Fue lo más discriminador que he escuchado en mi vida. Si hubiera sido en Chile

lo habría garabateado”.

“No puedo pasar por alto, no voy a olvidar ni permitir que en la apertura de un congreso donde hay una audiencia europea y latina, que quizás escuchan por primera vez la historia de mi pueblo, un Premio Nobel haya hablado tan mal de nuestros pueblos originarios”.

Así comenzó el sábado Graciela Huinao su intervención en el 8° Congreso Internacional de la Lengua en Córdoba, Argentina. La escritora y poeta mapuche participó en la mesa titulada “Poesía de lenguas originarias” —junto a las trasandinas Liliana Ancalao y Viviana Ayilef—, pero sabía que antes tenía que decir algo.

No sabía bien qué, pero llevaba cuatro días “con un nudo en la garganta” tras escuchar, en vivo y en directo, la exposición de Mario Vargas Llosa en la inauguración del evento, el miércoles.

El escritor peruano fustigó el pedido del Presidente de México, Andrés Manuel López Obrador, de que tanto el Papa como la Corona española pidieran perdón por sus excesos durante la conquista de América.

“Tendría que habérsela enviado a sí mismo y responder por qué México, que se incorporó al mundo occidental hace 500 años y desde hace 200 disfruta de plena soberanía como país independiente, tiene todavía a tantos millones de indios marginados, pobres, ignorantes y explotados”, dijo Vargas Llosa.

Algo que Graciela presenció en pleno Teatro San Martín. “La verdad es que, si lo hubiera dicho en Chile, le habría tirado un par de garabatos. Pero sólo porque estábamos en un congreso internacional y en otro país me contuve”, reconoce hoy, ya de regreso.

“¿Cómo lo digo?

¿Cómo lo hilvano?”

En 2014 Huinao se convirtió en la primera indígena en ser aceptada como miembro de la Academia Chilena de la Lengua. Sabía que no podía quedarse callada, pero no tenía claro cómo hacerlo.

“Yo sólo iba a recitar y presentar un poco de mi obra, pero tenía rabia e impotencia”, recuerda. “Lo que dijo fue lo más xenofóbico y discriminador que he escuchado en mi vida”.

Y aunque su fuerte es la escritura, decidió no apuntar nada. “Fue todo improvisado”, agrega. “Debo reconocer que no estaba nada serena, estaba tensa, nerviosa: ¿Cómo lo digo? ¿Cómo lo hilvano?”.

El resultado: una ovación de pie que no sólo la emocionó a ella y sus acompañantes, sino que incluso interrumpió su discurso.

“Iba a hablar más, mi idea era que fuese más largo, pero el aplauso duró tanto que me cortaron, jaja. Ese fue tal vez el mejor halago”, apunta, orgullosa. “Fíjate que ni siquiera alcancé a mencionarlo… pero obviamente todos entendieron a quién me refería”.

—¿Cómo explicas la reacción de la gente?

—Yo creo que todos esperaban que alguien dijera algo. Estaba ahí, en el ambiente, porque su intervención, en un evento tan importante como ése, no correspondía. En su momento nadie se atrevió, porque Vargas Llosa siempre está rodeado por toda esa cofradía que lo acompaña y que nunca le criticará nada.

—¿Se agrava la falta tratándose de un Nobel?

—¡Por supuesto! De hecho, se supone que es un líder de opinión, alguien letrado, pero en todo caso no creo que hable desde la ignorancia, sino que representa una forma de pensar que sufrimos en Chile y Latinoamérica a diario. Esa falta de respeto hacia los orígenes, hacia la historia. Y por eso no me podía quedar callada.

—¿Hubo repercusiones? ¿Temiste por lo que vendría después?

—Para nada, y la reacción posterior me lo confirmó. Cuando terminó el panel, la gente se me acercaba y me saludaba, en la calle me felicitaban. Me saludaron más de lo que hacen en Chile.

Garra de tigre

Nacida hace 62 años en Rahue, a 12 kilómetros de Osorno, su apellido Huinao se traduce literalmente como “Garra de tigre”. Su bisabuelo estuvo en el último levantamiento huilliche en el siglo XIX y su infancia la vivió en un ambiente de seguridad, pensando que el mundo era mapuche.

Pero la discriminación era siempre un tema latente a medida que se abría paso en una sociedad que a veces ve como extraña y hostil. Como reivindicación tituló su primera obra “Walinto” (2001), la comunidad en la que creció.

Ha sido invitada a leer sus trabajos en todo el mundo: desde universidades en EE.UU. hasta festivales de poesía en China.

Siempre con el mapudungun como “mi arma para crear conciencia”.

“Es mi lengua madre, la que llevo en la sangre. El castellano llegó después y no lo pedimos, lo impusieron”, recalca.

“Imagínate, en 130 años sólo se había escuchado español, pero ahora hemos tenido autores y charlas en nuestro idioma natal. Fue una reivindicación, porque no podemos olvidar nunca de dónde venimos, cuál es nuestro origen”.

—¿Lo de Vargas Llosa fue un recordatorio de que es una pelea más vigente que nunca?

—Lamentablemente. Como él, mucha gente opina sin saber, desde un púlpito intelectual, y ahí precisamente está el riesgo porque es el desconocimiento el que luego produce discriminación. Los chilenos se siguen mirando al espejo y creyendo que ven un ario, buscan hasta el cansancio una raíz europea, pero todos nosotros tenemos sangre indígena en nuestras venas. También los Presidentes de la República, incluyendo al actual, por cierto.

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