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“Mira cómo es la vida, se me hace un nudo en la garganta cuando lo pienso”, sostiene Juan Carlos Cruz, uno de los hombres más emblemáticos en la lucha contra los casos de abuso al interior de la Iglesia Católica. En el living de la casa de uno de sus hermanos, en Vitacura, de jeans, zapatillas y camisa a cuadros, se estremece al mirar su historia con ojos del presente. La sola pregunta sobre las cinco acusaciones que hoy pesan sobre el fallecido sacerdote jesuita Renato Poblete, uno de los hombres más carismáticos e influyentes a nivel social y político, activa en él toda una cadena de recuerdos.

“Yo tenía 14 o 15 años. Mi papá estaba muriendo de cáncer. El sabía que no le quedaba mucho tiempo; estaba en la Clínica Alemana y llamó a Hugo Montes, que era el rector de mi colegio (el Saint George), para pedirle que por favor velara por la educación de sus tres hijos”.

Suspira, y agrega: “Mira dónde está ahora Hugo Montes, acusado de abuso. Luego, Renato Poblete, un sacerdote muy amigo de mi familia, fue quien le dio la extrema unción a mi papá y luego ofició la misa para su funeral… Qué te puedo decir”, dice cada vez más abatido. “Mis tías, que eran muy cercanas a él, ahora están en shock después de todas las acusaciones. Después, por el tremendo dolor por la muerte de mi padre, buscando una guía espiritual y para encontrar paz, me fui a la parroquia El Bosque y me acoge Karadima… A estas alturas todo el mundo ya conoce el desenlace”, dice sobre los abusos de poder, de conciencia y sexuales que experimentó a manos del exsacerdote.

“Luego, el cura Precht me ayuda a salirme de El Bosque, me presenta a Miguel Ortega, a Julio Dutilh, ahora todos acusados de abuso. Eran mis amigos, les tenía confianza, llevé a mi casa a Cristián Precht y le presenté a mis hermanos. Después, como soy católico y para mantener mi fe, unos amigos me presentan al padre John O'Reilly, quien me nombra jefe de la sección de jóvenes de Chile de los Legionarios de Cristo… ¡Mira tú! No sé por qué me pasa esto a mí”, se emociona.

Su cuerpo se tensa, la cara enrojece, su respiración se entrecorta. Se esfuerza en no llorar. “Yo era un mocoso bueno, un buen tipo, y la vida me golpeó con todos estos personajes, todos criminales que actuaban bajo nuestras narices”.

—Pero tiene que haber una razón… ¿cómo se lo explica?

Hace una pausa, busca una respuesta. “A lo mejor fue mala pata, una cadena de malas coincidencias. Era un sistema donde impera la ley del far west, donde estos curas hacían lo que querían, se sentían absolutamente impunes y eran capaces de cosas espantosas. Pero no me dejo ganar por eso. También he conocido sacerdotes y religiosas maravillosos”, asegura este hombre, quien, junto a James Hamilton y José Andrés Murillo, el 21 de abril de 2010 cambió la historia de la Iglesia chilena y la del mundo, al denunciar públicamente una trama de abusos y encubrimiento contra el o sacerdote Fernando Karadima y su círculo de protección.

Han pasado casi 10 años y hoy este periodista se ha transformado en entrevistado frecuente de medios como CNN o The New York Times, voz de miles de denunciantes, respetado activista y, desde hace un año, un hombre a quien el Papa escucha. Con Francisco ha logrado establecer una relación de confianza desde que, en mayo de 2018, los tres denunciantes de Karadima fueron invitados al Vaticano por el propio Pontífice, quien les pidió perdón en nombre de la Iglesia.

Hoy, a 10 meses de este histórico episodio, Cruz tiene una relevante posición entre las víctimas de abusos. Quedó demostrado, el 24 de febrero, en la inauguración de la primera cumbre mundial para el combate de los casos de abuso y pederastia dentro de la institución católica. La cita, considerada histórica, fue ideada por el Papa Francisco, para establecer un precedente y, al mismo tiempo, dar una señal ante la interminable espiral de escándalos, crímenes y encubrimientos protagonizados por sacerdotes de distintas jerarquías y diócesis a lo largo del mundo.

Aquí, Cruz tuvo un papel clave: por encargo del arzobispo de Malta, Charles Scicluna —hombre de confianza del Papa Francisco y de quien se dice es el experto en delitos sexuales más respetado del Vaticano—, el periodista organizó una lista con una docena de sobrevivientes de todo el mundo —él incluido—, quienes luego fueron convocados por la Santa Sede en los días previos a la cumbre; los sobrevivientes relataron sus historias de abuso, amén de la realidad que afecta a sus respectivos países. La información marcó las directrices en los tres días en que se prolongó el cónclave.

También a solicitud de Scicluna, Juan Carlos Cruz grabó un video —de 4 minutos—, con su mensaje para los asistentes a la cumbre. Ayudado por dos de sus sobrinas —de 11 y 13 años—, quienes lo grabaron sobre el mismo sillón, en la misma casa donde ahora da esta entrevista, sus palabras inauguraron la cumbre. Presidida por el Papa, con la presencia de 200 líderes de la Iglesia Católica, entre ellos obispos, arzobispos, cardenales y los presidentes de todas las conferencias episcopales, incluido Chile, el rostro de Cruz fue proyectado en pantalla gigante: “Ustedes son los doctores de las almas y, sin embargo, con excepciones se han convertido en algunos casos en los asesinos de las almas, en los asesinos de la fe”.

La cuña resonó por los altavoces. “Increíble cómo pegó la frase, fue impresionante”, reflexiona.

“Me encantaría ser su publicista para contar todo lo que está llevando a cabo”

—¿Le temen ahora los obispos chilenos?

—No me quieren nada. Pero no me preocupa: me siento tremendamente respaldado por el Papa. Desde que nos invitó a Jimmy (Hamilton), a José (Murillo) y a mí a la Santa Sede para pedirnos perdón, nos validó y le demostró al mundo que estábamos diciendo la verdad, que efectivamente la podredumbre del episcopado chileno no da para más... Ahora él sabe lo hipócritas que son muchos obispos, no solo los chilenos; van a verlo, le mueven la cabeza, le dicen “sí, santidad, claro que sí”. Luego vuelven a sus países y todo sigue igual.

Toma un poco agua. Continúa.

—Antes me frustraba, creía que con una firma el Papa podía cambiarlo todo... Por supuesto que esa es su intención, lo está haciendo… A veces me encantaría ser su publicista para contar todo lo que está llevando a cabo… Pero eso no va a pasar, no tengo ninguna intención de serlo —se contesta—. Tengo un trabajo que me encanta, en una empresa fantástica (es vicepresidente de comunicaciones, branding y asuntos de gobierno de Livent, empresa minera dedicada al litio), donde confían en mí. Así que prefiero apoyarlo como lo he hecho hasta ahora.

—Se le ve confiado en las acciones del Pontífice.

—Sé lo que está haciendo. Es un hombre que sufre con la inoperancia, el encubrimiento, los crímenes, la chuecura de tantos obispos, partiendo por los chilenos, que son especialmente malos. El sufre. Lo he visto.

De ser uno de los principales críticos del Papa, a quien criticó con dureza (“Se alineó con los Errázuriz, con los Ezzati. No me extraña que el encubrimiento haya llegado al Vaticano”, aseguró, en Caras, cuando el Pontífice atribuyó las protestas contra Juan Barros en Osorno como una invención de “zurdos”), hoy Cruz es otro: “He aprendido a respetarlo, a quererlo mucho. Lo admiro”.

“Hay gente que no quiere exponer sus casos ante la justicia ordinaria”

—Hay gente que no confía en él y duda de la lentitud con que ha actuado para “limpiar” a la Curia en Chile… ¿No ha pensado que podrían estar utilizándolo?

—¿Como pantalla, a mí? No. Me respeto demasiado como para dejarme utilizar por el Vaticano. Que quede claro.

—Sin embargo, a pesar de todos los “gestos” y cónclaves, desde la Santa Sede aún no mandan el famoso informe Scicluna, solicitado por el fiscal Emiliano Arias como un antecedente clave para la investigación que lidera contra el Arzobispado chileno.

—Es cierto. Pero entiendo que hay gente que confió en los enviados del Papa y que no quieren exponer sus casos ante la justicia ordinaria. Es terrible, pero respetable.

—También ha pasado casi un año desde que el Papa citó a los 31 obispos chilenos al Vaticano y les exigió la renuncia; sin embargo, solo se ha comunicado la salida de siete… Ahora, las cartas de renuncia expiraron y Ezzati continúa donde mismo.

—Todos están a disposición del Papa, hayan firmado lo que hayan firmado. Ezzati tiene los días contados y a los obispos chilenos se les acabó el carnaval.

Pero hay un tema que inquieta a Juan Carlos Cruz: “Me preocupa que Ezzati se quiera arrancar a Italia y que no lo podamos traer nunca más, que nunca enfrente a la justicia”.

—¿Por qué lo piensa?

—Su defensa está demasiado empecinada en sobreseerlo… Eso, aunque en el transcurso de la investigación que lidera Emiliano Arias se ha demostrado que Ezzati ha tenido una participación, no como extra, sino como protagonista en una serie de casos que hemos ido conociendo. Siendo obispo de Concepción, protegió al cura Laplagne; luego, desde el Arzobispado de Santiago, hizo lo mismo con el canciller Óscar Muñoz. Y ahora sabemos que también protegió a Tito Rivera.

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