas mayores. “Era el único hombre, el regalón y el conchito. Siempre fui el mimado de la casa. Se hacía lo que yo tenía que hacer el fin de semana y mis hermanas debían ir a verme a mis partidos a Quilín”, comenta.

Sin embargo, su infancia protegida no lo blindó de la pérdida de Conchita, su abuela materna. “Falleció de viejita cuando yo tenía nueve años. De mi familia fui a quien más le costó reponerse. Me hacía cosas ricas, era una cocinera fantástica. También, sacábamos frutas de los árboles y me iba a ver jugar por la U. Me protege de arriba; es mi angelito de la guarda”, cuenta.

—En esa época, con ocho años entraste a la U.

—Sí, era bueno para la pelota, pero no para los estudios. Mi papá siempre me dio la posibilidad de dedicarle más al deporte que a lo académico. Hice todos los sacrificios para ser futbolista sabiendo que no todos los muchachos llegaban al fútbol profesional.

—¿Tu padre era hincha azul?

—Sí, fanático y jugaba bien; recién nacido me llevaba al estadio. Su personalidad fuerte es igual a la mía. Ser líder también. Cuando pendejo siempre fui medio florerito de mesa. Me gustaba ser el centro de atención. También saqué su altura, aunque es un poco más bajo que yo. Me acuerdo que a los 14 años crecí como 15 centímetros. Me pegué un medio estirón y mis amigos me decían “el pailón”.

Vacaciones en El Tabo

Una semana al año, Mauricio con su padre y amigos pescan en lagos y ríos del sur de Chile. También viajan a Europa, el Mediterráneo y el Caribe. “Bajar un río en un bote de madera me fascina. Paramos en una islita, hacemos un asadito y dormimos siesta. Eso es impagable y tengo paciencia. El otro día en Coquimbo estuve toda la tarde pescando, no saqué nada, pero quedé relajadísimo”, cuenta.

De niño pescaba con su padre en las playas del litoral central. Todos los años la familia arrendaba la misma cabaña en El Tabo. “Era maravilloso, solo esperaba que llegara el verano”, relata.

—Ahora puedes pescar en cualquier lugar del mundo.

—Soy el mismo, todo lo que tengo lo sudé y me costó. Gracias a Dios, hoy tengo la posibilidad de hacer otras cosas. Puedo estar feliz metido entre los cerros comiendo en una parrilla de ladrillito un pollo. Todos los años me voy al campo de Longaví en Linares con amigos. Sigo caminando tranquilo por el pueblo y saludos a todos. Voy en una camioneta del 96 camuflada a lo militar. No busco el lujo, sé apreciar momentos mágicos como la naturaleza.

—¿Cuántos tatuajes tienes?

—Deben ser cincuenta; un tatuaje tiene diez en uno. El primero fue de Red Hot Chili Peppers y me lo hice cuando tenía 13. Fue en la espalda, pero crecí tanto que a los 18 parecía un lunar; después hice otro grande encima.

—¿Te arrepientes de alguno? Tienes el “Palo de Pinilla”, donde pudiste eliminar a Brasil de su propio Mundial en 2014.

—De ninguno, todos han marcado bonitos momentos. El del palo representa mi participación en un Mundial. Tengo tatuajes de mis hijos y de Chancho en Piedra. Y otros que no puedo contar.

“Era un cabro chico que hacía estupideces”

Desde 2004, Mauricio está con la periodista Gisella Gallardo. Se casaron en 2009. “Yo soy más pelacable, más enojón y ella es más el cable a tierra. Con su carita tierna me baja las revoluciones. Si no fuera por ella habría dejado de jugar hace muchos años”, cree.

—Cuando se convirtieron en padres estuvieron separados casi dos años con tu señora.

—Fue muy complicado, porque teníamos a la Agustina. Reconquistar a Gisella y formar una familia con más niños me ayudó a olvidar lo malo. Tenía 19 años cuando la conocí y uno no le va tomando el peso a una relación, a tener un hijo. Gracias a Dios, formé la familia que siempre quise.

—Ser papá a los 22 debe haber sido un tema.

—Cuando nació la Agu siempre pensé que estaba preparado, que me las sabía todas. A los 17 me fui de la casa y a los 18 vivía solo en Europa. Tenía mi departamento y mi auto. Afronté grandes desafíos a muy corta edad y siendo un niño me encontré con muchas tentaciones. Era un cabro chico que hacía estupideces.

—Como la conferencia por el episodio de “El Rey León” (2007), la que viste con María José López (mujer del jugador Luis Jiménez) en su departamento cuando los pilló la prensa.

—Me arrepiento de no haber tenido la madurez de haber afrontado mi relación de pareja con mayor estabilidad. Mi familia y mi señora sufrían cosas que no tenían por qué. Hoy gracias a Dios, me siento grande y maduro. Uno va quemando etapas. Cada momento libre que tengo lo dedico a mis hijos. Mi prioridad es mi familia.

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