AFP

Si Cristina Fernández de Kirchner decide postularse a la presidencia, Mauricio Macri se verá enfrentado a un desafío complejo en octubre: tendrá que competir con una verdadera religión.

Anoche, en el lanzamiento de su libro “Sinceramente” —en la Feria Internacional del Libro de Buenos Aires— hubo celebraciones, llantos, cánticos entusiastas, agresiones a periodistas de medios no simpatizantes con la administración K y un silencio de misa cuando la exmandataria tomó la palabra. La lluvia torrencial que cayó sobre la ciudad no impidió la expresión de una devoción religiosa que en Argentina no se veía probablemente desde Perón.

Aunque el evento estaba programado para las 20:00 horas, los primeros militantes llegaron a las inmediaciones de La Rural tres horas antes. Quienes tenían cómo hacerlo pagaron la entrada que la feria cobra por el ingreso (poco menos de 2 mil pesos chilenos) y se ubicaron frente a una pantalla en un patio interior. Sin embargo, la mayoría de los adherentes se instalaron afuera, sobre la avenida Sarmiento, levantando banderas de lucha y paraguas con la imagen de Cristina y Eva Perón bajo la lluvia, entre el humo de los choripanes que eran cocinados como emblemas de la identidad popular.

Adentro, en el salón Borges, alrededor de mil invitados VIP tenían el privilegio de ver a la Cristina de carne y hueso. Las primeras filas estaban pensadas para la difusión mediática. Ahí sentaron al actor Pablo Echarri (cada vez que las cámaras lo mostraban los gritos femeninos explotaban en el exterior), la actriz Cecilia Roth, la activista Estela de Carlotto y el músico Lisandro Aristimuño, entre otros. En primera línea también el único político presente: Alberto Fernández, el hombre en las sombras tras un éxito editorial que ya supera los 300 mil ejemplares vendidos; el mismo que hace dos días aseguró: “La ‘Yegua' va a volver… ya está trotando”.

“Cuando Alberto vino y me dijo que le angustiaban las cosas que se decían de mí, de Néstor y de los chicos, me dijo ‘vos tenés que salir a contar las cosas'. Ahí surgió la idea de escribir un libro”, contaría la novel autora pocos minutos más tarde.

“Néstor es como San Martín”

Cuando Cristina apareció sobre el escenario, y en las pantallas, la euforia de sus seguidores estalló. La recibieron gritando consignas como “¡Vamos a volver!” y “¡Cristina presidenta!”. Ella, vistiendo una sobria camisa blanca, torció las expectativas de sus seguidores con una actitud que va de la mano con la prudencia reflexiva e intimista que pretende reflejar en su libro.

“Cuando lo leí, sentí que ella me hablaba directamente a mí. Fue como charlar con mi mejor amiga”, opina una mujer de mediana edad que se protege de la lluvia con una bandera en la cabeza. “También amé a Néstor. Él es como San Martín para nosotros”.

Cristina mantuvo ese tono discreto y confesional durante todo su discurso. Fue conciliadora (“es necesario un contrato social de todos los argentinos y argentinas”), no abusó de las críticas a la administración de Macri e incluso elogió los logros económicos de Trump en EE.UU. (“sería importante que los que viajan tanto para allá, en lugar de escuchar lo que les dicen, imiten lo que hacen allá”, dijo apuntando al gobierno y los acuerdos con el FMI).

Lejos de la soberbia que solía manifestar cuando era presidenta, deslizó un par de bromas sutiles (ante la euforia de las masas, aludió a la opinión de Borges de que los peronistas “son incorregibles”), citó a Perón e hizo llorar a los más fanáticos con un par de golpes de sentimentalismo, como cuando recordó el día en que se casó con Néstor Kirchner (“un día como hoy, hace 44 años”) o les agradeció a todos por “acariciarme el alma”.

Lo que Cristina no hizo en los casi 40 minutos que duró la presentación fue lo que muchos esperaban: que anunciara su candidatura. Aunque es obvio que su estudiada reinvención es una forma estratégica de entrar en la carrera presidencial.

“Cristina es la única que puede devolverle la dignidad al país”, opina una joven adherente. “Nos estamos cagando de hambre, despiden gente todos los días. Esto ya no da más”.

“Ella vino a iluminarnos, a salvarnos de la oscuridad que trajeron estos ineptos”, agrega otra mujer con un hijo pequeño en brazos. “La ‘Yegua' es lo mejor que le ha pasado a la Argentina”, exclama exageradamente un tipo de mediana edad mientras se saca una selfie con la multitud como telón de fondo.

Todos gritan y festejan, menos un vendedor de pañuelos estampados que parece desorbitado. Él es el único disidente dentro de una secta de fieles. “Me fue mal. Yo tengo los pañuelos a 80 pesos y los otros vendedores a 50, pero estos son mejores. Yo hacía zapatos y carteras en Palermo y me quedé sin laburo hace tres años. Hoy todo viene de Brasil y la industria argentina se fue para abajo. ¡Quién pensaría que tengo que sobrevivir vendiendo en la calle! No lo hago por la política. Para mí son todos lo mismo. Una manga de mentirosos y ladrones”.

EFE

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