El Duomo de Florencia es un referente de esta ciudad de la Toscana italiana, que sigue maravillando a miles de personas de todo el mundo que la visitan cada año.

La Catedral ubicada en el centro histórico, sobresale no sólo por su grandiosidad arquitectónica, también por su belleza. Sus paredes externas y su fachada cubiertas de mármol son una obra de arte, así como su interior y las pinturas que en ella se encuentran. También su campanario, iniciado por el Giotto, el cual es posible subir hasta la cima por sus escaleras para observar desde allí la ciudad. Junto a su baptisterio, dedicado a San Juan Bautista, hacen de este conjunto arquitectónico una obra única.

La Catedral es la primera construcción de importancia que abre el Renacimiento, su magnífica cúpula fue construida en las primeras décadas del 1400 por el arquitecto y escultor italiano Filippo Brunelleschi, marcando con su creación la apertura de una nueva época.

“Él es el pionero más importante de ese tiempo ya que inventa la perspectiva matemática, también participó en el concurso de las Puertas del Paraíso del Baptisterio de Florencia con el sacrificio de Isaac. Su proyecto de terminar la cúpula del Duomo, que había sido iniciada en la Edad Media, abre el Renacimiento, que termina con la construcción de la cúpula de San Pedro en el Vaticano, realizada por Miguel Angel”, explica Cristián León, arquitecto, licenciado en estética y doctor en historia del arte y la arquitectura.

En 1420 se inicia esta empresa colosal de techar la Iglesia Santa María de las Flores que va a ser el orgullo de los habitantes de Florencia. “La cúpula integra la tradición medieval con la nueva visión moderna que se está creando en ese tiempo, del hombre renacentista en la que el arquitecto es un hombre que tiene pensado hasta el mínimo detalle. Es una doble cúpula, por dentro románica y por fuera gótica que deja un intersticio entre ambas que permitía circular por la obra sin tener que hacer un andamiaje extra y eso hace posible que hoy se puedan recorrer”, profundiza el especialista en arte sacro Cristian León.

El ser humano al centro

Es una época en la que el arte y el humanismo se desarrollan. También la economía, las finanzas y el comercio. Un tiempo en el que connotadas familias florentinas se destacan por su aporte a la cultura como los Medici y por su influencia en la sociedad de la época.

La importancia de la construcción del Duomo y en especial de su cúpula es que afirma el poder de la ciudad. “Florencia se levanta como rector del arte italiano, capital artística y cultural de Italia y de Europa durante el Quattrocento. Es un símbolo del poder burgués y civil. Antes el monopolio de las artes lo tenía la Iglesia y el señor feudal, ahora se amplía hacia la burguesía, a quienes les importa el destino de la ciudad. Es una época en que se desarrolla el pensamiento humanista, el hombre se coloca al centro y Dios va quedando desplazado en la historia, surge una cosmovisión antropocéntrica”, profundiza Cristián León.

Empieza a tomar fuerza el valor del individuo por sobre el grupo y se pone al hombre al centro de la reflexión. Estas construcciones y obras que han trascendido siglos siguen llamando la atención porque relevan al ser humano y reflejan una mirada de mundo en el que se produce un cambio de paradigma cuyos efectos e influencia se reflejan hasta nuestros días.

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