En ciertos momentos, Carmen Frei estuvo bastante sola, debe haber sido doloroso para ella”.

José De Gregorio Aroca (92) tiene todos los pergaminos que cualquier DC de la vieja escuela quisiera. Fue dirigente de la juventud, presidente de la Décima Comuna (la más grande de su tiempo), secretario nacional durante 12 años (con Aylwin y con Andrés Zaldívar), y además uno de los fundadores del histórico grupo “Los Cardenales”, que hasta hoy se reúne en el Club de la Unión.

Pero poco se sabe que también fue asesor político de Eduardo Frei Montalva en La Moneda. Hoy, sentado en el living de su departamento de Providencia en el que vive desde hace dos años con su mujer, la Maruja, como él le dice —quien se preocupa de cada detalle suyo—, De Gregorio hace andar los recuerdos de esa época, cuando aún no se apagan los ecos del fallo del juez Alejandro Madrid.

“Tantas veces nos cruzamos los fines de semana caminando en el cerro San Cristóbal”, comenta. Y al final de la entrevista posa con uno de sus tesoros: una foto que el expresidente le dedicó de puño y letra: “Para mi querido amigo y ejemplar compañero en la lucha por nuestros ideales, con profunda estimación”.

Durante el gobierno del DC (1964-1970) fue además director del entonces Banco del Estado. Posteriormente fue gerente general de Radio Balmaceda, de la Editorial del Pacífico y de Sopesur (Sociedad Periodística del Sur), entre otros cargos.

—¿Se acuerda cuándo lo conoció? —le preguntamos a De Gregorio (62 años de matrimonio, 4 hijos, 11 nietos, 3 bisnietos y dos más en camino).

—Sí, en una Junta Nacional donde él intervino. Yo recién había entrado a la Falange Nacional, porque era muy ligado a la Iglesia, era dirigente de Acción Católica. Había ido varias veces a Alameda 540 para regularizar mi ingreso, ahí uno se encontraba con todos los falangistas.

—¿Y cómo llega a acompañarlo a La Moneda como asesor político?

—Yo fui dirigente de la juventud DC y presidente de la comuna más importante, la Décima, que iba desde avenida Matta hasta Matadero y por San Ignacio hasta Lord Cochrane. Por la actividad política uno se da a conocer, se va acercando a Frei. En esa fecha yo no tenía ni 40 años, así es que puedo decir que con él me formé políticamente.

—Y siguió cercano en dictadura.

—Yo estaba muy comprometido con el partido… me vinculaba con Tomás Reyes, con Renán Fuentealba, con Bernardo Leighton, con Frei sin ningún problema. Operábamos desde el edificio Carlos V, en el centro de Santiago.

“Le teníamos mucha admiración”

—En los 80, Frei ya era el líder de la oposición, ¿existían razones para matarlo?

—Sí, porque en una de sus últimas presentaciones, en el Teatro Caupolicán, él se proyectó más que nunca como la persona que podía liderar un cambio en el país. Frei era una amenaza para la dictadura, así es que razones para querer matarlo había de sobra. Si así sucedió con Tucapel Jiménez y otros, cómo no le podía a pasar a Frei.

—¿Cómo recuerda esos días en la Clínica Santa María, en el verano del 82?

Yo lo fui a ver no sólo a la clínica, también a la casa cuando fue dado de alta. Estos han sido días de mucha emoción porque se destapó lo que era efectivo: que a Frei lo mataron, de eso no me cabe ninguna duda. Para muchos de nosotros don Eduardo era el gran líder del partido, nos inspiraba por su figura, su inteligencia y trayectoria. Le teníamos mucha admiración, era un estadista y el gran líder del partido.

—¿Cree que Frei y su familia se confiaron de que Pinochet no le haría nada?

—Quizás hubo algún error de apreciación, porque era demasiado su peso político y lo amenazante de su figura.

—¿En ese minuto existía la sospecha de que lo habían matado, o creyeron en una negligencia médica?

—Nunca creímos en la negligencia médica, porque desde un principio en la clínica, entre los que estábamos ahí, se habló bastante de la falta de cuidado que habría sufrido y de la pasividad de los médicos que lo atendían, que no tenían una gran preocupación por su salud.

—Pero no toda la familia asumió desde el principio la tesis del homicidio. Fue Carmen la que siempre la defendió.

—Fue Carmen la que tuvo el coraje grande, que le admiro y reconozco, de ser un artífice para aterrizar las circunstancias en que murió. Ella dio una gran lucha, a veces incomprendida. Era la hija regalona, yo siempre vi eso, así es que entiendo perfectamente la fuerza que ha demostrado todos estos años para esclarecer la muerte de su padre. Me parece que ha sido una lucha en la que en ciertos momentos estuvo bastante sola, debe haber sido doloroso para ella.

—¿A líderes de esa época como Aylwin, Valdés y Zaldívar les faltó defender más la convicción de que a Frei lo habían matado?

—Las circunstancias vividas en esos años, estamos hablando de los 80, fueron muy difíciles para todos, atentados, muertes, persecuciones. Las fuerzas armadas, los medios de comunicación, todo estaba en manos de la dictadura.

Hay quienes todavía dudan de un homicidio y piensan que con este fallo la DC tiene su propio mártir, igual que Allende, y puede sacarse el fantasma de haber apoyado el golpe.

—No, la DC no tuvo ese complejo. Nosotros nos atuvimos a los hechos, y Frei fue víctima de una persecución tenaz.

De todos modos, esto le ha dado a la DC un impulso en medio de la crisis.

—Más allá de las circunstancias del fallo, la figura de don Eduardo debería mantener unida a la DC, con mayor razón ahora.

LEER MÁS