Por Andrés Nazarala@andresnazarala

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El proyecto de “Ataque submarino” estuvo dando vueltas por la industria durante años. Basada en la adaptación de una novela con vocación de best seller (escrita por el ex oficial de submarinos George Wallace y Don Keith), llega potenciada por un intento de polémica que nunca estalló: una supuesta censura de parte de Rusia por quitarle a su presidente la imagen de hombre fuerte. Pero ni siquiera eso funcionó para fortalecer en salas una película con aire de thriller de acción clase B que acoge todos los clichés imaginables.

Gerard Butler interpreta al capitán de un submarino estadounidense que debe rescatar al presidente de Rusia tras un golpe militar que podría dar inicio a la Tercera Guerra Mundial. Lugares comunes, malos diálogos, una puesta en escena floja y un aire al cine de los 90 conspiran para que la oferta resulte demasiado anticuada en el contexto del competitivo panorama cinematográfico actual.

Lo peor es que su vocación de thriller político parece reduccionista tomando en cuenta el complejo escenario actual. Es el riesgo de las películas que permanecen demasiado tiempo en cajones de productores y terminan siendo superadas por la realidad.

“Ataque submarino”. Dirección: Donovan Marsh. Con Gerard Butler y Gary Oldman. Reino Unido/EE.UU./China, 2018. Duración: 2 horas 2. REGULAR.

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En el año 2001, John Cameron Mitchell realizó un clásico de culto instantáneo: “Hedwig and the angry inch”, musical centrado en un transexual de Berlín oriental que lidera una banda de rock en Estados Unidos. Las virtudes del director quedaron inmediatamente en evidencia, especialmente su capacidad para insertar inquietudes LGBTQ en el contexto de comedias pop cargadas de energía y ligereza. Su siguiente película, “Shortbus” (2006), naturalizó el sexo explícito con la misma dosis de juego y desprejuicio de su ópera prima (es, digamos, porno hardcore inclusivo en un envoltorio de comedia entrañable). Luego vino su salto a la gran industria con “El laberinto” (2010), drama protagonizado por Nicole Kidman que, aunque no está nada de mal, queda algo desencajado en su filmografía.

“Cómo enamorar a una chica punk” (desmejorado título para el original “Cómo hablar con chicas en fiestas”) es producto natural de un cineasta que, a pesar de que ahora tiene la posibilidad de contar con un mayor presupuesto y trabajar con celebridades, no ha perdido su espíritu provocador e independiente.

Esta vez toma inspiración de un relato de ciencia ficción escrito por Neil Gaiman, quien sigue a tres punks adolescentes de los 70 que terminan accidentalmente en una fiesta rara. Ahí encontrarán chicas vestidas de látex fluorescente y un clima psicodélico. En el centro de la trama está un tipo tímido (Alex Sharp) que pierde la cabeza por una adolescente extraña (Elle Fanning) que parece no saber nada del mundo. Ella le pedirá que la ayude a escapar de la secta a fuerza de rebeldía. Las cosas se pondrán más excéntricas y lo que parecía ser un retrato de la vieja escena punk británica terminará chapoteando en los territorios de la fantasía.

El director no pretende que nos tomemos en serio este pastiche que juega con los códigos de la comedia romántica teen y da pie a números musicales, delirios psicodélicos-futuristas, sexo bizarro (aparece una Nicole Kidman con peluca), artificialidad camp y excesos varios. El resultado es una cinta naif y exuberante que, a pesar de sus fallas, corrobora la libertad de un cineasta singular.

“Cómo enamorar a una chica punk”. Dirección: John Cameron Mitchell. Reino Unido/EE.UU., 2017. Duración: 1 hora 42. INTERESANTE.

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Mauricio Redolés

Sugiere:

“«Casino», en Netflix, porque es de esas películas que se pueden ver muchas veces, como los discos buenos, los buenos poemas. Todas las grandes obras pueden revisitarse y cobrar nuevos sentidos cada vez, ayudándonos a ver el mundo nuevamente día a día”.

El poeta y cantante celebrará los 22 años de “Quién mató a Gaete”, este viernes en Club Chocolate.

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La danesa Sasanne Bier (“Antes del matrimonio”) aceptó los beneficios de Netflix y realizó esta cinta apocalíptica que se ve rara en su catálogo de obras autorales. Construida en dos madejas temporales, sigue a una madre (Sandra Bullock) que intenta sobrevivir junto a dos hijos en el contexto de una epidemia que fuerza a los sobrevivientes a mantener sus ojos vendados para evitar la infección.

Bier bebe del cine de contagios (George A. Romero que estás en los cielos) y también de fuentes inevitables como Stephen King, pero el ejercicio a ratos se siente forzado. Lo mejor son los climas que logra de tanto en tanto (gracias, en parte, a una banda sonora en la que participó Trent Reznor) y algunas escenas bien logradas. Con todo, “Bird box” no deja de ser una apropiación indebida que, en el mejor de los casos, podría abrir una nueva puerta de exploración en la carrera de la directora. El tiempo lo dirá.

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