Aunque mi trabajo diario es escribir columnas sobre relaciones exteriores para The New York Times, pensar en golf y jugar golf tan frecuentemente como me sea posible, es el hobby que me consume. Así que, como millones de personas, me maravilló el épico regreso de Tiger Woods para ganar el Masters de Augusta, el domingo pasado, a los 43 años.

¿Qué se puede aprender de esto?

Para los no golfistas es difícil apreciar el alcance del logro físico y psicológico de Tiger, después de superar cuatro cirugías de espalda y la exposición global de sus enredos e infidelidades.

Si pienso en las noticias que normalmente cubro, esto sería como si Bill Clinton regresara y derrotara a Donald Trump en las elecciones presidenciales del 2020.

La lección más importante para mí es el recordatorio de que el golf es el deporte más parecido a la vida, porque se juega en una superficie irregular. Los buenos y los malos rebotes de la pelota son parte central del juego, y gran parte del éxito en el golf es cómo tú reaccionas ante esos buenos y malos rebotes. ¿Renuncias? ¿Haces trampa? ¿Te quejas? ¿Culpas a tu caddie?

¿O dices lo que dicen los grandes golfistas cuando su pelota termina en un divot en medio del fairway desde donde solo un gran golpe podría salvar el hoyo? Todos ellos dicen a sus caddies las mismas dos palabras: “Mira esto”. Y luego se despachan un tiro notable que vuela a través de los árboles, pasa sobre la colina y la trampa de arena, evita la laguna a la izquierda y aterriza justo en el en medio del green; que es exactamente el disparo que Tiger hizo en el Hoyo 11 desde la arboleda, en Augusta National el domingo pasado.

Hacer eso bajo presión es sorprendente, pero no es solo suerte o pura fortaleza física. Se trata de práctica, horas y horas y más horas. Gary Player solía decir: “Cuanto más practico, más suerte tengo”. Y ahí es donde, para mí, comienza el sentido de la proeza de Tiger: su disposición a comprometerse con interminables horas de rehabilitación física y luego interminables horas de práctica. ¿Cuántos de nosotros tenemos esa voluntad de hierro? La parte física es lo de menos.

El año pasado escribí el prólogo de un libro de golf de mi profesor, en el que argumenté que lo que hace que el golf sea tan difícil, pero también tan gratificante cuando lo haces bien, es que tienes que combinar cuatro cosas: física, geometría, geografía y sicología. El genio de Tiger el domingo, y tan a menudo a lo largo de su carrera, fue su habilidad para dominar estos cuatro factores mejor que nadie.

¿Cómo lo hizo? Bueno, cada swing de golf siempre comienza con un cuestionario de geografía: ¿A qué distancia se encuentra ese objetivo y cómo se emplaza en el paisaje? ¿Está elevado? ¿Hay que cruzarlo a través de una laguna?

Luego la geometría: ¿A qué ángulo y velocidad tengo que lanzar esta pequeña bola blanca para sacarle provecho a esta geografía y acercarme lo más posible al hoyo, teniendo en cuenta el viento y la temperatura?

Enseguida toca la lección de física: ¿Cómo muevo mis brazos, mis piernas y mi peso? ¿A qué velocidad, torque, backswing y posición de la bola para asegurar que mi pequeña bola blanca resuelva este enigma geográfico y geométrico y aterrice lo más cerca posible de mi objetivo?

Y, finalmente, qué actitud emocional y psicológica necesito para aumentar las probabilidades de que mi cuerpo se mueva de modo de lograr la solución geométrica y geográfica que diseñé en mi cabeza. Como cualquier golfista lo reconoce, no hay mejor puzzle en el mundo que resolver ese rompecabezas con tu cuerpo y ver tu pelota de golf elevarse hacia su objetivo con la geometría perfecta en el contexto de una geografía impresionante.

Tiger hizo eso varias veces el domingo, y tú podías sentir la energía, el placer; nunca más intensamente que en el peligroso Hoyo 16 del Masters, cuando él lanzó su pelota con un arco perfecto sobre el agua, frenando suavemente de derecha a izquierda con el terreno y luego aterrizando en el círculo preciso de 60 cms. de diámetro para que luego rodase 6 mts. por la pendiente y se detuviera 40 cms. del hoyo. Geografía, geometría, física y psicología, todas funcionando en perfecta armonía.

No se puede subestimar el aspecto psicológico de ese tiro. El golf es un juego mental. Y si algo te distrae, nunca juntarás la geografía, la geometría y la física a un nivel necesario como para triunfar en el golf profesional. Es por eso que el juego de Tiger se deterioró el 2009, en el momento en que sus infidelidades comenzaron a ser un comidillo mundial, y eso sucedió mucho antes de que su espalda se rindiera. Podrías verlo cuando Tiger atravesaba una galería repleta de fanáticos. Sus ojos nunca querían encontrarse con los de sus fans, porque él sabía que ellos sabían que se había comportado como un imbécil.

Lo que estaba en su cabeza se tradujo en sus manos, y se tradujo en su tarjeta. Durante más de una década, no pudo ganar un major hasta que su espalda se curó y él se quitó de la espalda el demonio de sus propias felonías, convirtiéndose en un buen padre y una mejor persona para sus fanáticos y sus colegas golfistas. Se le podía ver mirando a los ojos a todos en el último par de años y, finalmente, desbloqueó las relaciones con sus fans. Les dio permiso para alentarlo de nuevo, a voz en cuello, dejando atrás todas las decepciones que les había causado. Y eso claramente abrió su mente, y estoy seguro de que su cuerpo también, para que su swing fluyera libremente otra vez.

Y esto conduce a otra forma en que el golf se parece tanto a la vida. Cada ronda es un viaje y, como todos los viajes de la vida, nunca es una línea recta. Siempre está lleno de rebotes locos, errores auto infligidos y desvíos inesperados, y por lo tanto siempre es un viaje de descubrimiento sobre tú y tus compañeros de juego. Y, si te encanta el juego, es un viaje eterno en busca de superación personal, siempre tratando de que tu geografía, geometría, física y psicología estén en perfecta alineación.

Y cuando tu lo ves al más alto nivel, en la cancha más difícil, bajo el foco más intenso de alguien que lo tuvo, lo perdió y luego lo recuperó, solo se puede decir: “¡Qué privilegio! Vi a Tiger renacer y ganar el Masters a los 43 años.”

LEER MÁS
 
Ver Más Publicidad