No se define a sí misma como feminista, aunque hace mucho que está empeñada en igualar los derechos entre hombres y mujeres, partiendo por su propio gremio, el de los abogados.

Para ganarse la vida, Magdalena Atria (madre de 3 hijos universitarios, separada y vuelta a casar) trabaja como jefa del Departamento Jurídico de InvestChile –el organismo gubernamental que promueve la inversión extrajera en el país—,cargo al que postuló por concurso público: “Nunca en la vida me imaginé que iba a quedar”, confiesa.

En su oficina del Paseo Ahumada se apura a imprimir unos papeles. Rápidamente, y antes de comenzar la entrevista, me entrega un listado de cifras, para que mire en números cuál es la situación real de las abogadas en Chile. Lo primero que queda claro es que las mujeres son mayoría: constituyen el 53% de las egresadas de Derecho y, además, egresan con mejores calificaciones que los hombres. Pero este dato alegre queda borroneado por los siguientes: en las escuelas de leyes el 76% de los decanos son hombres. Luego continúan las contradicciones: en las oficinas de abogados, los que llevan las riendas, los socios directores, son hombres en un 90%. Y así sigue. En el Ranking Partners & Chambers 2018 (que es un índice que mide la evaluación de abogados y abogadas entre sus pares y clientes) cuando se mencionan a los profesionales destacados solo el 11% son mujeres. Razones para explicar estas tristes cifras hay muchas y Magdalena Atria quiere combatirlas.

Hace 10 años formó la Agrupación de Abogadas Mujeres, de la cual es presidenta. “Como en el Colegio de Abogados no pasaba nada, hicimos esta agrupación para ver temas asociados al derecho, como el régimen de sociedad conyugal”, cuenta. “En ese régimen, el hombre es el representante, entonces la mujer tiene que pedir permiso para vender o para hacer cualquier movimiento económico. Eso es totalmente medieval. Yo, las dos veces que me he casado, lo he hecho con separación de bienes”, confiesa.

El año pasado, ya habiendo decidido ser parte del Colegio de Abogados, formó una comisión de mujeres para revisar la situación gremial del género. También, hace poco creó un grupo de WhatsApp con más de cien mujeres abogadas “muy secas en sus distintas áreas”, dice, que es para compartir información. Fue este grupo el que apoyó a Patricia Muñoz para que se postulara al cargo de Defensora de la Niñez.

Pero su acción más bullada ocurrió en el Colegio de Abogados, donde es una de las 3 mujeres miembros del Consejo. Allí impulsó una regla de cuotas que se aprobó en enero y que implica que para las elecciones de consejeros las listas que se presentan deben tener igual número de candidatos hombres y mujeres y, en los resultados, las mujeres no pueden ser menos del 40%. La iniciativa no le gustó a uno de los consejeros, Jorge Correa Sutil, quien decidió renunciar a su puesto.

—¿Cuál es la fundamentación para implementar una regla de cuotas en el Colegio de Abogados?

—La idea es fomentar la participación en el Consejo de más mujeres para que puedan formar comisiones para trabajar en los problemas que a ellas les afectan. Se necesita forzar ciertos cambios y combatir la discriminación. Porque, en efecto, no nos han dado las mismas oportunidades a las mujeres y el talento está repartido aleatoriamente en toda la sociedad: ricos y pobres, altos y bajos, gordos y flacos, hombres y mujeres, negros y blancos, nacionales y extranjeros. Nadie puede decir que si hay un 80% de directores hombres en una empresa es porque no hay un 50% de mujeres aptas para ocupar esos cargos. Es porque no las buscaron. Corregir eso viene a restablecer un equilibrio, no a desequilibrar más.

—La aprobación de esta medida implicó la renuncia de Jorge Correa Sutil.

—Porque él consideró que era antidemocrático, pero a nosotros nos cuesta entender, porque esto es un mecanismo para garantizar la representación de las mujeres y es equivalente al sistema de las cifras repartidoras, por el cual fue elegido Jorge Correa como consejero, y que garantiza la representación de diversos sectores políticos en el consejo. Para nosotros es difícil entender que eso se acepte respecto de los partidos políticos y no de las mujeres.

—¿De qué manera el Consejo del Colegio de Abogados influye en las leyes que se aprueban en el Congreso?

—A nosotros nos convidan para que opinemos sobre distintas leyes. Si tenemos puros hombres opinando vamos a seguir teniendo leyes machistas. Y te insisto, no es que los hombres nos quieran discriminar, es que se trata de problemas y temas que a ellos no les pasan, que no ven y que, por eso, no consideran con suficiente atención. Es muy importante tener abogadas mujeres en temas relevantes como son los contratos de isapres, porque quienes elaboran esas normativas son hombres, a quienes probablemente ni se les cruza por la cabeza lo absurdo del hecho de que a una mujer le cobren más caro porque está en edad fértil y luego, cuando se le acaba la edad fértil, le cobran más porque está vieja.

“Yo no soy chamullera”

“Me dicen que soy bien pesada. Pero yo creo que es porque soy directa y eso en Chile sigue chocando, sobre todo cuando viene de una mujer. Yo crecí en dos culturas que cultivan la comunicación directa. Yo no soy chamullera”, declara Magdalena. Dice que curtió su temperamento en la cultura gringa, ya que allí creció y terminó el colegio, en Connecticut, donde vivió con su familia (su padre, Guillermo Atria, es también abogado). También dice que cuando volvió a Chile, para entrar a Derecho en la Universidad de Chile, le chocó mucho el machismo imperante. “En ese tiempo, a diferencia de lo que hoy sucede, las mujeres éramos el 10% de las estudiantes de Leyes. Y nos hacían comentarios del tipo que íbamos a buscar marido, que estábamos ocupando el asiento de un hombre que sí iba a ser abogado. No es que yo estuviera obsesionada con ser abogada, pero para mí era algo obvio trabajar, ser autovalente y no tener que mirarle la cara a nadie, ni siquiera a mi papá. Entonces fue muy chocante”, confiesa.

—Hoy, las mujeres que estudian leyes son mayoría y tienen mejores notas.

—Sí, en general obtienen los premios universitarios y se demoran menos tiempo en titularse. Pero eso no se refleja después en la vida profesional, donde la maternidad impide su participación en igualdad de condiciones, porque aún se llevan la mayor parte del peso de la crianza.

—Ytambién se ve que las mujeres no tienen puestos importantes en los grandes estudios de abogados, en muchos de los cuales hay padres que trabajan con sus hijos varones.

—Todavía los estudios más tradicionales son así y hay una estructura patriarcal muy enquistada. Por ejemplo, “te mijitean”. Te dicen “mijita” y no es en mala onda, ellos no se dan cuenta, pero te ningunean. O dicen “¿cómo voy a ser machista si tengo puras hijas mujeres?”. Ya, pero ¿cuántas socias mujeres? Ninguna.

—¿Hay también prácticas y estilos que excluyen a las mujeres?

—Por ejemplo, los almuerzos larguísimos o salir a tomarse un trago en la noche con un cliente, eso las mujeres no lo podemos hacer, no sólo por las obligaciones con los hijos, sino también porque se prestaría para malas interpretaciones. En cambio ellos hacen eso con clientes, que generalmente también son hombres: directores de bancos, empresarios. Te hablo de las oficinas donde se cultiva el poder: son los abogados corporativos, inmobiliarios, mercado de capitales, allí se mueve la plata y funcionan como club de Toby. Hacen negocios tomando trago y también jugando golf.

—¿Crees que en el gobierno de Piñera se ha promovido la participación de las mujeres?

—Para mí, la ministra Plá ha sido una revelación. Me da la impresión de que era un tema que no le era natural, que no lo conocía. Lo que pasa es que cuando uno se mete realmente en este tema, se da cuenta del nivel de arbitrariedad y de discriminación que hay contra las mujeres.

—¿Estás de acuerdo con la despenalización total del aborto?

—Totalmente. Me consta que lo que se castiga en Chile es la pobreza, solo los pobres van a la cárcel.

—¿No eres católica?

—No.

—¿Y cómo es trabajar en una institución pública del gobierno de Piñera?

—Yo soy de centroizquierda, pero trabajo para el Estado. Me interesa que al país le vaya bien

—Dices que no eres feminista, pero tu discurso es feminista.

—No sé si es un discurso. Yo simplemente constato que efectivamente somos discriminadas, que efectivamente hay muchas cosas que cambiar y me importa que las cosas funcionen mejor para las nuevas generaciones de mujeres. No sólo estoy peleando por mí, porque quizás no alcance a disfrutar de los cambios que pueden producirse. Soy una mujer chilena híper privilegiada y así y todo me he sentido discriminada, porque teniendo las mismas capacidades, no me invitan a ciertas situaciones.

—¿Y cómo se construyó tu privilegio?

—Por pura suerte, por haber nacido en la familia que nací. Acá no hay meritocracia, porque no hay igualdad de oportunidades. En Chile la movilidad social es mínima. Precisamente por mi posición de privilegio siento que mi responsabilidad es hablar por las que no pueden hablar.

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