Gonzalo de la Carrera Correa (57) sabe que es un extraño en los medios, porque es ingeniero comercial. Pero ya lleva cuatro años como conductor de “Directo al grano” de radio Agricultura. Un espacio que ha compatibilizado con el mundo empresarial, su paradero, y que lo ha convertido en un polémico tuitero con más de 12 mil seguidores.

Justamente uno de esos tuits lo tiene desde ayer querellado por la diputada PC Camila Vallejo, luego que compartiera en su cuenta, a fines de diciembre, un link que le atribuía a la parlamentaria la frase “la pedofilia es un derecho a recuperar”. Antes de convertirse en un personaje público, estaba concentrado en su profesión. Pocos saben que es un experto en cosméticos: estuvo 14 años en Oriflame, donde llegó a ser presidente para América Latina. También tuvo la empresa de venta de perfumes “Perfúmame”, estuvo en el Grupo Bethia y fue presidente ejecutivo de Colmena y La Polar, donde sigue como director. Además, fue vicepresidente de Enap, desde donde renunció tras la crisis ambiental de Quintero-Puchuncaví.

Pero el 29 de agosto de 2008 fue la primera vez que su nombre se hizo conocido en medio de una tragedia que marcó su vida en un antes y un después: su hija Trinidad, entonces de 16 años, fue una de las nueve alumnas del Colegio Cumbres que murieron en un accidente carretero en Putre durante su viaje de estudios.

De la Carrera habla acelerado, como si tuviera un discurso aprendido. Pero su tono cambia cuando habla de Trinidad. Una muerte que vino apenas un mes después que la de su hermano mayor, con quien trabajaba en “Perfúmame”. “Tenía 48 años. Él murió en julio de un cáncer linfático con metástasis. Era su segundo cáncer. Fue durísimo, duró un mes y medio desde el diagnóstico. Mi papá también había muerto de cáncer el año 99, a los 67 años. Un cáncer gástrico, metastásico.

—¿Le tienes miedo al cáncer?

—No le tengo miedo a la muerte, porque tengo la esperanza del reencuentro con mi hija y mi hermano.

—Estabas viviendo el duelo de tu hermano cuando murió tu hija.

—Cuando murió mi hija yo estaba en Nueva York acompañando a Fernando González en el Gran Slam. Somos muy amigos. Íbamos en auto camino a un restorán a celebrar cuando me dicen que hubo un accidente de uno de los buses. A la media hora se supo que entre las muchas niñitas heridas, había nueve fallecidas y que una de ellas era mi hija. Yo estaba con mi hijo de 13 años. Quedé en estado de shock… Nos fuimos al aeropuerto y Lan Chile nos subió en el primer vuelo. No tuve la ocasión de verla. Cuando llegué ya la habían pasado al Servicio Médico Legal y ya estaba en el ataúd.

—¿Cómo se vive después de eso?

—Los primeros momentos son de negación. En realidad no son momentos, son períodos largos de discernimiento en los que la cabeza empieza a iterar decisiones que uno podría haber tomado de manera distinta para haber evitado ese desenlace. Eso es muy desgastador, porque uno hace infinitas iteraciones tratando de buscar un resultado distinto. “Si yo no me hubiese ido de viaje, si yo no la hubiera autorizado para ir al viaje de estudio, si el viaje de estudio no hubiese sido en Putre, si se hubiese ido al sur y no al norte”. Eso, hasta que llega un momento de paz en que uno acepta.

—¿Qué es lo más difícil del proceso?

—El momento más duro es cuando uno se da cuenta de que la vida sigue igual para todos, pero para uno se estancó, se congeló. Y uno pasa a ser como un observador estático de un mundo en movimiento. Y ese momento es de una soledad muy grande, sobre todo porque la gente erróneamente piensa que el distraerte es una manera de evitarte el dolor. Pero es justamente lo contrario: es recordando, hablando de la persona que se fue hasta que uno entra en un proceso de asimilación y se da cuenta de que la persona dejó de estar de cuerpo presente, pero sigue estando permanentemente en tu corazón, te acompaña a diario y, por lo tanto, uno puede obtener grados de felicidad viéndolo de esa manera. En ese momento yo escojo que puedo hacer de mi vida algo absolutamente infeliz o volver a ser feliz.

—¿Sentiste que tocaste fondo?

—Toqué fondo cuando un día sentí que no tenía fuerzas para nada. Días después de que murió mi hija, mi amigo Neven Ilic me ofreció ser gerente de ADO Chile. Ese fue el salvavidas que me tiró. Logré postergar el duelo un año hasta que me cuerpo me dijo “para”. Estuve dos años encerrado en mi casa.

—¿Te levantabas?

—Me vestía. Tenía angustia, estaba cansado. No me preocupaba nada. Si me decían que mis ahorros se estaban yendo a la cresta, no me importaba. Y eso que coincidió con la crisis de Lemman Brothers. No tenía energía. Leía muchos libros de autoayuda. También me tocó la crisis de los Legionarios de Cristo. Investigué mucho sobre la vida de Marcial Maciel y me di cuenta de que había sido un abusador, un pedófilo desde el año 59. También me di cuenta de que la gente se aferra mucho a la Iglesia. Eso es lo que hice yo en el primer instante, pero después empecé a racionalizar todo…

—¿Eras muy católico?

—No, pero sí era de misa semanal.

—¿Te alejaste de la Iglesia por la muerte de tu hija o por Maciel?

Por ambas razones. Por la muerte de mi hija y por la profunda decepción que me provocó la pederastia en los curas. En ese tiempo también estudié la teoría de los ángeles, porque escuchaba sermones que no me hacían sentido, como por ejemplo ‘Dios se ha llevado a su hija porque necesita un angelito en el cielo'. Pero Dios no necesita sacarla de la tierra para transformarla en ángel, porque hay siete categorías de ángeles. Entonces, empecé a racionalizar los discursos, los sermones, las prédicas. No me llenaban, no me hacían sentido. Tampoco me acomoda la teoría religiosa de que supuestamente cuando lleguemos al paraíso, la alegría de encontrarse con Dios va a ser tan, pero tan enorme, que va a quedar sublimada a la de encontrarme con mi hija. Y yo no estoy dispuesto a eso.

¿Diputado, senador?

De la Carrera está sentado en la terraza de su casa, con vista a su cancha de tenis donde entrenaba Trinidad y también Fernando González. Toma un sorbo de jugo de naranja y dice, meditando sobre estos estos días de sobreexposición tras su polémico retuit: “La gente tiene muchos prejuicios sobre mí. Asumen que por tus apellidos naciste en un hogar privilegiado. Pero vengo de un hogar empobrecido. Trabajé desde tercer año de universidad y pagué mi carrera con crédito fiscal. Mi papá era constructor civil, reparaba casas, humedades, filtraciones y hacía ampliaciones. Pero siempre tuvo una muy mala situación. Tuvimos muchos cambios de casa porque le subían el arriendo.

—Pero estudiaste en el Craighouse y el Redland.

—Pero también en el Liceo 11. Terminé en el Redland, pero debían mi colegiatura. Tuvimos casa propia solo una vez, cuando yo era niño. Hasta que mi papá decidió que nos fuéramos a Estados Unidos cuando salió Allende porque no quería que viviéramos en un país comunista.

—Luego entraste a la UC.

—Desde el colegio quise ser ingeniero. Yo era un alumno normal, pero saqué la carrera en nueve semestres para no tener que pagar uno más. En la U trabajé en una casa cambios haciendo de todo. También compraba poleras en Meiggs y las vendía a mis compañeros de curso. Siempre hacía matutes. Y durante el verano me financiaba las vacaciones animando todas las noches la discoteca del Gran Hotel de Pucón.

—En 10 años has tenido muchos cambios. No has dejado las empresas, pero entraste a Evópoli y a la radio.

Me gustan los trabajos que parecen imposibles de lograr, los que generan estrés, donde hay que formar equipos y dar vuelta situaciones adversas. Por eso es que nunca he decidido dejar el ámbito empresarial. Estoy abierto a seguir como director o en cargos ejecutivos, pero también abierto a la política. Nunca me he cerrado a la posibilidad de participar de las próximas elecciones parlamentarias.

—¿Y en Evópoli te quieren?

—Soy cercano la directiva, a Felipe Kast, Hernán Larraín, Luz Poblete. Aunque mi participación ha sido mínima.

—¿Hace 10 años habrías sido UDI?

—Sí. Para el Plebiscito de 1988 yo era pinochetista.

—¿Y ahora cómo ves a Pinochet?

—Con el tiempo y la información que se ha ido incorporando, estoy súper en desacuerdo con las violaciones a los derechos humanos. Cuando era más chico no quería creerlo, pensaba que era un tema ideológico. Con Pinochet me pasó un poco lo mismo que con los Legionarios de Cristo. Me decepcionó profundamente. Pero reconozco que sin un Allende no hubiera habido jamás un Pinochet y que la reconstrucción que se hizo durante la dictadura nos permitió estar donde estamos hoy.

—Llevas cuatro años en la radio. ¿Te pareció más entretenido este mundo que el tuyo en los directorios?

—Me pareció distinto, más desordenado. Este es un programa de conversación y actualidad que mezcla hablar temas súper informados y bien en serio, porque yo me preparo a fondo, pero también con un dejo de humor. Porque nos tiramos la talla, es como una pelea entre amigos. Caben todas las opiniones e ideas, desde Hermógenes Pérez de Arce hasta Tomás Hirsch.

—¿Cómo era antes tu vida? ¿Con empresarios de derecha?

—Ingenieros comerciales, empresarios. Generalmente uno se vincula con gente que piensa parecido, pero me empecé a relacionar con gente que piensa distinto. Por ejemplo, hoy soy muy amigo con Daniel Farkas, que es PPD. También de Marco Antonio Núñez, también PPD, pero más de izquierda. Y de Gabriel Silber, DC, y Pablo Veloso, del PS.

Si te preparas a fondo, ¿cómo retuiteaste lo de Camila Vallejo?

—Mi tuit, para ponerlo en contexto, citaba exactamente lo que decía el diario español y yo le agregué: “Espero sea aclarado”. Yo no conocía La Tribuna de España y el link existe. Yo no tuiteo tuits falsos; tuiteé una noticia que resultó ser falsa.

—¿Sientes responsabilidad por lo que hablas?

—Por supuesto. Y en cuatros años es mi única caída. Y una caída que te la matizo, porque pedí disculpas. Uno no lo pasa bien cuando es víctima de una crítica y sujeto de bullying. Tiene efectos sobre tu familia, tus hijos. Tiene costos importantes.

—¿Sentiste bullying estos días?

—Mucho. El Partido Comunista en masa me transformó en un objetivo. Y bueno, asumí mi error, pedí disculpas. Pero todos los que me juzgaron tienen tejado de vidrio. Y al juzgarme como periodista, todos caen en un fake news, porque no lo soy. No pretendo hacer investigación periodística, sino llevar a la radio la conversación de una mesa de un matrimonio: todos hablan del acontecer nacional, todos somos directores técnicos, todos tenemos la receta de cómo podría hacerlo, mejor o peor, el presidente Piñera o la ex presidenta Bachelet.

jorge vargas

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