No todos reconocen quién es Jorge López en la calle, pero difícilmente haya alguien que no recuerde alguno de sus chistes o personajes. El creador de Yerko Puchento —que acaba de salir de Canal 13 después de más de 20 años— ha estado detrás de la mayoría de los programas emblemáticos del humor en Chile.

En 2001 dio vida —junto a Daniel Alcaíno— a Yerko Puchento, el personaje que llegó a remecer la escena televisiva en 2001 y que tuvo una última temporada en “Vértigo” en 2018. Ahora se alistan para volver en abril con shows en vivo, en Santiago y regiones, con “Yerko clandestino”.

“Toda mi vida fui histriónico. Mis compañeros del Manuel de Salas siempre me dicen: «Antes te ponían anotaciones negativas y ahora te pagan; pero haces las mismas huevás»”, cuenta riéndose en un café de Vitacura.

Cada vez que habla de alguno de sus personajes, pone el tono de voz, gesticula y actúa bien exagerado. “Cuando escribo hago lo mismo. Pongo caras. Mis hijos siempre se han reído de mí”.

Su cabeza no para. Ahora piensa en nuevas plataformas audiovisuales. “Hay que reinventarse, pero el cambio de paradigma debe ser mayor”, asegura.

Hace siete años, López creó el restaurante italiano Mercatelli en Chicureo, junto a Claudia Cornejo, su mujer, la chef del lugar. Hace tres años formó una empresa inmobiliaria y vendió su primer proyecto en Pichilemu. Ahora acaba de terminar su casa en Cahuil con 7 habitaciones en suite para recibir extranjeros. “En un futuro nos dedicaremos a eso. Es lo que me gusta, conversar con la gente”.

Lo suyo es pura determinación. En los últimos dos años, bajó 30 kilos. “Me afectó mucho primero la muerte de Claudio Vukovic (reconocido productor de Canal 13). Después, a mi mamá le dio un alzheimer muy violento y se murió. De pronto, me vi con 115 kilos, cuatro hijos, mi mujer y me vino una sensación brutal. Yo soy kamikaze para mis cosas, así que mi cambio fue drástico”, relata. “Roberto Poblete hasta el día de hoy me dice «Hola, Puchito López». Yo fumaba 3 cajetillas diarias. Hace 20 años iba camino a una parrillada, paré el auto, caí en la vereda y pensé que me moría. Era una crisis de pánico, pero no fumé nunca más. Lo mismo pasó ahora, no quería más ser gordo. Tengo una familia maravillosa. Si me enfermo, la cagá que dejo. ¡Pero prefería ser un buda antes que operarme! Como le tengo pánico a los doctores, pánico a enfermarme, pánico a la muerte, sumé todo y cerré la boca. Dejé el copete y el azúcar por completo, solo tomo vino blanco”.

El chileno Ché-pó

Su abuela Elena fue pianista del Teatro Municipal, por lo que en casa escuchó música toda la vida. Su madre era dueña de casa. Alcanzó a cumplir más de 50 años junto a su marido, gerente de Chilectra al momento del Golpe militar. El fue exonerado político, estuvo detenido y, ya de vuelta en casa, tuvo que sostener una crisis que duró años. “Mi papá se salvó, pero quedó en una situación muy difícil, no pudo trabajar. Tiene una pensión que es un chiste. Hoy vive conmigo”, acota López.

A los pocos meses de entrar a Teatro en la U. de Chile, Jorge, hijo único, 18 años, congeló y decidió irse a Argentina en busca de trabajo. “Estaba tan mala la situación en la casa, nos ayudaron algunos parientes. Se había muerto mi abuelita que vivía con nosotros, así que partí. Quería ayudar. A Buenos Aires llegué con las patas y el buche, a dedo”.

Estuvo ocho meses. “Trabajé como pintor de construcción, destapé alcantarillados, fui redactor de un periodista. Arrendé una cama en un cité donde compartía con un cocinero y un taxista; uno llegaba a las 4 de la mañana y el otro a las 7. Ni te digo, pero conocí infinita cantidad de gente. Hasta que llegué a trabajar como cocinero al Café de las Letras, en Santelmo. En paralelo, me dediqué a escribir, porque todos encontraban muy divertido como hablaba. Un día decidí ofrecer un café concert. «El chileno Che-pó», me puse. Todavía guardo el díptico que me financiaron los cabros del bar. Actué... y me fue como el ooorto. Pero como el ooorto. Como todos me conocían, no me sacaron del escenario ni me echaron del restaurante, pero me prohibieron salir de la cocina para siempre (risas). Me sirvió igual: pude mandar plata para mi casa, que era lo que yo quería”.

Hizo muchos amigos. “Yo sigo creyendo que era muy bueno lo que escribí, pasa que yo era muy malo. Ahí me convencí de que yo no era buen actor”.

“Hasta las cosas más atroces me salen graciosas”

De regreso a Chile, volvió a la escuela de teatro. “En esa época, al que más validaban era al que no había tomado desayuno, al que había dormido en una plaza (dice en un tono bien arrastrado). Cuando mi papá me prestaba el auto, lo estacionaba como a cuatro cuadras para que no me vieran”, confiesa.

Ahí armó el Teatro El Elenco, su compañía con Paola Volpato, Francisco Melo, Felipe Izquierdo y el director Luis Ureta. “Cero pito, cero copete en los recreos, mucho menos intensos, pero muy obsesivos por trabajar. Llegamos a Extra Jóvenes (Canal 11), y mostrábamos en pantalla los jueves lo que nos enseñaban el lunes. Lo pasábamos muy bien”.

Jorge comenzó a escribir para Chilefilms en unos blocks Artel. Hizo “Posta Lo Matta”, “Los Venegas” y en Canal 13 “Luz Verde”, “El desjueves” —“trabajar con Cristián García-Huidobro, Luis Gnecco y Roberto Poblete fue una de las mejores escuelas”, afirma— “La Vicky y la Gaby”, “Mi tío y yo”, “Los fisicoculturistas”, el “Humbertito”. “Yo siempre he creído que la vida es mucho trabajo. Yo no esperaba a que llegaran las musas, las bajaba como fuera”, explica.

—¿Siempre vinculado con el humor?

—Siempre. Yo no hago llorar a nadie. Hasta las cosas más atroces me salen graciosas. A Daniel Alcaíno lo conocí en la Escuela y empezamos a trabajar juntos haciendo a Peter Veneno, por casi 8 años. Zamorano primero se rió, nos invitó al estadio del América de México, pero después se molestó. En “Mucho Lucho” hicimos las parodias con Daniel y la Renata Bravo; Zamorano con la Kenita, la mamá y sus cazuelas y se enojó definitivamente.

—En tanto tiempo con Daniel, ¿qué pasaba cuando se peleaban?

—¡Se nos pasaba rápido! Hicimos click y nunca paramos de trabajar. Ha habido siempre mucho respeto por las capacidades de cada uno. Somos muy distintos. Yo soy más extrovertido y sociable; él es más para adentro. Yo soy más Yerko; Daniel es más Peter: tiene el ingenio, tiene calle. El siempre ha confiado en mí y yo sé que un pincelazo mío él lo va a transformar en una pintura.

“Estuvimos mucho rato jugando al límite”

Siempre Jorge escribió a Yerko por las mañanas. Y desde las 9 de la noche, hasta las 12 que salían a escena, se encerraban con Daniel en el camarín a ensayar, afinar y hacer cambios en la rutina. Con la adrenalina a mil. El papá de Jorge, de 90 años, los acompañaba cada día en el camarín. “Mi papá siente que está bien todo lo que ha pasado. «No hay que estar donde a uno lo quieren», me dijo. «Váyanse a otro canal y hagan bolsa a Canal 13!» (risas). Con Daniel estuvimos mucho tiempo jugando al límite, con los riesgos que implica”.

—Lo menos que los han acusado es de misóginos.

—De todo lo que quieras. Bueno, muchas veces dimos explicaciones, porque siempre sale alguien trasquilado con el humor. Creamos una rutina completa cada semana. No es fácil.

—Rafael Gumucio decía hace poco que “la caricatura tiene que ser ofensiva”. ¿Piensas lo mismo?

—Cuando le dices ladrón a alguien que no es ladrón no hay humor. Una caricatura destaca una característica tuya que te hace singular. Primero, Yerko lucía el doble estándar que tenemos en este país, donde todos hablan por detrás. Después, fue mutando y decía las cosas que la gente pensaba, pero en la cara.

—Ahora tiene que evolucionar con los nuevos tiempos, donde el feminismo es la bandera principal.

—Claro. La última temporada fue difícil. La ola del feminismo nos pilló con la tabla de surf en el mar. Quedamos más expuestos a que nos criticaran. No supimos echar marcha atrás a tiempo. Perdimos un poco de sintonía con la gente; nos pegamos unos revolcones, pero logramos salir. Pero mira lo que le pasó a Jani Dueñas; no por estar en sintonía con estas causas vas a ser más divertido. En la suma, hemos tenidos más aciertos que desaciertos, por eso duramos lo que duramos.

—Pero tuvieron problemas serios con Cecilia Pérez.

—Montó en cólera por un chiste chiquitito y bien tonto. Si ella no hubiera sobrerreaccionado, pasaba sin pena ni gloria. Es como si Piñera o Bachelet hubieran reclamado después de 40 mil tallas más que les dijimos. ¡Como si hubiera sido un ataque a las mujeres! Se hiperventiló y quiso cerrar la señal.

—¿Cual es la autocrítica?

—Yo, si tuviera que hacerlo, repetiría la talla de Cecilia Pérez exactamente igual. Es inofensiva. Ella es un personaje público. Es como cuando algunos se enojaron con Kramer por la rutina de Piñera. ¡Por favor! Así es el humor en cualquier parte del mundo. No estamos diciendo que por sus tics no es apto para gobernar un país. En lo que sí nos excedimos, es en que no supimos leer a tiempo los cambios sociales.

—¿Esto tuvo que ver con tu salida de Canal 13?

—No creo, tiene que ver con los cambios en la industria. Canal 13 es como Venezuela; hay más gente de Canal 13 fuera que dentro del canal. La TV es intrínsecamente una industria creativa y el canal se transformó en un retail: comprar barato y vender caro. No es mucho lo que se puede hacer ahí.

—¿Yerko tiene espacio en la TV hoy? ¿Reformado?

—Por supuesto. Siempre mutando. Nos hemos reinventado muchas veces. La gente siente que es de verdad y aquí falta verdad. Creamos solos: a veces nos equivocamos, porque es un personaje que está vivo. Seguiremos enfocados en los temas sociales, porque de verdad creo que no debe haber intocables. Y tenemos que abandonar la línea más de bullying de Yerko, sobre todo con respecto a la mujer. De todos modos, donde hay que poner el foco es en la igualdad de género, en la violencia intrafamiliar, en la paridad. El humor corre por una línea distinta. Ahora, debo confesar que mi email sigue siendo jorgelopezcanal13@gmail.com. Ahora voy a tener que ponerle jorgelopezexcanal13@gmail.com (carcajadas).

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