Por Andrés Nazarala@andresnazarala

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“Beautiful boy” es de esas películas que dividen audiencias. Si bien apela a la identificación a través de un padre preocupado por el bienestar de su hijo, no está exenta de manipulaciones sentimentales que pueden resultar incómodas para ciertos espectadores. No es de extrañar que esa carga emocional provenga de dos libros base: los autobiográficos “Beautiful boy: El viaje de un padre a través de la adicción de su hijo”, de David Sheff (el padre) y “Tweak: Creciendo con metanfetaminas”, de Nic Sheff (el hijo). Ambos componen un díptico literario que el director belga Felix van Groeningen lleva a la pantalla confiando en los talentos actorales de Steve Carell como un periodista que ayuda a su hijo a superar la adicción a las drogas y Timothée Chalamet (“Llámame por mi nombre”) como el adolescente que cae en una espiral de autodestrucción de difícil salida.

El problema de “Beautiful boy” es que, tomando en cuenta las intensas actuaciones principales y el peso dramático de la historia, queda la sensación de que era innecesario acentuar el melodrama con una banda sonora pomposa, escenas “fuertes” que no son más que golpes bajos y las inevitables lecciones de vida hacia el final. Esto parece menos una película que una recreación con fines terapéuticos.

“Beautiful boy”. Dirección: Felix van Groeningen. Con Steve Carell, Timothée Chalamet, Timothy Hutton, Amy Ryan. EE.UU., 2018. Duración: 2 horas. REGULAR.

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Tomando inspiración en “Suspiria de profundis”, texto del opiómano Thomas De Quincey sobre los sueños, el cineasta italiano Darío Argento construyó una película que lleva la violencia hacia terrenos oníricos. Se trata de “Suspiria” (1977), en la que narra el asesinato de mujeres al interior de una academia de danza jugando con el kitsch, el humor, el erotismo, el esoterismo y el psicoanálisis. Una cinta de horror que queda en la memoria por sus extravagancias, la intensidad de su paleta de colores y la tensión generada por la música de la banda de rock progresivo Goblin. Digamos que es una obra única e irrepetible. Es por esto que el director Luca Guadagnino fue inmediatamente juzgado cuando anunció que se haría cargo del remake, probablemente alentado por el éxito de “Llámame por mi nombre”. ¿Con qué ropa se metería con un realizador tan singular como Argento?

Lo primero que se puede decir en favor de esta “Suspiria” es que no se trata de un remake convencional. Argento es solamente el punto de partida para un ejercicio personal que toma otros caminos, a pesar de las intenciones declaradas del director de replicar las emociones que sintió cuando se enfrentó a la cinta original por primera vez. El resto está alterado, comenzando por una ambientación más propia de Fassbinder que de Argento: el destemplado Berlín de 1977, tiempos de la RDA y la Baader-Meinhof. La ingenua Susie Bannion es ahora una chica ambiciosa (Dakota Johnson) que llega desde EE.UU. para estudiar danza contemporánea (ya no clásica) en la academia de la exigente Madame Blanc (Tilda Swinton). Ese mismo día, una de las alumnas desaparece. El lugar, repleto de recovecos y sitios ocultos, esconderá secretos y una lucha de poder sobrenatural que no conviene revelar para evitar spoilers.

Lo que sí podemos decir que es que Guadagnino adapta “Suspiria” a los tiempos actuales. Ofrece una película sobre el cuerpo femenino como fuente de resistencia, poder y vitalidad en el que los hombres casi brillan por su ausencia (Swinton también interpreta a un viejo psicoanalista). Si sumamos una fantasmagórica banda sonora de Thom Yorke, tenemos una película atrapante cuyo gran bemol podría ser la tendencia a la intelectualización de un Guadagnino que busca sentido donde Argento sólo encontraba juegos.

“Suspiria”. Dirección: Luca Guadagnino. Con Dakota Johnson, Tilda Swinton. EE.UU./Italia, 2018. Duración: 2 horas 32. INTERESANTE.

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José Luis Sepúlveda

sugiere:

“‘Al otro lado del viento', del gran Orson Welles, en Netflix, porque contiene una elegante descripción de lo que era el cine en EE.UU. durante los ‘70”.

El cineasta de culto (“El pejesapo”) se encuentra trabajando, junto a Carolina Adriazola, en una nueva película, “Harley Queen”.

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Un respetado, cínico y a la vez odiado crítico de arte (Jake Gyllenhaal). Una galerista sofisticada que alguna vez tuvo una banda punk (René Russo). Un artista alcohólico en busca de inspiración (John Malkovich). Una empleada (Zawe Ashton) que descubre las cautivadoras obras de un pintor maldito y desconocido que acaba de morir.

“Velvet Buzzsaw”, película recientemente estrenada en Netflix tras su debut en Sundance la semana pasada, juega con estos personajes para retratar el esnobismo, el cinismo y las peleas de poder que abundan dentro del mundo del arte contemporáneo. El director Dan Gilroy (“Primicia mortal”) demuestra desprecio por cada uno de ellos, en una cinta que comienza como una comedia ácida para transformarse en una pesadilla de horror sobrenatural.

Debido a estas licencias en beneficio de la sátira, el filme fue algo maltratado en sus primeras proyecciones durante el festival, pero su ligereza e idiotez intencionada son en verdad ingredientes que favorecen el insólito resultado final. “Velvet Buzzsaw” es un raro y eficaz divertimento.

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