Especies de Chile

l En la zona norte: anchovetas, sardinas, jurel (que sirven para producir harina de pescado), además del bacalao y albacora. El pez espada se da entre Arica y Caldera. En Coquimbo abunda el cultivo de invertebrados y el camarón nailon.

l Zona central: merluza y tiburón.

l Sur: albacora, bacalao, y se cultiva salmón. Además hay invertebrados como el loco y choros.

l Zona austral: merluza austral, congrio dorado y la centolla.

Fue a comienzos de 2000 cuando la jibia comenzó a ser un producto apetecido entre los pescadores industriales de la zona centro sur ante la creciente demanda del mercado asiático. En 2004 se disparó el desembarque (pesca industrial), lo que propició una regulación y se asignaron cuotas de captura y comenzó a abrirse el consumo nacional, atrayendo a los artesanales.

“Son cuotas de alrededor de 200 mil toneladas de las cuales el 80% les corresponde a los pescadores artesanales y el 20% a los industriales”, explica Francisco Concha, biólogo marino y académico de la Facultad de Ciencias del Mar y Recursos Naturales de la U. de Valparaíso.

A tanto llegó el interés por este calamar gigante que el año pasado se discutió y aprobó una ley en el Congreso para modificar la forma de pesca desde el método de arrastre a la pesca de línea de mano (seleccionando el producto). Y a comienzos de este mes comenzó la guerra de manifestaciones entre los industriales y los pescadores artesanales, y en las últimas semanas en el Gobierno se ha debatido entre vetar o no la ley. Ayer el Ejecutivo optó por no insistir con el veto.

Concha explica que hay un sinnúmero de factores que hacen que un producto como la jibia sea apetecido: “Gran parte de la pesca de peces óseos (como merluza o jurel) ha bajado drásticamente en los últimos 50 años y es una tendencia mundial. Cuando esto ocurre, los pescadores buscan formas de diversificarse y abarcar otros mercados. Además, da la casualidad de que la jibia es un depredador de peces óseos, lo que termina afectando a las pesquerías. También está el mercado, porque si antes no había interés y ahora sí lo hay, este producto se venderá a mejor precio y habrá mayor desembarque”.

— Entonces ¿hay menos especies por sobreexplotación?

—Creo que es mejor hablar del concepto de plena explotación porque hay varias pesquerías que cerraron los cupos de acceso para nuevas embarcaciones. Eso pasa con la merluza y el jurel y ha pasado históricamente con los invertebrados (erizos y loco). Se trata de productos importantes para el mercado y por ello se regulan y miden sus cuotas de capturas. El tema a tratar está en aquellas especies que no son tan importantes y para las que no hay fondos suficientes para monitorear.

Contaminación y demanda

—¿Tiene ejemplos de esos productos menos importantes?

—Hay peces que a lo mejor antes no tenían valor comercial y hasta los regalaban, como el vilagallo o el rollizo, que son peces de roca o costeros y que no eran objetivo de pesca, a diferencia del lenguado, la corvina o la merluza. Pero resulta que estas últimas empiezan a bajar y aparecen las otras, menos importantes, y a la gente le empieza a gustar.

—¿La contaminación del mar incide en la baja presencia de una especie en el mercado?

—Obviamente que afecta pero no necesariamente a la especie misma sino a su fuente de alimentación. Si se está sobrecargando un lugar con descargas de residuos de cualquier tipo, el agua empieza a tener menos oxígeno y nutrientes y afecta la cadena alimenticia. Cuando una especie empieza a perder su alimento, migra a otro lado. Pero también incide la demanda porque si el pescador no tiene mercado para algo, entonces lo va a soltar.

El biólogo marino explica que la actual Ley de Pesca exige que las pesquerías manejen sus recursos con un enfoque sostenible que apunta a “estudiar no solo la merluza, por ejemplo, también a las especies que están relacionadas con ella, sus depredadores, su alimento y hábitat”.

Esto último, detalla, provoca una reducción en la cuota en la medida que la medición de una especie lo requiere.

—¿Los estudios pueden encarecer el producto?

—No estoy interiorizado en cómo se aplica el precio al producto. Creo que gran parte de esto tiene que ver con la demanda. Hay especies de restaurantes y que son consideradas “más finas”, como el congrio o el lenguado, que son pescados relativamente caros; y otras que son de calle, por decirlo de alguna forma. Pero el alto precio puede estar relacionado con los intermediarios. Si a mí me venden un congrio a $7 mil el kilo, lo más probable es que ese pescado se haya comprado en $5 mil. Los precios que llegan al público general son del mercado externo; los pescadores muchas veces no comercializan directamente al público.

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