Podría ser una paradoja, pero en los negocios los números no mienten. La Hacienda Santa Martina genera altos ingresos, tiene Ebitda (ganancias antes de intereses, impuestos, depreciación y amortizaciones) positivo, pero como sus instalaciones fueron construidas con créditos bancarios, requiere la entrada de capitales frescos para financiar su operación y desarrollo. Y es la razón por la que su dueño, Ricardo Aguad Dagach —ingeniero comercial de la UC, 57, casado, seis hijos—, está buscando un socio.

Él mismo transparenta la situación: “El año pasado vendimos $6.800 millones, generamos un Ebitda de $1.400 millones, pero tenemos créditos por $14 mil millones (que vencen en 2031) y eso significa pagar cuotas anuales de $1.280 millones. El último trienio fue económicamente malo para el país, no se cumplieron los presupuestos anuales y, por lo tanto, entramos a 2018 con déficit de caja. Estamos conversando con varios interesados y creemos que en el corto plazo debiéramos tener un resultado positivo”.

Desde el inicio, el plan de Aguad fue ir más allá de un club de golf. Con 15 años de vida, 1.100 familias que pagan sus cuotas, Santa Martina dispone de ocho piscinas (una con olas y tres interiores), ocho canchas de tenis, dos canchas de futbolito, cancha de golf de 18 hoyos, gimnasio, centro ecuestre y ocho salones para fiestas o seminarios. Al año se hacen 480 eventos, asegura Aguad.

“No es un club tradicional, es como un mix de centro de eventos, golf y resort. Ser socio no cuesta $80 millones o $90 millones como en Los Leones, por familia vale entre $7 millones y $12 millones, que son las membresías transferibles. Tampoco compras acciones como en otros clubes; pagas por una membresía como en un colegio o universidad”, explica un ex gerente.

El terreno de la hacienda, emplazado en el camino Pie Andino, a continuación de Los Trapenses en La Dehesa y que se empina hasta los 1.400 metros de altura, lo aportó su padre, Espir Aguad (88), una de las “diez mezquitas” o familias de origen árabe que fueron socias del Banco Osorno.

Espir contó en 2007 a Sábado que estaba almorzando en el centro de Santiago en 1982 y vio un aviso en el diario que decía “se rematan 1.000 hectáreas en La Dehesa, a las 14 PM, hoy”. Eran las 13:15, llovía a chuzos y al salir se resbaló y cayó. “Llegué todo mojado y embarrado al Banco del Trabajo, de José Said. No tenía ni cheques. Le dije al cajero que me diera un cheque de público y que lo llenara él por tal cantidad. Le pasé mi carné. Fue a consultarlo. Si José Said me ve en esa pinta, no me da el visto bueno”.

Había 450 personas, según él, en el remate de la propiedad que vendía el Banco Español. Y la mayor oferta fue la suya. Aunque nunca quiso decir a cuánto alcanzó, los diarios de la época la cifraron en US$ 300 mil.

Control de gastos

De las 730 hectáreas de Santa Martina, cuyo nombre original era fundo Shangri-La, su hijo Ricardo vendió 400 en 2013 a José Miguel Rawlins, socio de Guillermo Harding (ex Cruz Verde) en Inversiones Urbanas, que construye strip centers, power centers y oficinas. Esos terrenos, donde actualmente se está haciendo una parcelación agrícola, Rawlins los aportó a la sociedad La Dehesa SpA, en la que participan la constructora Ebco y el arquitecto Juan Sabbagh, entre otros.

Aguad destinó los recursos de la venta a construir el centro ecuestre con 40 caballerizas —su padre tenía su Haras Jesús en Santa Martina—, cancha de salto, un salón de eventos de mil m2 y a capital de trabajo.

Este año aplicó un plan para rebajar costos: 86 personas fueron despedidas y salieron a la venta las dos oficinas del club en La Dehesa. En su mente sueña seguir adelante con el proyecto y junto a un socio levantar un hotel y un centro de convenciones.

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