Quedan 15 sobrevivientes. Se hace una ceremonia muy emotiva, hay chilenos que lloramos más que ellos. Yo mismo soy harto llorón”.

Ian Campbell siguió jugando hasta los 70 por los viejos del Country. Lo enfrenté varias veces. Pero no se me ocurría salir a taclearlo”.

Si pensamos que el periodista británico David N. Scott figura como uno de los fundadores del fútbol en Chile, cuando en 1892 creó el Valparaíso Football Club, se entiende mejor la determinación que años después demostraría su bisnieto en el momento en que la frustración ensombreció su principal pasión deportiva. John Scott tenía 26 años en 1977 cuando fue llamado por primera vez a la selección de rugby de Chile, pero no pudo dar un paso firme ya que también había logrado su primer trabajo como Ingeniero Forestal, en la empresa Arauco. Venir a entrenar a Santiago le resultaba imposible cuando solo había un tren nocturno como traslado, así que apretó los dientes, miró alrededor y terminó armando el legendario club Los Troncos, de Concepción.

A sus 67 años, quien llegó a ser presidente de la federación chilena, del club Old Boys, y que hoy preside la Fundación John Jackson, de The Grange School, se transformó en una de las principales fuentes de información para el recién estrenado libro “La historia del rugby en Chile”, obra en la que su familia aparece en diferentes momentos de la historia.

—¿Cómo es que llega a formar Los Troncos?

—La vuelta es larga. Cuando entré a Ingeniería Forestal en la Universidad de Chile, el año 70, con un grupo de rugbistas le fuimos a preguntar al Decano si podía contratar a un entrenador. Por qué no creamos un curso de Rugby 1, nos dijo. Le pusieron dos créditos, lo que no era poco, si pensamos que Matemáticas o Cálculo tenían cuatro. Duró un semestre y cuando fuimos de nuevo a preguntar qué hacemos ahora, el decano creó Rubgy 2. O sea, quedó con cuatro créditos, y eso se mantiene hasta el día de hoy.

No veo cómo aparecen Los Troncos de Concepción en todo esto.

Y la vuelta es más larga. En marzo del 73 me fui de Chile a seguir la carrera en Nueva Zelandia, donde seguí jugando. Ahí el entrenador me dijo: allá están los forwards. Vaya y preséntese. Pero a medida que me iba acercando veía a tremendos mastodontes, así que volví donde el entrenador y le dije que también jugaba de full back. Yo no era muy rápido, pero por lo menos tenía una oportunidad. Regreso a Chile en el 77 y me nominan a la Selección, con Jean Pierre Juanchich. No sé, yo no me habría seleccionado, pero Juanchich pensó que sí. Justo me contrató Forestal Arauco y tuve que ir a vivir al pueblo de Arauco. Me perdí el Sudamericano de Tucumán porque era la pega o la selección. No me queda otra que jugar acá, dije, y formé Los Troncos.

—¿Enfrentó la frustración con un acierto?

Nunca me imaginé que Los Troncos iban a ser campeones de Chile. Lo que pasó fue que los ingenieros Forestales de la Chile tiraron para arriba y llegaron a ser terceros y cuartos de Chile. Tenían un plantel muy bueno y cuando fueron egresando, empezaron a buscar pega. Justo me tocó a mí contratar a mucha gente. Llevaba a los rugbistas para allá y en vez de preguntarles qué sabían hacer bien les preguntaba en qué puesto jugaban.

—¿Es un fenómeno el que se vive actualmente con la selección Seven a Side, luego de ganar por primera vez el circuito sudamericano el fin de semana pasado?

Es un mérito inmenso. Con respecto del rugby tradicional son disciplinas bastante distintas. El Sevenes mucho más intenso y mucho más corto, Juegan 7 por lado, 7 minutos por lado. Al otro lado son 15 y juegan 40 minutos por lado. Los principios son los mismos. Todos los que juegan 7 han salido de 15. En Chile se da que juegan en los dos lados. Pero en Argentina, Uruguay, los jugadores entrenan por uno o por otro. En Chile está empezando a pasar ahora, pero el capitán Brangier, juega también en 15. En Argentina, la gran diferencia es que en la competencia es en la semana, y en los fines juegan por los clubes. Tienen muchos más jugadores y llevan la punta por muchas cosas. Esa brecha no se ha podido acortar. Si Chile avanza, ellos lo hacen más rápido.

—¿Hay un modelo real para el profesionalismo en Chile, como pasa en Argentina?

Es que argentinos profesionales existen, pero los que juegan en Europa. No sé si les pagan en Argentina, pero en Chile es cero. Es todo un proceso, el rugby se tiene que ganar ese derecho, porque depende de los auspiciadores. En Argentina existen grandes auspicios porque el rugby es grande. Acá usted va a pedir un auspicio y si se lo dan es porque el gerente del lugar le gusta, pero no es un buen negocio. Tiene que producirse una percepción de que el rugby tiene beneficios y eso no va a pasar de la noche a la mañana. Sin dudas lo del Seven a Side lo levanta. Conozco a mucha gente que ni entiende el deporte y está eufórica.

Un partido sin tacles

—¿Dónde estaba cuando ocurre la tragedia de Los Andes, con el avión que traía a los uruguayos?

Estaba en la cancha, esperándolos.

—¿Qué recuerda con detalle?

Jugaba por Old Boys. Habían venido el 71 y se gestó un segundo partido. Eran del colegio Stella Maris y el club se llama Old Christians. Yo era uno más de los jugadores. Algunos habían ido al aeropuerto a esperarlos. Se jugaba en el club de Old Boys, de La Dehesa. Transcurrían las horas. Y siempre se pensaba que iban a llegar. Nadie se imaginaba lo peor. Después, la historia la conocen todos. Pero lo más bonito es que desde entonces nos juntamos todos los años, alternadamente, una vez en Chile, otra en Uruguay, y hemos forjado una amistad que hoy es casi de hermanos. A través de los años se agregó el fútbol, el hockey, y las giras son masivas, de 150 personas en cada delegación. Yo ya viajo con mis hijos, que juegan contra los hijos de ellos y esta amistad fue premiada hace varios años atrás por la International Rugby Board, por el espíritu, por la amistad. Les entregaron un trofeo a los uruguayos, y ellos mandaron a hacer una réplica porque consideraron que en la amistad hay dos partes. Y yo tengo ese galvano.

—¿Dónde fue la última celebración?

Ahora vamos a Carrasco, porque el 2018 vinieron ellos. Es el 12 de octubre. Los que sobrevivieron son todos de 60 para arriba, por eso cada vez que entramos a la cancha la ceremonia es muy bonita. Este año acordamos jugar sin tacle, o sea tocando no más. Resultó bastante bien porque había muchos que se estaban bajando del juego. No estaban dispuestos a exponerse, porque igual juegan más jóvenes. El choque de uno de 35 y otro de 65 es muy desigual y el que pierde es el más viejo.

—¿Siempre van todos los chilenos?

De los originales, varios. Ellos son 16 sobrevivientes, pero falleció uno por causas naturales hace un par de años y quedan 15. Por eso se hace una ceremonia muy emotiva, y hay chilenos que nos emocionamos y lloramos más que ellos. Yo mismo soy harto llorón.

Los hijos y la nuera

—Sus hijos juegan rugby también.

Los tres fueron seleccionados juveniles. Hay uno que vive hace 7 años en Australia y está dedicado al surf y al montañismo. El mayor, John, y el menor, David, hoy juegan Touch Rugby, que es tocando. Es otra disciplina que ha florecido mucho en Australia y Nueva Zelandia, principalmente, y ya tiene un Mundial. Chile tiene un equipo mixto y hace tres años atrás, David, el menor, fue seleccionado junto a su señora (Dolores Ruiz Tagle) y fue al Mundial de Australia. Este año, el Mundial es en Malasia. Allí va el mayor, el menor y su señora. Y claro, voy yo también.

—¿Y usted lo disfruta igual? Porque es distinto…

Lo disfruto mucho. Y, además, me he dado cuenta de que ha prendido fuertemente. En Nueva Zelandia y Australia, es casi más popular que el rugby. Porque juegan mujeres y hombres. Es una alternativa para rugbistas que se han lesionado, al no haber tacles. Y lo que ha pasado es que con esta disciplina en las oficinas se forman equipos y hay un campeonato muy organizado. Los partidos se juegan a las 6 de la tarde, con árbitros, con puntaje y al final es una tremenda cosa, con auspiciadores, publicidad, y por eso son tan buenos también los australianos. Es mucho más inclusivo. Puede jugar cualquiera. Tiene distintas categorías: jóvenes, mayores de 25, de 30, 35. En el Mundial de Australia, que fui a verlo, Chile era el único equipo de Sudamérica. Los argentinos no lo practican. Pero estaban Nueva Zelandia, Australia, Sudáfrica, Inglaterra, Irlanda, Escocia, Gales, Alemania, Rusia. Esto desde los años 90. Acá llegó hace como 20 años atrás, máximo, y a Chile la he ido bien.

—Usted fue clave en el libro de la historia del rugby por su archivo.

Soy el miembro de la familia que colecciona fotos. Guardo una foto del primer partido en el Country Club y dudo que alguien más la tenga. Y en el libro está mi abuelo, sale mi padre, que no jugó mucho porque en la guerra se fregó la rodilla. Pero él tuvo un gran éxito entrenando al equipo Seven del Grange. Salió campeón de Chile siendo un equipo de cabros de colegio. Salgo yo y uno de mis hijos.

—¿Vio jugar a Ian Campbell, considerado el mejor de la historia?

Claro, e incluso jugué contra él. Era muy amigo de mis padres, que fallecieron, y hay una historia familiar que me contaba mi madre. Campbell tenía como ídolo a su hermano, Donald, quien murió en la Guerra. Y cuando era joven y le tocaba ir a jugar en Concepción, Donald se alojaba en la casa de mis abuelos. Mi madre era una niña de tres cuatro años y él le leía cuentos para que se durmiera. Soy socio del Country y veo a Campbell hasta hoy. Lo más divertido es que voy a una peluquería de los portales de Monseñor Edwards, de esas que valen cinco lucas, y el peluquero me dice: usted que es rugbistas, no conoce a Ian Campbell. Yo soy su peluquero.

—¿Era tan bueno?

Alcancé a jugar contra él. Cuando era chico lo vi por la selección y para ser fly era tremendo, fuerte. Lo que siempre escuché era que los contrincantes no les gustaba taclearlo, porque era duro. Tenía la costumbre de que cuando lo venían a taclear ponía la cadera, que es más dura todavía. Iba corriendo, giraba y era como chocar contra un muro. Tenía una gran visión del campo y era un caballero dentro de la cancha. Nunca reclamó contra un árbitro. Siguió jugando hasta los 70 años por los viejos del Country. Lo enfrenté varias veces. Pero no se me ocurría salir a taclearlo.

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