El poeta, actor y performer Fernando Noy contaba tantas historias de la escena subterránea del Buenos Aires de los 80 y 90 que un día su amigo Pedro Lemebel le dijo “No hables más, Noy. Escríbelo”.

“Me lo dijo con una furia exquisita”, recordaría el argentino más tarde. Así realizó dos libros autobiográficos: “Historias del under” y el recientemente lanzado “Peregrinaciones profanas” (Sudamericana). Son memorias ancladas en noches salvajes que florecen de la cabeza de una figura clave dentro de la contracultura latinoamericana desde los años 60.

Noy fue compañero de curso de Charly García en un colegio militar, presenció el nacimiento del rock argentino junto a Tanguito y Miguel Abuelo en los 60, fue amigo íntimo de la poetisa Alejandra Pizarnik, ofició de productor y gestor musical en los años del Tropicalismo en Brasil y, de regreso en Argentina, participó de la disidencia cultural que se gestó bajo las sombras del menemismo en clubes como el Parakultural y Cemento. En esas noches se cruzó muchas veces con Lemebel, quien lo definió como “la poetisa performera de las cloacas porteñas, la reina under de los ochenta”.

Hoy, a sus 67, el multifacético artista convive con un pasado cargado de excesos, muertos y leyendas. “A veces cuando camino por los mismos mosaicos de la calle Corrientes me arrodillo y creo escuchar una caracola de infinitos pasos para mí jamás perdidos”, confiesa sin abandonar la poesía. “En lugar de nostalgia siento tanta emoción que a veces me llena de champán los ojos como una clarividente celebrando el haber sido parte y testigo privilegiada de tantas vivencias inolvidables”.

—¿Cuáles son las luchas de la contracultura actual?

—Hoy todo vuelve a repetirse con diferentes máscaras. La lucha debe continuar. Si bien por fin hemos dejado de ser un país de “mataputos” para convertirnos en “gayfriendly”, los enemigos reaparecen por todos los flancos aunque uno ya tiene bíceps en el alma y los logre ahuyentar.

“Chile es una tierra que

fragua enormes creadores”

En una de sus crónicas, Lemebel recuerda un viaje en taxi junto a Noy por la capital argentina: “Les cantaba algún cuplé de arrabal a los obreros en la ruta... Ir con Noy por Buenos Aires chispando era una película, los parques se prolongaban en su mirar de tigre eslovena”.

—¿Cómo recuerdas esos encuentros?

—Cuando Pedro venía a Buenos Aires me avisaba y yo lo estaba esperando siempre fascinado. A veces ni salíamos toda una noche del hotel donde el teléfono sonaba incesantemente para entrevistarlo. Yo respondía que era el mucamo… Cuando lo conocí yo sabía desde el inicio lo iracundo que era Pedro con todo lo establecido, pero siento que su furia era nada menos que una enorme ternura envenenada.

—¿Recuerdas alguna anécdota en particular?

—Tengo miles. La que ahora salta a la memoria es aquella vez que fue directamente desde el aeropuerto a la radio donde lo esperaba el conductor Fernando Peña. Lo acompañaba Lohana Berkins (activista travesti), ese ser tan marcante de una nueva era para tantos derechos de la diversidad, una heroína. El conductor la ninguneó y entonces Pedro terminó escupiéndolo en vivo. Yo estaba en el foyer del hotel esperando. Pedro finalmente apareció como dentro de una luz nunca vista hasta entonces, con los ojos dilatados de bronca mientras Lohana trataba de calmarlo. Antes de saludarme me preguntó qué pensaba del conductor. De inmediato le dije que no era santo de mi devoción y allí vi como Pedro se relajaba y volvía a sonreír. No era mera coincidencia, claro. Por algo fuimos amigos del alma.

—¿Qué relación tienes con Chile más allá de Lemebel?

—Estuve en Chile con el diseñador Paquito Jamandreu hace tres décadas mientras desfilaban los modelos originales que él había guardado de Eva Perón. Yo aproveché y me escapé en mis horarios libres para conocer a José Donoso porque acababa de leer “El obsceno pájaro de la noche” y estaba maravillado. Venero también a Nicanor Parra, Carmen Berenguer y el magistral Roberto Bolaño. Chile es una tierra que fragua enormes creadores.

—Armaste un show dedicado a Violeta Parra junto a la cantante Cecilia Zabala…

—Acepté hacer “Violeta Secreta” solamente para recitar sus poemas. Zabala interpreta una versión de “Gracias a la vida” con ritmo furioso, básicamente punk, y quizás eso hizo que después del estreno, en 2013, las funciones continuaran y pudiésemos llevarlo por casi todo el país.

“Pizarnik vivía en trance”

Otra figura fundamental en la vida de Noy fue la poetisa Alejandra Pizarnik. Cuando se conocieron, él le dijo que se parecía a Brian Jones, el malogrado guitarrista de los Rolling Stones. Ella, como respuesta, lo comparó con una prostituta alemana. Así nació una amistad que se extendería hasta el suicidio de la escritora en 1972. “Alejandra era la pura encarnación de la poesía sin límites. Ella vivía en estado de trance creativo. Tuve el honor o, mejor dicho, la misión de acompañarla en sus dos últimos años más difíciles”.

—También te cruzaste en la vida con Charly García.

—Tuve la dicha de compartir con él en el Instituto Social Militar Dámaso Centeno cuando cursamos primer año. Fue alrededor de 1963. Ya desde entonces era un flaco genial. Nito Mestre también iba al mismo colegio. En las primeras fiestas del calendario patrio lo invitaron a tocar el himno y ya hacía arreglos que llamaban la atención con su oído genial. Habitualmente, a la salida de clases, algunos de nuestra división nos íbamos a la confitería El Greco, donde había un piano y García tocaba ya sus primeros temas. Siempre lo he venerado como a pocos.

—¿Te sientes un sobreviviente como él?

—A esta altura del partido para mí no existen fechas cronológicas. Adolescente fui un joven de mil años y ahora me pasa lo mismo pero al revés.

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