Esta es la empresa más grande en envíos dentro de Chile, con 30% del mercado”.

Alfonso Díaz Ibáñez, gerente general Chilexpress.

La tercera fue la vencida. Ni en el banco de inversión InverChile, del que fue socio minoritario, ni en el holding de telecomunicaciones Télex Chile, donde ostentó todo el poder por siete años, le fue bien. Ambas estuvieron al borde de la quiebra y se acogieron a convenio judicial con sus acreedores en 1990 y 1998, respectivamente.

Fue Chilexpress, una compañía pequeña respecto a Telex —que a fines de los 90 llegó a valer US$1.000 millones en bolsa— y en cuya génesis no participó, la que terminó entregándole a Juan Eduardo Ibáñez Walker buenos dividendos y tranquilidad empresarial.

Gracias a Chilexpress, se convirtió en el rey de la “última milla” en jerga de comercio electrónico. Porque esta empresa se encarga de recibir un paquete —que puede contener un teléfono, un par de zapatos, un vestido o lo que quepa en un metro cuadrado— y despacharlo a domicilio. Su responsabilidad es mayor porque el trabajo de una gran empresa o de un emprendedor que vende por internet queda en sus manos.

Saber comprar barato

Abogado de la UC, casado, padre de cinco hijos, a punto de cumplir 71 años, ha estado siempre en la política, pero nunca en la primera línea.

Intimo amigo de Jaime Guzmán, quien era padrino de su hija María José, fue jefe de campaña en su candidatura a senador en 1989, pero él jamás se ha presentado a un cargo de elección popular o dentro de la UDI, donde milita.

Prefirió preservar la obra de Jaime Guzmán en una fundación que formó de cero y en cuyo directorio participa desde el primer día. O hacer aportes económicos a campañas políticas (en la última donó $29 millones a Sebastián Piñera y cuatro candidatos a parlamentarios de la UDI). Su rol más público es el de miembro del Tribunal Supremo de la UDI.

Tuvo la habilidad de comprar Chilexpress sin deuda al Banco de Chile, acreedor de Telecomunicaciones de Chile, la matriz de la que colgaba la empresa de courier y que debía unos US$ 30 millones, según diarios de la época. Pagó US$ 6 millones al contado en 2002 en una operación en la que no hubo más oferentes. Ibáñez había sido abogado interno del grupo Luksic, socio del Banco de Chile, y también externo, a través del estudio Eluchans, donde prestó servicios.

Entonces Chilexpress era mucho más chica: vendía US$ 20 millones al año, pero era un actor importante junto a Lan Courier (hoy Blue Express) y Tur Bus con su filial Starken.

“Esta es la empresa más grande en envíos dentro de Chile, con 30% del mercado. Hacemos 18 millones de envíos al año”, asegura su gerente general, Alfonso Díaz Ibáñez, sobrino de Juan Eduardo Ibáñez y quien lo acompaña hace 13 años en distintos roles.

Calcula que el negocio mueve US$600 millones anuales —más del 80% corresponde a envíos nacionales y el resto a internacionales— y de esa cifra su empresa va a vender del orden de US$ 165 millones. Una de sus fortalezas es la red de oficinas: 440 en todo Chile, un centenar heredadas de Télex Chile con su privatización.

En 1986, Juan Eduardo Ibáñez y el ingeniero eléctrico Srdjan Radic, experto en telecomunicaciones, pagaron a la Corfo US$ 7 millones por esta compañía. Cuando se abrió a la bolsa, en 1993, recaudó unos US$ 10 millones, por lo que los socios recuperaron la inversión. Y en 1994 levantó US$ 88 millones en la colocación de ADR en la Bolsa de Nueva York. Radic no pudo celebrar; murió en un accidente de planeador en diciembre de 1992.

El negocio de Télex Chile en aquella época ya no era el télex, sino lo que hicieron sus filiales: Chilesat en llamadas nacionales e internacionales, y más tarde, Chilesat PCS con la telefonía móvil. Chilexpress era el pariente chico, surgido de las cabezas de Radic y de su yerno Hermógenes Guerrero, el primer gerente general de la empresa de courier. Se les ocurrió aprovechar las 100 oficinas que venían en la privatización y en 1991 crearon Chilexpress para envío de encomiendas y cartas certificadas, compitiendo con Correos, la dueña original de Télex antes de pasar a manos privadas.

Crece 10% anual

Dos décadas más tarde, y ya en poder de Ibáñez, cuenta con un moderno centro de distribución y su propia flota de 710 vehículos para recoger y repartir paquetes en todo Chile.

Se trata de un negocio rentable, que crece al 10% anual —afirma Díaz— y si el margen final es un conservador 5% , la utilidad podría llegar a US$ 8 millones en 2019.

Increíblemente, cuando Télex Chile cayó en crisis, los bancos pasaron a controlar el 51% en 1999 y luego se lo vendieron a Southern Cross, Norberto Morita, su principal accionista, declaró a La Tercera: “Nosotros tenemos bastante con Télex Chile; de Telecomunicaciones de Chile (de la que dependía Chilexpress) se ocupan ustedes (por Ibáñez), ése es el acuerdo”. Palabras que la prensa destacó varias veces, debido al escaso interés por la firma de courier.

Dueño de un 82% de Chilexpress, Ibáñez sigue trabajando donde siempre: en el Palacio Riesco, que compró Télex Chile a los descendientes de Alberto Riesco, de los que proviene la familia de su mujer. Desde allí maneja sus inversiones: la más conocida es su campo de 400 hectáreas en Chépica y la planta deshidratadora y exportadora Good Valley, que posee junto al expresidente de la SNA Patricio Crespo, su exconsuegro y por quien llegó a la Región de O'Higgins.

Sólo se dirige a Enea en Pudahuel, donde están las oficinas centrales de Chilexpress, para las sesiones de directorio.

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