Por Andrés Nazarala@andresnazarala

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La historia detrás de “Entre la razón y la locura” ha generado más interés que la película misma. En 1999, cuando Mel Gibson era apuntado como uno de los actores y directores más connotados de Hollywood, adquirió los derechos de la novela “El cirujano de Crowthorne”, de Simon Winchester, para llevarla al cine, pero terminó involucrándose intensamente en “La pasión de Cristo”.

Pasó el tiempo y el proyecto fue sufriendo modificaciones hasta que el iraní Farhad Safinia, guionista de “Apocalypto”, terminó ocupando la silla de director. La cinta se rodó en 2016. Sean Penn y el controversial Gibson (ahora de capa caída, condenado por una industria políticamente correcta) se reservaron los roles protagónicos. Pero el largometraje no vio la luz. Tras una larga batalla legal, quedó congelado. Hasta ahora.

El escenario es la Inglaterra de fines del siglo XIX. El filólogo James Murray (Gibson) trabaja en la primera edición del Diccionario de Oxford. Es una tarea titánica y ambiciosa que lo lleva a planear una estrategia: abrir la convocatoria para que personas de todo el mundo envíen definiciones que puedan ser incluidas en la obra. Para su sorpresa, Murray recibe miles de términos para agregar a su catálogo de parte de un doctor estadounidense y veterano de la Guerra Civil, William Chester Minor (Penn), que vive recluido en un psiquiátrico luego de que matara a un hombre. La singularidad de la historia radica en cómo un erudito y un loco terminarán estrechamente unidos por el lenguaje.

Debido a los cambios que sufrió el proyecto a lo largo del tiempo, y probablemente porque fue adaptada por tres guionistas, “Entre la razón y la locura” se pierde en subtramas y enredos argumentales que no aportan. Las buenas actuaciones de Gibson y Penn (nos habíamos olvidado de lo convincente que es cuando debe interpretar personajes radicales) se ven opacadas por un guion que acoge un puñado de lugares comunes propios del melodrama televisivo. El mayor valor de “Entre la razón y la locura” es, digamos, informativo. Nos da la posibilidad de conocer una historia fascinante. Agradezcamos la intención.

“Entre la razón y la locura”. Dirección: Farhad Safinia. Con Mel Gibson, Sean Penn, Natalie Dormer. Irlanda, 2019. Duración: 2 horas 4 minutos. INTERESANTE.

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Basada en una conocida leyenda del folclor mexicano, “La maldición de la Llorona” comienza con una mujer ahogando a sus hijos por despecho en el México del siglo XVII. Cuando la película salta a Los Angeles, en el año 1973, sabremos que lo que acabamos de ver regresará como una maldición. No es necesario ser un experto en cine de horror para entender esta operación. Lo que viene es, obviamente, la presentación de las víctimas. Se trata de una familia, como dicta la convención, en este caso compuesta por una mujer viuda y sus dos hijos pequeños. Ella es trabajadora social, especializada en la protección de niños, y comienza a notar un patrón sobrenatural a partir de un extraño caso de asesinatos. Como espectadores, sabemos que la Llorona ha regresado. Por supuesto que la protagonista tardará más en darse cuenta y, en el proceso, iremos perdiendo la atención.

El realizador Michael Chaves, respaldado por los productores de la exitosa “El conjuro”, construye una película de horror tan poco imaginativa que atenta contra nuestra capacidad de asombro. Predecible y llena de malas decisiones, “La maldición de la Llorona” es comida rápida con guacamoles. La misma receta de siempre matizada con un nuevo adorno. Ahora bien, hay un público cautivo que consume este tipo de productos. Una audiencia complaciente que paga para ver más de lo mismo. Esto es para ellos.

“La maldición de la Llorona”. Dirección: Michael Chaves. Con Linda Cardellini, Raymond Cruz. EE.UU., 2019. Duración: 1 hora 33. MALA.

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Jorge

Coulón sugiere:

“La serie ‘Peaky Blinders', en Netflix, que narra diez años en el surgimiento de una banda de mafiosos gitanos que participaron en la Primera Guerra Mundial. Es fuerte, compleja y muy interesante para la gente a la que le gusta la historia”.

El músico, quien aparece en el documental “Santiago, Italia” de Nanni Moretti, actúa junto a Inti Illimani para homenajear a Víctor Jara, el 18 de mayo, en el Teatro Coliseo.

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No podría ser de otra manera. El afiche de la 72a edición del Festival de Cannes homenajea a la cineasta Agnès Varda, fallecida el 29 de marzo, con una imagen en que la vemos sosteniendo una cámara de fuelle con tan solo 26 años de edad. Su muerte repercutió también en el streaming. MUBI, el Netflix del cine de autor, subió algunas de sus películas. Son ejercicios de experimentación y humanidad —todos realizados en la década del 60— que demuestran su singularidad en el panorama cinematográfico.

Se pueden ver “Tío Yanco” (1967), breve documental en el que la directora sale en busca de un tío desconocido que vive como hippie sobre las aguas de Sausalito, en San Francisco; “Le bonheur” (1965), uno de sus mejores largometrajes de ficción, centrado en el affaire de un carpintero; “Black Panthers” (1968), la mirada detallista y sensible de Varda a la revolución de los Panteras Negras, y “Lions Love” (1969), agudo retrato del fin de las utopías generacionales. La gran abuela del cine sigue entre nosotros.

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