Con 1.58 de estatura, pelo largo muy rubio, de invariable traje dos piezas —de sus picadas de Patronato—, siempre acompañada de un estrecho escuadrón que conforman una periodista, el coordinador en terreno y su asistente, la alcaldesa de Maipú no necesita de mucho más para estar en el centro de la atención pública.

En estos tres últimos meses, Cathy Barriga hizo arder una y otra vez twitter, en un período donde buena parte de las figuras del gobierno y la oposición parecían haberse tomado unas largas vacaciones. Así, con la pista despejada, casi no hubo día en que no se hablara de este controvertido personaje, la mujer al frente de la segunda comuna más populosa del país, quien en sus dos años en la alcaldía ha realizado iniciativas que los vecinos de Maipú valoran y que también causan irritación por el uso “abusivo” de su imagen, como lo determinó Contraloría a mediados de 2018 y que ordenó frenar la constante figuración de la edil en lienzos y folletos oficiales de la comuna.

La última polémica vino por la entrega de kits de útiles escolares para alumnos de colegios municipales del sector —en el inicio del año escolar— junto con carpetas que incluían variadas imágenes de ella. La ira se desató y dos concejales de la municipalidad pretenden llevar el caso nuevamente a la Contraloría.

“Vengo de la televisión, donde trabajé veinte años, no necesito hacerme famosa; la gente conoce mi forma de ser”, explica. “Mi vida es súper abierta. Tengo un Instagram que es personal donde subo algunas imágenes de las convocatorias, que son muchas más de las que alcanzo a registrar a diario; cuando hay que entregar los útiles escolares gratuitos, lo subo a mis redes. Sin embargo, hay personajes que se han hecho conocidos gracias a mí; cada vez que hago algo convocan a los medios, dan entrevistas y me acusan”.

—En redes sociales lo mínimo que se dice de usted es que es narcisista… Por ejemplo, cuando le puso su nombre a una beca.

—Cuando salieron los resultados de la PSU, el presidente del Centro de Alumnos del Liceo Nacional me dijo que estaba angustiado, varios habían logrado puntajes nacionales, algunos querían estudiar Ingeniería Civil, Comercial, Derecho pero la gratuidad cubriría un porcentaje ínfimo. Presido la Corporación de Educación, del municipio, que suma a los 26 colegios y 26 jardines infantiles de la comuna. Me empecé a mover, a ver si era factible costearles la carrera. Cuando esto se logró, los otros integrantes de la Comisión propusieron ponerle mi nombre a la beca. No estuve de acuerdo, levanté mi voto de rechazo, sin embargo ganó la otra opción. Todo está en acta...

—Muchas de sus iniciativas se ven empañadas por el debate en torno a su imagen o el uso de recursos municipales con tales fines.

—Vieras tú cómo yo soy de organizada. Soy dueña de casa, estiro y multiplico el presupuesto. Tengo todo en regla. Los cuatro o cinco personajes de siempre pueden ir a la Contraloría a poner la denuncia que quieran, porque claramente aquí hay una intencionalidad. He conversado con el contralor y espero que algún día se haga vista gorda y se den cuenta de que siempre se trata de las mismas personas, que provienen de un determinado sector político, de izquierda.

—¿No se arrepiente, por ejemplo, cuando hizo el Kiki Challenge?

—¡Para nada!, lo pasé muy bien. Fue en mi comuna, en horario de almuerzo, en mi auto, tan sólo 23 segundos... Lo subí a Instagram porque no tenía nada de malo, pero partieron a denunciarme los operadores políticos de siempre. No me arrepiento, siempre he sido bien mujercita para mis cosas.

—A propósito de mujercita. Para ciertos grupos feministas se ha convertido en una especie de un ícono de cómo no debieran ser las mujeres hoy: rubia, curvilínea, que ama el rosado y los peluches.

—He sido muy discriminada. Ha habido comentarios muy violentos, ofensivos, de parte de otras mujeres. Lamentablemente, a veces las que más discriminan son las feministas.

“Tuve que salir adelante sola”

Cathy Barriga se crió en Peñalolén, como la única mujer entre dos hermanos, con un padre que trabaja en el casino de un laboratorio, y una madre peluquera, de quien aprendió muchos de sus trucos. “Yo misma me tiño el pelo y le hago los cortes a mi marido y a mis hijos”, dice con orgullo. De pocos pero largos pololeos, según cuenta, iba en el último año de sicología en la Universidad Santo Tomás —que ella se costeaba trabajando como promotora y luego en TV — cuando quedó embarazada.

“Mi hijo Vicente (20) es el resultado de una relación de harto tiempo, él fue fruto del amor”, apunta.

Al final del embarazo la relación con el padre biológico se terminó. “Tuve que salir adelante sola. La bandera de mamá soltera la llevo hasta hoy; es algo que te marca, como cuando tocas puertas y éstas se te cierran, ves todo negro, experimentas la crueldad, los prejuicios de esta sociedad y por ser madre soltera eres vista como una ‘mujerzuela'. Hoy, cuando alguien pone "mamá soltera" en su currículum, créeme que la llamo. Yo sé lo que es sacarte la mugre para sacar a tu hijo adelante”.

—¿Su expareja aportaba económicamente?

—Hasta el día de hoy estoy esperando la pensión. Por eso tengo el programa Fuerza de Mujer, porque parte de mi historia de vida tiene que ver con los problemas que veo y cómo los resuelvo. Yo sé lo que es vivir la humillación de ir a los tribunales, estar pidiendo algo que debiera ser una responsabilidad. Las mujeres que han pasado por eso saben de lo indigno, lo humillante que es el sistema.

La alcaldesa cuenta que salió adelante gracias al apoyo de sus padres, a la televisión, el modelaje y otra serie de “pitutos”. “Trabajé incluso en un Errol's”, comenta. Su momento de fama, luego de encarnar a Robotina, fue en Mekano, lo que habría cimentado su imagen de mujer objeto, algo que la persigue y le pesa tras su salto a la política. “En el programa había niñas bonitas, chicos guapos, todos bailando, como en un verano eterno...”. Alex Hernández era el director, el hombre detrás de este concepto que alcanzaba ratings altísimos a mitad de la tarde. “Pero yo nunca hice nada que no quisiera; nunca di un beso en pantalla, a pesar de que ocurría mucho...”.

—Hoy cada día se conocen más casos de acoso en televisión, ¿vivió situaciones de este tipo?

—Mucho, mucho… Claro que me pasó.

—¿Como qué, por ejemplo?

—Los típicos productores y directores que te ofrecían el oro y el moro. Eso no es un mito. Me hacían propuestas. La típica invitación a comer, o a salir, y que tú sabías que no terminaban sólo en eso. Por eso tuve muchos problemas, porque siempre he sido muy clara con los límites. Otras chicas aceptaban y lo encontraban normal; era algo naturalizado. También me tocó ver muchos castings para algún programa, por ejemplo, a los que al final iba predispuesta y rara vez quedaba, muy poco. Te vas haciendo de una coraza. Nunca yo transé.

“El suegro ha querido toda la vida ser presidente”

Hoy Cathy Barriga dice estar plenamente conforme con su carrera política. Sin embargo, hay algo a lo que aún no se acostumbra: “Las traiciones, las deslealtades, eso que llaman fuego amigo. Ha sido lo más terrible”. Y agrega: “Me habían dicho que la política es así, pero es muy difícil acostumbrarse. Yo nunca he buscado el poder. Esa es mi gran diferencia de los políticos. Jamás pensé, ni desde lo más hondo de mi corazón, llegar a un puesto político o alcanzar una proyección pública, y ya tengo dos cargos. Como siempre digo: "Yo no soy política, pero estoy en política”.

—Desde esa perspectiva, ¿cuál es su análisis respecto a la forma en que esa parte de la élite ha liderado el país?

—Hay que sanar heridas y avanzar.

—¿Se refiere a nuestra transición, dejar atrás el pasado y los dolores de la dictadura?

—Sí. Cuando uno logra aunar ciertas fuerzas, se avanza más rápido. Tengo claro que la política siempre va a ser polarizada, pero puede estarlo desde un punto de vista más positivo. Las nuevas generaciones quieren construir, necesitan otras propuestas, también nuevos representantes políticos. La política de hoy está añeja.

—El Frente Amplio, por ejemplo, es una camada joven.

—Pero hay fanatismo y se ponen una venda. Me han atacado, discriminado, cuando hoy la política debiera ser integradora y luchar contra toda forma de discriminación.

—De acuerdo a la encuesta Cadem de febrero, es la mujer con la más alta evaluación y además cuenta con un alto nivel de conocimiento. Con ese capital, ¿le atrae entrar a la carrera presidencial?

—Lo pienso todos los días porque me lo preguntan a diario, como cuando era Core y me decían si aspiraba a ser alcaldesa, claro que ahora es mucho más fuerte.

—Su suegro, el alcalde de Las Condes Joaquín Lavín, hace meses que lidera esa misma encuesta. Se toparía con él… ¿Cree que él vaya a la carrera?

—Sí, él quiere. Ha querido toda la vida el suegro. Pero aún queda tiempo para madurar las cosas. Tengo vocación de servicio y sé muy bien cuál es mi nicho. Creo que quien merezca o no el sitial presidencial, tiene que ser alguien con real vocación, porque muchos aspiran por un lugar y un espacio por distintas razones. Pero hoy soy alcaldesa y vivo el día a día.

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