Iván Valenzuela: Veníamos de la dictadura. La dictadura no es un cliché ideológico. En mi universidad desaparecía gente. Eso era en serio, era de verdad. Yo escuchaba la Cooperativa todos los días y te levantabas en la mañana pensando: “Chucha, a quién van a detener hoy o qué va a pasar hoy”. Era todo muy intenso. Y como dice un amigo, Eduardo Arriagada, nos dolía Chile. A nuestra generación le preocupaba la política. Y en esa época mucho más porque era muy fundamental (…). Yo no estaba en el Frente ni era del Partido Comunista, pero cuando había protestas en la universidad, yo iba. No tiraba piedras porque yo era de la no violencia activa, pero, puta, mis amigos sí. Y a mis amigos los detenían, a mí me detuvieron una vez. A todo el mundo lo detuvieron.

Ángel Carcavilla: Estábamos recién practicando la democracia en esa época, entonces se estaban abriendo un montón de espacios (…). Había ciertos miedos, recién estaban revelándose cosas, todavía existían acostumbramientos a algunas maneras de censura y sobre todo había una necesidad de decir muchas cosas, pero, por otro lado, había una parte que tenía muchas ganas de reprimir.

Rafael Gumucio: Era un ambiente político y social raro, con consensos un poco forzados. En los primeros años de Aylwin todos aceptamos el pacto, todos estuvimos de acuerdo, pero, para mi gusto, el gobierno de Frei fue la prolongación de ese pacto un poco artificial. Fueron años de crecimiento económico gigantesco, pero también de silencio. Años muy chatos. Igual pasaban cosas, aunque todo en una onda medio hedonista. Mucha cocaína, mucha plata, mucho placer. Bien poco diálogo y debate. Era una época de una paz forzada, pero igual era una época próspera. Todos los años ganabas más (…).

Iván Valenzuela: Cuando ganamos el plebiscito y después cuando gana Aylwin, lo que viene es un cierto wishful thinking. Es como la sensación de “ahora sí que todas las cosas cambiaron”. Pero en rigor no cambió nada. O sea, el comandante en jefe del Ejército decía unas hueás increíbles (…). Sin embargo, teníamos una cierta sensación de que podíamos salir a la calle tranquilos, de que las cosas habían mejorado sustantivamente. Y entonces, es como decía Julio Martínez: “Ahora volvamos a lo nuestro”. Ahora podemos hablar de R.E.M. porque se fue Pinochet.

Marco Silva: Cuando salió el No, y mi generación confió en eso, era bastante increíble pasar a la democracia después de un plebiscito. Haber fortalecido la democracia y ganado la elección fue súper potente. Pero rápidamente las concesiones —que Pinochet estuviese todavía en la comandancia en jefe del Ejército y un montón de cuestiones— generaron un ambiente de falta de credibilidad. Era una sensación de que no se podía hacer nada, un ambiente cerrado y, de repente, con la Zona de Contacto, con radio Rock & Pop, la revista y lo que terminaría siendo el canal, podíamos hacerlo todo (…).

Ángel Carcavilla: Y de repente: “Bienvenidos al poder”. Fue bien impresionante y el ánimo era más bien optimista.

Marco Silva: Estábamos demasiado reprimidos. Más allá de la figura de Pinochet, había una cuestión que teníamos que transgredir o hacer. Esa era la sensación: una sensación que tenía que ver con una generación más Los Prisioneros, más punk, que una generación más Silvio Rodríguez, donde todo era más meloso.

Marcelo Contreras: Había una especie de efervescencia cultural que fue decantando y disminuyendo a medida que iba avanzando la década. Esto era mucho más fuerte a comienzos de los noventa, en los años de Aylwin, que en los años de Eduardo Frei (…). Estaba esta sensación de que los jóvenes podían expresarse a través de medios de comunicación y podían tener una mirada.

Ángel Carcavilla: Básicamente, existía la Zona de Contacto. El Wikén, en esa época, tenía mayor fama. Estaba MTV también. Estaba haciéndose recién cine chileno. Había harta efervescencia y la sensación de mi generación era que tenía hartas posibilidades de hacer muchas cosas. La generación anterior había luchado en dictadura, algunos fueron absorbidos, otros se pelearon. Ellos eran de treinta y tantos, nosotros de veinte y algo. Nuestra generación era más fresca, estaba más sana o era más ingenua (…), el grupo al que yo me vinculaba empezó a asumir cargos súper importantes en los medios: de editores, directores.

Iván Valenzuela: Lo que nosotros pensamos, yo creo que inconscientemente y con un poco de voluntarismo, es que era el momento de normalizar las cosas y de celebrar y de pasarlo bien. Y por eso podíamos ser frívolos. Y por eso podíamos tocar la música que tocábamos y hueviar como hueviábamos en la Rock & Pop o hacer los chistes que hacíamos en la Zona de Contacto. Había una cierta inconsciencia del estado de las cosas.

Marco Silva: Éramos los mismos que veníamos juntos desde los ochenta, desde estudiantes. Somos los mismos que fuimos a la Zona de Contacto, los mismos de la Rock & Pop, fue ese grupo, que finalmente son los que estuvieron en todos lados. Era eso: cursos que salieron entre 1987 y 1992 y se fueron a los medios a expresarse. Lo que hicimos ahí fue hacer las cosas que hace diez años estábamos pensando que se podían hacer. Y en nuestra transición entre los 20 y los 30 años tratamos de hacerlo todo.

Marco Silva: Ya en 1994 la cuestión comenzó a friccionarse, cuando aparecen la radio Rock & Pop, algunos recitales, cosas a las que no estábamos acostumbrados. De repente se fue abriendo la cabeza. Empezaron a aparecer varias cosas: la Zona de Contacto, la Rock & Pop. Empezaron a haber expresiones masivas de algo aunque todavía eran bastante cerradas (…). De hecho, la Rock & Pop misma se formó por coaliciones de alumnos destacados de varias universidades, también una élite. Había mucha gente que venía de la Chile, de la Portales, de la Católica. De mi escuela también —el IPS que después fue la UTEM—, una universidad en tiempos en que no existían mucho las universidades privadas. Eran los mismos. Yo era compañero de la Carolina Delpiano. Tenía muchos compañeros que participaron en Rock & Pop. O gente de Periodismo de la Chile, que eran amigos míos. De ahí venía Pedro Peirano, Álvaro Díaz. De la Católica, la misma generación: Iván Valenzuela, Consuelo Saavedra, Monserrat Álvarez.

Rafael Gumucio: Cuando nació la radio Rock & Pop yo ya llevaba varios años colaborando en medios (…). Escribí en la APSI, en La Nación, en Zona de Contacto escribí un poco y, claro, uno se topaba con la misma gente en todos los lugares. Eran casi todos recién salidos de la Católica, todos con mucha hambre, mucha ansiedad. Había una sensación de que éramos una generación dorada.

Marcelo Contreras: Yo creo que hay una figura aquí que es insoslayable, para bien o para mal, que es la de Alberto Fuguet. Al menos en mi generación. Él con otros paladines del periodismo de aquel tiempo, como Iván Valenzuela, por ejemplo, eran gente que estaba muy atenta a lo que sucedía en Estados Unidos. Era gente que básicamente leía la Rolling Stone. Fuguet es un tipo que, de una forma u otra, constituye una generación de gente e hizo una especie de taller, es lo que representó en la Zona de Contacto. Era un periodismo que tenía que ver con un lenguaje más relajado, que trataba de alejarse de los formatos. La Zona de Contacto tiene esta paradoja de que está criada bajo el alero de El Mercurio que es, cuando conviene, la formalidad misma del periodismo y el oficialismo. Pero básicamente tiene que ver con un relajo del lenguaje y con interpelar al lector directamente, sin todas estas distancias del periodismo tradicional a través de la mal comprendida objetividad. Le hablabas de tú a tú al lector y había mucha primera persona, había una perspectiva como de experiencia, de lo que a ti te había pasado, de lo que tú sentías. Esos yo creo que eran los rasgos que tenía ese periodismo.

Rafael Gumucio: Nosotros nos rebelábamos, pero evidentemente el líder de la época era Fuguet, aunque a nosotros no nos gustaba. Además, yo tenía la dificultad de que compartimos el taller de Skármeta con Fuguet, lo conocíamos entre amigos y no amigos. Con Alberto no éramos amigos, pero sí cercanos.

Alberto Fuguet: Sólo me sentía un líder en días malos. O trataba de pensar que no era cierto. No me quiero sonrojar. Todo habría sido muy distinto para mí en la vida si yo hubiera dicho “lo soy”. Páguenme o síganme los buenos. A lo mejor me incomodaba. Creo que a diferencia de Gumucio, que siempre ha querido ver cuánta gente te quiere, para mí siempre ha sido muy importante saber quiénes te odian.

Iván Valenzuela: El Mercurio era la raja porque tenía todos los medios. Era increíble en esa época. Tenía un sistema de cables: yo podía leer Rolling Stone casi en línea porque era una especie de internet. Porque la Rolling Stone te la conseguías meses después en la Librería Nacional. Era como nuestra Biblia (…), estaba la información, la manera de escribir, la manera de hacer periodismo. Rolling Stone era un referente en todo lo que fuera cultura pop. Estados Unidos para mí era muy fundamental.

Alberto Fuguet: (…) A lo mejor uno accedía a algunas revistas, hacía un esfuerzo. En el cine uno tampoco podía ser tan loco porque no había internet. A veces trataba de arrendar el video que nadie arrendaba. Igual había mucha música circulando, había disquerías y eso implicaba que uno podía escuchar otro tipo de música como The Sugarcubs, donde estaba Björk, y no necesariamente lo que estaba en la radio. Había material acá. Gente que viajaba, amigos. Había azafatas que traían revistas. Pero no es que fuera una vanguardia. Lo que pasa es que los medios no se hacían cargo de eso.

Iván Valenzuela: Lo que nos pasaba a nosotros, a mí y al Freddy Stock que entramos juntos a trabajar, era que veíamos esto y lo único que leíamos en los diarios era que, y este es un ejemplo que he contado, a Gustavo Cerati le tiraban ropa interior al escenario. Nadie hablaba de música realmente.

Alberto Fuguet: Toda la gente mayor de 35 años que tenía poder en los medios de repente se dio cuenta de que no cachaba lo que estaba ocurriendo en el mundo. Y había que reportearlo. ¿Quién lo hacía? Los pendejos con barba y pantalones apretados. Me acuerdo perfecto de una anécdota: una periodista de Wikén que no voy a mencionar, encantadora y cuica, cuica, cuica, la mandaron a entrevistar a Soda Stereo y no entendió nada. Volvió con su cartera diciendo “no sé si son maricones, drogadictos. Si son buenos o malos”.

Marco Silva: Creo que nos despegamos de la clásica cultura de izquierda —que era la reverencia, el templo sagrado a las figuras de Víctor Jara, Violeta Parra, Inti-Illimani y Quilapayún— después de haber pasado a las bandas con más mensaje, que eran Los Prisioneros y Los Tres; empezamos a tomar prestadas cuestiones más globales, bandas inglesas, bandas gringas. De repente, pasar del cine arte al videoclub, del videoclub al DVD. Fue como una transición de formatos, herramientas y accesos (…).

Rafael Gumucio: Visto con el tiempo, se nota que hubo una operación ahí de parte de El Mercurio y de parte de los medios más tradicionales para darle poder a esta generación por sobre la otra. Pero nosotros no lo veíamos así, no veíamos que estábamos siendo parte de un ejercicio de manipulación histórica. Una vez escribí una columna, una de las pocas que publiqué en la Zona de Contacto, que era un artículo como cagándose en Silvio Rodríguez. Fui muy violento y el cantante de De Kiruza, Pedro Foncea, salió a polemizar conmigo. Pero a mí me encantaba hacer eso, hablar mal de Silvio Rodríguez y cosas de ese estilo. Yo lo percibía como una especie de continuación de lo que hicieron Los Prisioneros en los ochenta. Eso era lo que pensaría cualquiera en el Canal 2, eso es lo que sentíamos que éramos nosotros: los continuadores de Jorge González.

Sergio Lagos: Los noventa eran el momento para todo. Era el momento para que la Concertación hubiese arreglado el problema de la educación. Era el momento para que la Concertación hubiese hecho algo de verdad por la salud en Chile. Era el momento para haber protegido ciertos bienes nacionales versus la venta masiva que ocurrió. Era el momento para que la gente joven, que estaba llegando a los medios, lograse hacer mejores cosas.

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