En una antigua casa de comienzos de siglo, frente al regimiento militar de Porvenir (capital de la provincia de Tierra del Fuego), se encuentra un emprendimiento de innovación social, el taller de ropa outdoor Karukinka (nuestra tierra en idioma selk'nam) cuyo dueño es el ingeniero comercial Felipe Jadue.

Al teléfono desde la isla comenta sobre su emprendimiento de polerones híbridos tejidos artesanalmente con lanas nobles de la zona, que tiene el apoyo de Corfo y ProChile. “Queremos ser un catalizador de progreso. Estamos aplicando acciones medioambientales y sociales; trabajamos para convertirnos en un referente del vestuario outdoor en Chile y el mundo”, dice.

Jadue cuenta que a pesar del viento y el frío de la isla, es “impresionante” que siempre el taller tiene un ambiente “cálido”. “Aquí las tejedoras se juntan a trabajar, copuchar y tomar mate. Aquí, mágicamente un fardo de lana sucia de oveja se transforma en una prenda de lujo exportable”, comenta.

Con cinco hijos (9 meses a 15 años), este emprendedor viaja todos los meses a Tierra del Fuego. En 2015, Michael Bianchi, un amigo empresario de Porvenir lo invitó a recorrer la isla. “Fue un viaje maravilloso y visitando su estancia ovejera se me ocurrió confeccionar artesanalmente ropa outdoor semitérmica utilizando tejidos nobles”, recuerda.

En este taller, donde el noventa por ciento son mujeres, trabajan 17 fueguinas (entre 20 y 70 años), todas de escasos recursos o en riesgo social. “Cada tejedora tiene su historia que está plasmada en cada prenda cuyo tiempo de confección es de cerca de cuatro días”, sostiene.

Felipe comenta que una de ellas está hilando lana sucia recién esquilada, mientras otra teje y corta telas. “Son prendas que han pasado mayormente por manos, no por máquinas, y ese es su valor más significativo”, explica.

Asimismo, el cincuenta por ciento de la composición de estas prendas (desde marzo se comercializarán en el sitio web karukinka.com) corresponde a tejidos hechos cien por ciento con pelo y fibra natural animal; además, son teñidos artesanalmente con tintas vegetales. “También los cueros de nuestras etiquetas, como otras aplicaciones, son insumos suprarreciclados”, cuenta.

—¿Por qué emprender en los confines del planeta?

—Aquí me siento como si hubiese pertenecido siempre a este lugar. Confío en su gente; creo en sus potenciales. A pesar de su clima hostil, la belleza de sus paisajes es abrumadora. Es un paraje que alimenta mi espíritu creativo; además la carga histórica de esta zona es tan potente que me ayuda a inspirarme aún más. Tierra del Fuego es un referente outdoor, una de las zonas más emblemáticas de la Patagonia.

Redefinir el lujo

Felipe recuerda que de niño jugaba en las bodegas de la fábrica de camisas Incazar, que fue una de las más grandes de Chile y que su abuelo materno, Fuad Zaror, fundó en calle San Diego en los años 50. “Me cautivaba estar entre telas y maquinarias; aprendí que era una industria innovadora por naturaleza, donde siempre se creaban nuevos productos”, cuenta.

Y como “la sangre fue más fuerte” durante cinco años (2007 a 2012) trabajó en esta fábrica que en la década del noventa se convirtió en una importadora. Al poco tiempo, Jadue comercializó la marca de ropa chilena outdoor Kilimanjaro (importada desde Asia) que vendió en 2017.

—Con este emprendimiento en Tierra del Fuego creaste un modelo de gestión ética, donde un negocio busca algo más que la rentabilidad económica.

—Así es, lo que realmente importa es el valor que una empresa genera para la sociedad. Generalmente, esta forma de gestión está inserta en el marco de la que se denomina “triple última línea” donde las compañías miden y evalúan sus resultados no sólo desde el punto de vista financiero, sino también por su impacto social y medioambiental.

—Diana Verde Nieto, experta argentina fundadora de la empresa Positive Luxury, asegura que la responsabilidad social y la sustentabilidad hoy son obligatorias para las marcas de lujo.

—Hace un tiempo se viene dando una sostenida revalorización a nivel mundial de las fibras naturales aplicadas a la moda y una valorización de las empresas responsables. Con este emprendimiento queremos redefinir el lujo donde ese atributo en las prendas esté dado por su trazabilidad y por la historia tras su fabricación; pretendemos llegar a usuarios de alta conciencia social como medioambiental; esa es nuestra principal aspiración.

—Claudia Hurtado, directora ejecutiva de Fundación Artesanías Chile, dijo a “La Segunda” en 2018 que los chilenos muchas veces asocian “lo hecho en Chile” con “productos rústicos y de mala factura”.

—Los consumidores quieren historias y el valor del producto se relaciona con el entorno. Con iniciativas que rescatan materiales nobles de Chile muchos validamos antiguos oficios, costuras finas hechas a mano; rescatamos una cultura patrimonial. Con estas prendas hechas artesanalmente se conoce este magnífico territorio, sus ovejas, lanas y a este grupo de talentosas hilanderas y tejedoras del fin del mundo.

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