El 29 de marzo de 1985, la noticia del secuestro de tres profesores del Colegio Latinoamericano — Santiago Nattino, Manuel Guerrero y José Manuel Parada, militantes del Partido Comunista— fue emitida por radio Cooperativa. Diamela Eltit la escuchó y fue a retirar a su hijo Felipe. El único hijo en común de la aplaudida escritora con el poeta Raúl Zurita, cursaba Kinder en el recinto. “Mis papás me pusieron allí creo que por razones ideológicas, y mi mamá siempre quiso que yo fuese en un colegio mixto”, explica Felipe, que hoy es músico y tiene 39 años.

Intérprete de saxo en la banda de reggae Kitra, que en 2019 cumple 20 años y con la scual ha editados tres discos , también forma parte de AMC Funk, con quienes ya tienen un EP.

Con la doble herencia letrada de sus padres, reconoce que no es buen lector y que no intentó escribir nunca.

“¿Dedicarse a escribir? Mejor que no. Uno tiene la vara muy alta. Debe ser complicado tener dos papás muy buenos y uno dedicarse a esto. Medio frustrante. Llevo poquito siendo hijo de dos Premios Nacionales de Literatura. Que lo sean me enorgullece, son muy capos, pero más allá no me genera nada. No ando por la vida diciendo que soy hijo de dos Premios Nacionales, al revés, me da un poco de vergüenza. Para mí son mis papás. Grandes papás. Los dos. Que me han enseñado millones de cosas”.

Le gustan los poemas de amor de su papá. “Para la poesía soy más romanticón”. De su mamá ha leído “El infarto del alma”. Le encantó. Tenía una primera edición de la obra de Eltit y Paz Errázuriz, pero se perdió. Bromea con que, de seguro, alguien se “avivó” en algún carrete. Y detiene la conversación para contar que todavía se lamenta porque, aunque tenía 11 años, se le perdió un ejemplar de “El coronel no tiene quien le escriba” firmado, para él, por Gabriel García Márquez.

Piensa que el libro debe haberse extraviado cuando se mudó de México a Chile. En el país azteca vivió cuando su madre era agregada cultural en el Gobierno de Patricio Aylwin. En esos años, Zurita, ocupaba la misma posición en Roma. Felipe lo visitaba durante los veranos. “Era raro verlo con pega de oficina”.

De niño recuerda patente el sonido de las letras de la máquina de escribir antigua. Se acuerda que era constante, de día y de noche, porque su papá lo hacía de noche, y su mamá más de día.

Criado en el seno del campo literario y cultural, vivió el regreso del exilio de artistas como Isabel Parra y creció escuchando conversaciones de toda una generación de escritores en su casa: Lotty Rosenfeld, Pedro Lemebel, Francisco Casas, Paz Errázuriz, Malú Urriola, por nombrar algunos. “Creo que conozco a la gran mayoría de los escritores chilenos. Los he leído, o por nombre. He estado relacionado mucho con el arte. En mi casa no habían grandes cosas, pero siempre hubo cuadros bonitos. Nunca faltó. Estaba en un círculo generoso de artistas, que se compartían cosas”.

Una vida calma

En el pasillo de Italia Suite, su hostal en calle Tegualda, en el barrio Italia, está su saxofón, en su estuche. La calma que le da su emprendimiento turístico le permite tomarlo, instalar el atril, las partituras y estudiar. Se define intérprete, no compositor.

“Mi mamá decía que ella no vive de los libros, que vive de hacer clases. Y mi papá también. Los libros les aportan, porque les ha ido bien. Pero vivir de arte en Chile, cuesta. Yo hago lo mismo que ellos, busco algo paralelo, que me gusta, pero es para hacer música que es lo que estudié”

Se enamoró del saxofón a los 15 años. Estudió en la Escuela Moderna de Música y en Projazz. Cuando partió no conocía a saxofonistas. La parte histórica se la dio Diamela. “Es muy estudiosa, mucho. De eso no me olvido. El primer acercamiento con el jazz fue porque mi mamá me contó su historia. Ella ya la había estudiado, sabía que venía de los guetos en Estados Unidos, de los negros, en una época de racismo”.

—¿Qué te parece que Piñera le haya entregado el Premio Nacional a tu mamá?

—No sé si paradójico es la palabra. El Premio es estatal. Me parece que debería haberlo ganado antes. Si este año se lo ganó, y estaba Piñera, no me hace ruido para nada. Está bien. De los cinco Premios Nacionales a mujeres, dos han sido entregados por Piñera. No es menor. ¿Por qué Piñera y no los otros Gobiernos de la Concertación? Es un hecho. Yo no seguí militando en política porque me empezó a parecer que no hay diferencias entre la Concertación, la Nueva Mayoría, la derecha. Después estuvo el Frente Amplío, que lo vi en un minuto como alternativa, pero ahora están todos peleados. Mucho ego.

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