jorge espinoza

Sabe de éxitos Jorge Uauy, ingeniero civil de la Universidad de Chile, quien se destacó como administrador de importantes fortunas y empresas familiares. Pudo retirarse hace dos años y tener más tiempo para integrarse al directorio de Palestino, donde es la máxima autoridad desde 2017. Su primera satisfacción fue la Copa Chile que obtuvo en 2018, título que pudo borrar la mala sensación de haber perdido estrechamente la elección de la Asociación Nacional de Fútbol, unos días antes, frente al actual presidente, Sebastián Moreno.

Con el club tricolor clasificado a la zona de grupos de la Copa Libertadores, después de una agónica victoria ante Talleres de Córdoba, el presidente explica la fórmula que hoy sostiene en alto a su equipo: sustentabilidad y mirada a largo plazo. Entonces no demora mucho en encontrar un buen ejemplo para profundizar, cuando recuerda la vez en que Elías Abufom, presidente de Palestino, en 1995, lo integró a la directiva para que llevara a cabo un plan de desarrollo.

“La idea era formar jugadores y al mismo tiempo generar instancias para que los jóvenes que estaban se proyectaran al primer equipo. Pero a los dos meses, en un asado entre gallos y medianoche, los representantes de jugadores van y le arman un plantel completo al presidente. Cuando me lo contó, le dije: “Elías, lo siento, pero yo llego hasta acá. Yo te presenté un plan, ésa es la forma en que me manejo. No comparto esta idea. Entiendo que te van a pasar varias cosas con esto”. Le dije como cinco cosas que le iban a pasar. Y le pasaron todas. Años más tarde, en 2001, Abufom, que tenía las perfumerías Maicao, me dice: “Jorge, necesito tu ayuda porque estoy mal con Maicao y esta vez sí te voy a hacer caso”. La historia es bonita porque me fui como director ejecutivo de la empresa y 10 años después la vendimos a una cadena de farmacias internacional en una suma considerable de dinero. Hoy, Elías está retirado, vive feliz y tiene para tres generaciones. Es parte de la historia de cómo él, a través del fútbol, aprendió que había cosas que se hacían mal y lo rectificó”, recuerda.

—¿Cómo parte su afición por Palestino?

—Nace por mi señora y por mi suegro. Cuando me puse a pololear, por el año 76, mi suegro, Alejandro Auad, era fanático de Palestino. Antes había sido director e iba con sus hijas al estadio, entonces, para poder ver a mi polola, esto formaba parte del plan de fin de semana. Y así visitábamos estadios en La Calera, contra Trasandino de Los Andes, en Rancagua. Nos movíamos. El año 83 ya trabajaba en el Banco de Chile y el equipo estaba a punto de descender. Me acuerdo de que Arturo Salah estaba en ese plantel como jugador todavía. Teníamos una liguilla, que, si la perdíamos, desaparecíamos. Y con un grupo de profesionales hicimos un directorio para salvar a Palestino. No teníamos plata, pero le dimos estabilidad a ese período, pasamos la liguilla y vendimos al “Coke” Contreras a Las Palmas de Mallorca. Finalmente sobrevivimos con las platas del “Coke” Contreras como tres años.

—¿Dónde estaba cuando el club sale campeón por última vez, en 1978?

—Ese día de la final con Colo Colo no lo podíamos ir a ver al estadio con mi suegro porque se casaba la hermana de mi señora. Estábamos en la iglesia del Verbo Divino y en la caseta de un guardia había un televisor blanco y negro. Estaban dando el partido y mi suegro, desde red fija, llamó a la casa para pedir que la novia se demorara en llegar para que pudiéramos ver el final del partido. Así que vimos salir campeón a Palestino en una tele Antu y vestidos de terno, agachados frente a la caseta.

Clima laboral y cultura

—¿Se puede trasladar al fútbol un modelo sustentable de trabajo?

—Es lo que estamos tratando de hacer en Palestino. Más que una receta, lo que estamos haciendo es poner profesionales calificados, en distintas áreas, pensando en el futuro. Por ejemplo, hoy estamos haciendo un plan de todas las divisiones, con un evaluador externo, que trae un equipo que hace mediciones médicas, evaluaciones con el cuerpo técnico, lo que nos permitirá tener un escáner de todas las divisiones, de todos los jugadores y ver qué necesitan, dónde deben desarrollarse.

—Convencer es clave en estos procesos. ¿Le ha servido su experiencia en Family Office?

—Me ha tocado, aunque yo las llamo empresas familiares, que tienen dentro de su estructura gente de la familia, y que no necesariamente, por ser de la familia, pueden ser los mejores en su puesto. Entonces, a veces me ha tocado la dura tarea de enfrentar eso y decir señores, esto no sirve, para darle la lógica al trabajo. Y para eso hay que tener la convicción para poder explicarlo en la mejor forma posible. Gracias a Dios me ha resultado, pero no es fácil, es una tarea muy compleja, porque no siempre se comprende, se pasa por procesos engorrosos, aunque la gran mayoría de los casos terminan bien. Uno se enfrenta a la cultura de una organización y hay que ver cómo modificar esa cultura.

—¿En Palestino también tuvo que adaptar una nueva cultura?

—Claro, y en estos casos siempre hay heridos en el camino. Gente que no entiende lo que se quiere hacer, gente que toda su vida ha hecho las cosas de la misma manera y las quiere seguir haciendo así, aunque no haya resultados. Y lamentablemente hay personas que tienen que dar un paso al costado, y si ellos no entienden, uno los tiene que sacar. Y ahí uno dice que para hacer tortillas hay que romper huevos. Y yo en mi vida he roto muchos huevos. Pero he hecho muchas tortillas.

—Fue una apuesta traer a Luis Jiménez, cuando no se creía que podía rendir tanto a sus 34 años.

—Ahí hay un trabajo de grupo, miembros de la comisión de fútbol, que son los que logran convencer a Jiménez. Pero es verdad que nadie se fijaba en él. Luis tuvo la valentía de decir: “Yo quiero volver a jugar en mi tierra, en mi casa”. Esa convicción, más nuestro esfuerzo, lo permitió. Y lo esperamos, porque no estaba en su forma actual. Lo esperamos varios meses y fue un artífice dentro y fuera de la cancha. Pero también contar con Ivo Basay, que fue otro acierto, y traer de vuelta a Agustín Farías, desde Chipre, y repatriar a Alejandro González, que había jugado 10 años en Italia. Y esas tres incorporaciones a mitad de año, que no venían en su mejor forma, que se demoraron en estar a punto, fueron las que nos dieron el impulso para terminar ganando la Copa Chile.

—¿Jiménez de verdad se podía haber ido a la U?

—Sí, se pudo haber ido, pero lamentablemente la U no hizo las cosas bien. No conversó con nosotros directamente. Se confiaron en que Jiménez tenía una cláusula de salida en su contrato. Esa salida la tuvo Jiménez, pero para el contrato 2018, y en enero al renovarle el contrato le sacamos la cláusula de salida y eso al parecer la U, no sé si porque no lo sabía o no quiso conversar con nosotros primero, pero finalmente el acercamiento que hizo fue poco claro.

—A Cristóbal Jorquera lo traen de Turquía y le dan tiempo, algo que en un club grande no se podría.

—La presión de los equipos grandes es tremenda y nosotros no tenemos esa presión. Nosotros podemos darnos nuestros tiempos y esperar. Jorquera venía de 425 días sin jugar un solo partido, con una lesión en la espalda, pero confiamos en su calidad, sabíamos que podía darnos satisfacción. A veces no es tanto el ojo para elegir a un jugador como que la institución les permite a muchos jugadores estar tranquilos y desarrollar sus potencialidades de la mejor forma. Eso no ocurre en muchos equipos chilenos. La familia que surge en torno a Palestino se ha transformado en un ambiente propicio.

“Las cosas que empiezan mal terminan peor”

—¿Cuánto se quiere quedar en el fútbol?

—Mi futuro inmediato es celebrar los 100 años con Palestino, en 2020. Mi idea es poder llegar hasta ahí y después que vengan otros. Quiero dejarlo con una historia y un valor agregado por un rato largo

—¿La ANFP?

—Finalmente perder en la elección de la ANFP terminó haciéndome un favor, a mí y a mi familia. No habría podido disfrutar todo lo que estoy viviendo hoy. Vale mucho más. A la ANFP quise entregar lo mismo. Y así, de la noche a la mañana, quedé envuelto, porque 40 días antes de la elección no era candidato a nada. No estaba dentro del radar. Se fue dando una serie de cosas que permitieron que yo llegara, algo totalmente circunstancial.

—¿Qué opina de lo que ha pasado, con la renuncia de Andrés Fazio?

—Es lamentable, porque cuando uno se presenta a un cargo con un equipo, se supone que ha elegido a gente que lo va a apoyar y acompañar durante el período que cubre su proyecto. Y a poco de comenzar se había bajado Jacques Albagli. Curiosamente, según la información que yo manejo, fue traído por Fazio. Y ahora Fazio presenta su renuncia. Dos de seis miembros de la mesa, o sea el tercio de la mesa caída al segundo mes. La pregunta es qué pasó.

—¿Cómo se explica eso?

—Yo creo que la gente se tiene que hacer responsable de sus actos. Hay que preguntarle a Fazio y Albagli por qué dieron ese paso al costado. Pero si eso está ocurriendo, y tan fresco, debe haber alguna razón importante, pero la desconozco. Yo a Fazio lo conozco poco. Sólo cuando partí asistiendo a los consejos de presidente. Tuve pocas instancias para conversar con él.

—¿Cómo va a terminar este episodio?

—No sé, pero la vida me ha enseñado que las cosas que empiezan mal terminan peor. Y esto no partió bien.

—¿Lo dice porque Sebastián Moreno no fue el candidato ideal y sólo apareció al final?

—Yo era partidario de que Salah continuara, y por eso a mí se me incluyó en un momento dentro de la mal llamada lista del continuismo. Tú ves que ahora del continuismo de Salah no queda nada. Yo era partidario de que Salah continuara porque era una persona equilibrada, profesional, que le hacía bien al fútbol. Muchos queríamos más acercamiento de la ANFP con los clubes, pero era comprensible que su prioridad al asumir había sido otra, porque enfrentó un momento muy complicado. Y por eso, yo estaba disponible para darle el voto a Salah bajo cualquier alternativa.

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