A esta U le falta mística, garra, corazón”…

Lo único que quiero es tomar un equipo, pero no me han llamado. Puede que acá la experiencia no pesa mucho”.

Cuando uno es DT, duerme con los cambios en la cabeza, duerme con las caras que le van a poner los jugadores. Eres una isla”.

Llevaba un tiempo dedicado al negocio de una imprenta Jorge Socías cuando, en 1992, Arturo Salah lo invitó a que volviera al fútbol y se sumara al cuerpo técnico que tenía a su cargo en Universidad de Chile. Dos años después, a pocos días de partir al Monterrey de México, Salah lo llamó de nuevo, pero para decirle que ya no sería más el segundo a cargo, sino su reemplazante. El mundo se le vino encima a Socías, por la responsabilidad y por una premonición que, hasta hoy, dice que no tiene explicación.

“Es muy extraño, algo que nunca me expliqué, porque siempre supe que iba a llegar para sacar campeón a la U. No me pregunte cómo, pero era de antes que me nombraran. Por ejemplo, iba y le decía a alguien: voy a sacar campeón a la U”, dice.

Habían pasado entonces 25 años desde que el club azul no conseguía un campeonato. Ahora se cumplen otros 25 años desde aquella campaña de 1994, que culminó con el penal convertido por Patricio Mardones en El Salvador, y con el primero de los dos títulos consecutivos que se anotó Socías desde que tomó el mando en un momento crítico, con el poderoso reinado de Universidad Católica al frente, con Manuel Pellegrini como técnico y con Néstor Gorosito y Alberto Acosta como figuras rutilantes.

—Por estos días, la U no convence en la cancha y vive una crisis de liderazgo. ¿Qué opina de un presidente renunciado como Carlos Heller y amenazado de muerte?

—Hay muchas amenazas de muerte que son a la bandada. Heller, si bien es el responsable como presidente, no es el culpable. Yo creo que a él lo mueven muy buenos sentimientos por la U. Tenía la mejor de las intenciones, y sí creo que estuvo mal asesorado.

—¿Cómo puede estar mal asesorado alguien que triunfa en tantas áreas de negocios?

—No se hicieron cosas que se tuvieron que hacer: haber tenido más gente de fútbol. Acercarse a las raíces. Es lo extraño, porque cuando usted está en el fútbol, puede ser arquitecto, ingeniero, cualquier cosa, pero no conozco futbolistas que estén en un banco, en las empresas. Cada uno en su lugar. El consejo de Universidad de Chile tiene muchos profesionales que saben mucho de negocios, pero de la pelotita, ahí les falta. Se convencen de que saben, que están asesorados por empresarios, pero esos empresarios hacen su negocio. Tiene que haber alguien de fútbol que pueda guiar. O en Europa son tarados que dejan a los exjugadores en las gerencias técnicas.

—¿Cuál cree que es la razón de fondo de la crisis?

—A esta U le falta mística, garra, corazón. Vi unos partidos en los que como que les da lo mismo perder o empatar, sin ningún esfuerzo. Antes había más compromiso. Está bien que los jugadores cobren, que no les pase lo que a mí como jugador, que en los días malos me pedían rebajar mi sueldo, yo aceptaba, y de un día para otro me dijeron, te vas.

Lecciones del 94

El exdelantero azul de los años 80 desmenuza el frágil momento en 1994, cuando asume como DT de la U y convierte una crisis en un éxito, lo que no puede ser un contraste más grande con el actual momento, a cargo de Alfredo Arias.

“Me nombran técnico y me pilla de sorpresa. El club tenía muchos problemas económicos, con una cabeza complicada, que era el doctor (René) Orozco. Yo estaba tranquilito en mi puesto, porque la verdad es que es bastante agradable ser segundo, a diferencia de lo otro. Si bien yo estaba preparado por los conocimientos, por haber jugado, no estaba preparado para recibir ese tonelaje de equipo. Había gente de peso y experiencia, como Rogelio (Delgado), (Sergio) Vargas, y aunque creo que nadie lo sabía, era un momento muy delicado.

—¿Qué era lo que no se sabía mucho?

—Era un momento complicado institucionalmente. Es cuando se manda una carta de parte de Lucho Musrri a la prensa para reclamar que no nos pagaban. Porque en el 94, en lo económico, vivíamos en un polvorín, y eso explotaba en cualquier momento. Si los de Católica hubiesen sabido, se suicidan y tendrían que haberse pegado tres balazos todavía. Vivíamos en una fragilidad tremenda, constante. Además, yo asumo, y el plantel resiente mucho la ida de Arturo, le afecta psicológicamente.

—¿Alguna vez pensó dar un paso al costado?

—Yo soy de carácter fuerte, pero pasaba noches insomne, porque cuando uno es entrenador, duerme con los cambios en la cabeza, duerme con las caras que le van a poner los jugadores. Cuando usted es entrenador, usted es una isla. Perdimos el primer partido 3-0, estuvimos mal otros tres y estuve a punto de renunciar. Llegaba a mi casa y decía qué hago con este buque. Y parece que el Señor me tira un cachito de suerte y empezamos a ganar, sin perder ningún partido más.

—¿Qué hizo para marcar una diferencia?

—Se le sueltan las riendas al equipo, se le da más libertad en la pasada de los laterales. Siento que es un equipo que estaba reprimido, que tenía más posibilidades. Como toda persona de fútbol que tiene sus ideas, yo le había comentado antes a Arturo que pensaba que tenían que jugar otras personas. Hago algunos cambios. Fuentes queda de stopper, por ejemplo y Rogelio de líbero. Luis Abarca lo hacía bien como stopper, pero Ronald tenía otras características. Y al final, siendo los dos líberos, hacen una buena dupla.

—¿Muchos malos ratos?

—Hasta el día de hoy, Abarca me saca en cara, amistosamente, que lo saqué del equipo. Pero es cierto, ver las caras de los jugadores cuando algo no les gusta, no es fácil. Me pasó, por ejemplo, con Rogelio, cuando decidí sacarlo del equipo por una fecha. Imagínese. Rogelio era inamovible y luego tenía que estar con él en la banca mirando el partido. Lo ganamos y ahí pude demostrar que era yo el que mandaba. Fue una señal para el equipo de mi autoridad.

—No es menor que le haya tocado manejar el despegue de Marcelo Salas.

—Marcelo era diferente. Lo tenía en la juvenil y le había dicho a Arturo mucho antes que creía que tenía que jugar en el primer equipo. Y por esas reglamentaciones que tiene que jugar un sub 20, entra haciendo goles y no salió más. El año 93, lo iban a prestar, y de ser así, no habría jugado el 94. Goldberg estaba a punto de retirarse. Arturo no lo consideraba, era cuestión de gustos. Y Goldberg tiene la suerte de la mala suerte de otro, cuando Luis Guarda sale con lo del doping en un partido con Coquimbo. Ocupa su lugar porque Guarda es suspendido. Y ahí hay algo de lo que me arrepiento, porque, por mi inexperiencia, lo manejé mal. No lo apoyé tanto. Si me tocara de nuevo, apoyaría más a la persona.

—¿Aquel campeonato se obtiene con el partido clave ante Universidad Católica en la segunda rueda?

—Los de Católica tendrían que suicidarse, porque la ventaja que tenían sobre nosotros en todo era notable. Empezamos a remontar punto por punto y ellos se relajaron un poco, hasta que el león estaba encima. Me gustaría dejar en claro los llantos de Católica. El famoso penal en El Salvador. Para serle sincero, cada vez que lo veo, es más penal. No es un penalote, pero veo el empujón. Pero también dejo en claro que si nos cobran un penal dos fechas antes contra La Serena, hubiéramos sido campeones antes. Son cosas del fútbol y cada vez siguen llorando. Escucho a Pellegrini, a Gorosito, cada vez que les tocan el tema. El partido con Católica es clave, pero para mí es más clave el que ganamos en Calama ante Cobreloa, 4-2. Jamás habíamos ganado allá. Hay una movida estratégica. La televisión tenía que cambiar un partido y nos preguntan si podemos. Entonces, dije que aceptábamos, siempre y cuando nos cambiaban de horario el partido con Cobreloa en unas fechas más, de las 4 de la tarde a las 8 de la noche. Nos aceptan y eso sí fue clave.

Palermo por 80 mil dólares

Visto a la distancia, es raro el caso de Socías, un técnico que alcanzó el bicampeonato, y pese a eso, salió bruscamente de Universidad de Chile.

“Después de lograr el segundo campeonato, el 95, se decide ir a la pretemporada a Miami. Antes de salir, me reúno con Orozco y afinamos todos los puntos de mi nuevo contrato. Nadie presagiaba lo que iba a pasar. Estaba explícitamente escrito que no podía llegar ningún jugador sin mi venia. Y en Miami me avisan que estaban contratando a un jugador más conocido como el “Pícaro” Fernández. Llamo para decir que no se haga, porque incluso me informé llamando a Argentina para saber quién era este jugador. Y Fernández era el tercer reserva en Vélez Sarsfield, siendo que nosotros estábamos hablando de jugadores de un millón de dólares para pelear la Copa Libertadores. Contratan a este señor, que por lo demás no tiene ninguna culpa, yo me vengo de Miami, Orozco se reúne con la misión directiva y me echan.

—¿Cómo era su relación con Orozco?

—Bien, pero no teníamos una relación, era algo profesional. Pocas veces me reunía con él. Más mala que buena.

—¿Se puede comparar este momento de la U con lo que vivió usted?

—Es distinto. Esa era la Corfuch, con otro espíritu. Era un tiempo en que no se traían 10 jugadores, al revés, solo dos refuerzos que eran refuerzos. Yo iba a buscar un 10 a Argentina, y cuando me siento en el avión, me avisan que Rogelio Delgado renuncia y que tengo que traer un central. Me reúno con mis conocidos y me llega el dato de Traverso. Y ahí me pasa al revés, porque cuando llega Traverso, no da pie en bola. Era el líbero. Y de repente, mirando un video de él en Argentinos Juniors, lo veo salir a una pelota lejos del área chica. Y ahí digo, estoy puro hueveando. Ronald volvió de líbero y Traverso paso a ser stopper. Un par de años después era capitán en Boca Juniors. Por eso me llama mucho la atención de que en la Universidad de Chile actual no haya una persona de fútbol, que haya jugado, que entienda de esto, que pueda guiar. El único fue Ronald Fuentes, que duró uno o dos años. Uno ve otras cosas. ¿Le cuento algo?

—Por favor.

—En esa misma gira del 95 habíamos ido a ver al “Mago” Capria. Vimos cuatro o cinco partidos. Y justo en el estadio se jugaba un partido de la Primera B, entre Estudiantes de La Plata y All Boys. Pregunté de inmediato por un jugador que me encantó. El empresario se sorprendió y me dice, lo saco por 80 mil dólares. Si llevamos al grandote, dije, este hace tres goles de cabeza por partido. Se habla con Orozco y nos dice: “Pero si vamos a ir a jugar la Libertadores, cómo vamos a traer un jugador de 80 mil dólares”. Nos perdimos a Palermo.

—¿Martín Palermo?

—Claro. Pude haber traído a Palermo a la U y ni él lo saben. Y sabe que hace cinco años dije que hay que ir a Venezuela a buscar a jugadores de 15 o 16 años. Por la formación, por el avance de Venezuela. Cabros de 21 años que tienen condiciones de locos, terminar de formarlos aquí, con cultura física y táctica.

—¿Sigue pensando como técnico?

—Lo único que quiero es tomar un equipo, pero no me han llamado. Puede que acá la experiencia no pesa mucho.

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