“Si tienes tiempo para pegarte una maratón en Netflix, hay tiempo para reciclar”.

Fernanda Piedra (33) hizo un cambio radical en su vida cuando nació su primer hijo. Es abogada de la UC y máster en Periodismo de Moda en el London College of Fashion. De ser una amante de la ropa vintage, el glitter y las lentejuelas, hoy es una defensora del medio ambiente y la vida “slow”. “En la naturaleza, la basura no existe. Los seres humanos somos los únicos que la producimos”, sostiene. Vive en Frutillar donde abrió Garten Hause, un Bed and Breakfast vegano. “Estoy muy feliz porque, hasta donde yo sé, no hay otra opción de alojamiento vegano en Chile”.

Es editora en jefe de la revista digital Franca Magazine con temáticas sustentables orientadas a la mujer, la primera sobre la vida lenta y consciente. Además, trabaja con Zig-Zag en un libro para niños sobre basura cero y con un estudio en Frutillar, Patagonia Legal, donde asesoran a empresas B. “Las que buscan no ser las mejores del mundo, pero sí las mejores para el mundo, con un triple impacto: beneficios económicos, sociales y medioambientales”, aclara Fernanda.

“Perdón ser tan apasionada”

“Todo empezó por mi hijo Clemente. Cuando tenía seis meses me enteré de que los pañales desechables se demoraban 500 años en desintegrarse. No podía seguir con eso”, relata.

Fernanda trabajaba en la revista Viste la Calle. Pelo platinado, compraba dos botellas de agua al día, tres pares de anteojos vintage al año y era fanática de los hot dogs. “Tenía un clóset lleno de ropa para el verano y otro para el invierno”. El cambio en su vida se hizo “de forma orgánica y paulatina. Lo primero, fue comprar pañales de tela. Después, supe de Bea Johnson, que con su libro «Zero Waste Home» (2013) enseña a simplificar la vida a través de la eliminación de la basura. Ella reduce los desechos a un frasco de vidrio al año”. Los Johnson aplican una filosofía de vida basada en cinco R: Rechazar todo lo que uno no necesita, Reducir el consumo, Reutilizar lo que uno tiene, Reciclar y hacer compost (Rot).

“Le pregunté a mi marido y fue un compromiso que asumimos los dos. Como nos íbamos a Londres, estábamos obligados a reducirnos. Lleve ropa básica que combinara con todo y lo demás lo dejé aquí. Cuando volvimos, decidimos irnos a Frutillar. Pensé: Mi ropa no la necesité un año y medio, menos la voy a necesitar ahora. Yo era full lentejuelas, día y noche. Si llegaba así a Frutillar se iban a reír de mí. Me iban a decir la loca de la huerta, ya no tenía sentido”.

Fernanda cuenta que el cambio la obligó a volverse creativa. “Fue muy entretenido. Dejamos la carne porque el 30% de la huella de carbono que genera una persona viene del mundo animal. Reducir eso es mucho más potente que hacer otros esfuerzos. Invertí mucho en libros de cocina vegana. Ha sido increíble usar los alimentos desde la raíz al fruto”, cuenta. “Hacemos la pasta de dientes: 4 cucharadas de aceite de coco, 2 de bicarbonato de sodio y 20 gotitas de aceite escencial de menta. Nos demoramos un minuto. Es muy fácil, se ayuda al medio ambiente y nos ahorramos unas lucas. Hemos olvidado que podemos hacer muchas cosas. A mi hijo le encanta reciclar y es un panorama. Mi filosofía se trata de un minimalismo con propósito. Consumir lo menos posible y vivir de una forma conciente y eco amigable”, agrega.

“Cuando comparto con gente que es como nosotros hace cinco años atrás, me choca. ¡Mierda, cómo todavía no están reciclando! Siguen consumiendo cosas artificiales y les dan eso a sus hijos: salchichas y hamburguesas, que según la OMS son cancerígenos. Por ejemplo, donde mi suegra llevé basureros de colores para que recicle porque no puedo ver cómo mezcla vidrio con cartón. Lo siento, si tienes tiempo para pegarte una maratón en Netflix tienes tiempo para reciclar. No hay excusas para no preocuparse y seguir viviendo como si existiera infinito espacio. Perdón si soy tan apasionada y autoritaria, pero es el planeta. Para la gente soy «la loca cero residuos», pero no puedo cambiar ahora”.

Hay 9 categorías para reciclar: plástico; latas y metales; vidrio; envases de alimentos líquido; papel; cartón; diarios y revistas. “Si no se puede reciclar un envase, hay que escribirle a esa empresa: ‘Oye, me encantan tus galletas, pero me carga el paquete. ¿Pueden hacer algo?'. Eso es activismo. Si hay algo que no me gusta, lo cambio. El lema de Gandhi: «Ser el cambio que queremos ver en el mundo»”.

“Nos quedan 12 años para realizar cambios”

Además de Clemente (4), Fernanda tiene a Aurora (1). “Con ella he tenido una maternidad más conciente a raíz de este proceso. Clemente nació en una clínica, con epidural y un doctor. Con la Aurora fue diametralmente distinto: parto natural, sin anestesia, con una dula y contracciones en una tina. Estamos muy unidas. Estar en sintonía con lo natural es demasiado valioso. En el último panel para el cambio climático de la ONU dijeron que nos quedan 12 años para realizar cambios en la forma en que consumimos y producimos. Mi hijo va a tener 16 y si no cambiamos, va a vivir en un caos”.

—¿Cómo adaptas tu filosofía a tus hijos pequeños?

—Con niños es mucho más difícil llevar este estilo de vida. La Aurora usa pañal de género y no tiene chupete. Por ejemplo, para limpiarle el poto, solo en el lavamanos, chao las toallitas húmedas. Si se hace caca, tengo mis paños de género, mi botella de agua y listo. Cuando estamos en casas de amigos, me relajo un poco. Si mi hijo quiere un salame, se lo come, pero yo no se lo voy a comprar. Le pido a todos que no les compren juguetes de plástico. Con Clemente tenemos un dicho: yo digo: “Plastic is…” y él responde: “Toxic!”. Estamos lejos de la naturaleza, hay que hacer sacrificios para ser coherentes e inspirar el cambio.

Los anteojos de Fernanda están hechos con redes de pesca. Cero plástico.

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