Estos pequeños trozos de la historia de Chile nos pertenecen a todos y nos alegran los viajes”.

Lleva 55 años en el oficio de tallador, creando maquetas que atrapan una escena histórica como una verdadera fotografía de sucesos ocurridos, incluso, hace más de 500 años. Los dioramas de Rodolfo Gutiérrez son parte del panorama urbano. Cualquier usuario del Metro de Santiago, seguramente, se habrá detenido a mirar obras de su autoría, como la construcción del Puente Cal y Canto, la Fundación de Santiago, el Abrazo de Maipú, el Primer Ferrocarril o cualquiera de los 25 dioramas que adornan 20 estaciones en todas las líneas de la red. Su obra en total suma 106 de esas creaciones y desde el día uno las firma como “Zerreitug”, su apellido al revés.

Sus manos denotan la intensidad con la que Gutiérrez (75) trabaja en su taller en Farellones, donde se convirtió en artista autodidacta, manejando filosos cuchillos con los que crea entrañables figuras. “Estoy lleno de cortes y pinchazos”, dice mientras moldea los detalles del rostro de un soldado que será parte de uno de sus próximos estrenos.

En marzo, Gutiérrez y Metro inaugurarán tres nuevos dioramas en la Línea 3: “La entrada del Ejército Libertador”, en estación Los Libertadores; “Llamas en el Camino del Inca”, en Plaza Chacabuco, y “El cruce de los tranvías”, en estación Ñuñoa, justo en el mismo lugar en donde hoy se cruzan las líneas 3 y 6 del Metro.

Su obra está presente, además, en el Museo de la Casa Colorada, en el centro de Santiago; en Concepción, Rancagua y, próximamente, en Santa Bárbara, entre otros lugares. Siempre representan un momento histórico, un hito, un suceso que de los libros pareciera cobrar vida en manos de este artista que en reconocimiento a su obra fue elegido miembro de la Sociedad Chilena de Historia y Geografía, por su investigación y divulgación de las tradiciones históricas y geográficas.

—Los dioramas son todo para usted.

—Es que he vivido toda mi vida de esto. Desde los 19 años vendo figuritas, porque yo estudié Contabilidad, pero nunca ejercí. Siempre dibujé e hice cosas con las manos, se empezaron a vender y nunca más dejé de hacerlo. Los dioramas son como hijos, ninguno es más importante que el otro; por algunos he estado seis meses trabajando, en otros menos tiempo, pero el resultado final siempre es el mismo, una creación para admirar e imaginar cómo fue aquel momento.

—¿Qué dimensión le otorga usted al legado histórico de su obra?

—Para mí es muy importante dejar una obra que seguramente trascenderá mi vida. Obviamente, uno no trabaja pensando en eso, pero estos pequeños trozos de la historia de Chile nos pertenecen a todos y nos alegran los viajes. A veces paso por las estaciones anónimamente y escucho a la gente comentar: “Mira, qué real se ven”, “qué hermosos detalles”, dicen. Yo con eso me doy por pagado. Nunca le he dicho a nadie que soy el autor. No podría.

—Es clara su pasión por la historia.

—Todas mis figuras son de la historia, ya sea de una época o una escena puntual. Diría que la representación histórica es siempre un desafío. Tratar de imaginar no solo el lugar, sino también las sensaciones, la atmósfera de momentos que han definido nuestros destinos. Ahí creo que está el alma de los dioramas.

—¿Cómo logra darles vida y movimiento a sus creaciones?

—Hay que ponerse en el lugar de los personajes. Para mí, la creación es como un viaje en el tiempo. Yo trato de ponerme en el lugar de un protagonista de la escena en algunos casos. En otros me pongo en el lugar de un supuesto espectador. Ese ejercicio es básico para llegar a la expresión que tendrían los actores en el diorama. Nunca he hecho una figura por rellenar el espacio, aun los personajes secundarios de mis creaciones, todos tienen una relación con la escena principal.

—Todos podríamos ser como una de sus creaciones, seres moldeados por algo o alguien, ¿lo ha pensado?

—Claro. Todos nos vamos forjando por alguien que deja marcas en nuestra existencia. Todos somos un retrato de algo, reflejo de algún creador.

—¿Qué momento de la historia reciente le hubiese gustado plasmar?

—En algún momento pensé hacer un diorama de Allende defendiendo La Moneda, el día que la bombardearon, y no fue posible. Me quedé con el proyecto, no se hizo en su momento y llegó el Gobierno actual, por lo que creo que ya no se va a poder llevar a cabo.

—¿No le gustaría enseñar este arte a las nuevas generaciones?

—Es que no hay nada que enseñar, tendría que decir: “Usted, tome una madera y dele forma de una persona, píntelo” y sería todo. Creo que en una hora estaríamos, y podría transmitir todo mi conocimiento al respecto. ¡Esto no tiene ningún secreto. Es atreverse, lanzarse y listo!

—Parece que no tiene idea del valor que tienen sus manos.

— No me las cuido. Les doy harto trabajo, vivo curándome de cortes y recién incluso me operé de una astilla que vivió conmigo durante un mes, pero no ando pensando en cuidarlas, pensando en el futuro ni nada parecido.

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