El actor protagoniza “Genios”.

“Yael Stone está asustada”.

Así comienza una nota que publica hoy The New York Times donde la actriz australiana —una de las protagonistas de la popular serie de Netflix “Orange is the New Black”— acusa de acoso sexual a su compatriota Geoffrey Rush, “uno de los actores más poderosos en su país natal”.

Los hechos, dice ella, ocurrieron entre 2010 y 2011, cuando Stone tenía 25, y Rush 59. Mientras trabajaban en la obra “Diario de un loco”, él la espió varias veces con un espejo mientras se bañaba y ocasionalmente le enviaba mensajes de texto eróticos. Dice que una vez hasta terminó bailando desnuda en el camarín para él.

Dice que no había dicho nada hasta ahora por el temor de enfrentar a alguien a quien aún llama “héroe”, ganador del Oscar con “Shine” en 1997 y famoso como el Capitán Barbosa en la saga “Piratas del Caribe” o recientemente como Einstein en la serie “Genios” de Natgeo, entre otros papeles.

Y también por la vergüenza de “no ser capaz de decir «no» e incluso alentar algo de su comportamiento”.

Rush respondió a través de un comunicado al NYT que “(las acusaciones) son incorrectas y en ciertas instancias han sido sacadas completamente de contexto. Claramente Yael a veces se sintió incómoda por el entusiasmo desbordado que generalmente transmito en mi trabajo. Sincera y profundamente lamento si causé algún tipo de dolor. Esa, estoy muy seguro, nunca fue mi intención”.

La acusación de Stone se suma a la de Eryn Jean Norvill, otra actriz australiana que el año pasado habló de comportamientos similares de Rush durante otra obra teatral en Sídney, entre 2015 y 2016.

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Llega corriendo, con su impecable delantal blanco puesto y se disculpa con una sonrisa. “Es que me tocó un taco horrible en la ruta”, dice. Carlos Mardones, chef chileno, acaba de inaugurar Pulmay, una nueva propuesta de pescados y mariscos en BordeRío. El gestor es el empresario gastronómico Andrés Astorga, dueño de Tapas y Birras y Allegra pizzería en Ñuñoa, quien también es responsable de las novedosas preparaciones con absenta en la coctelería de su nuevo restaurante.

Es un espacio para la familia con productos de calidad que busca rescatar los sabores de la comida chilena. “Es una cocina rica y bien hecha, que busca realzar el sabor de sus productos, de sus pescados y mariscos frescos, con preparaciones intensas y con carácter”, explica Mardones.

El es el chef del premiado Macerado de Algarrobo, elegido este año por el Círculo de Cronistas Gastronómicos como el mejor restaurante de regiones; el número uno de la V Región según TripAdvisor.

Cuando se le pregunta por la clave del éxito, dice: “Es la honestidad en mis platos y no entregar un producto disfrazado, dándole valor a lo local. Se trata de darle valor al producto con el sabor a sí mismo”. Esa misma pasión que pone en su restaurante, la pone en su casa, donde día a día cocina para sus hijas. “Me gusta hacerles guisos y sofritos, para que su comida sea saludable y entretenida”.

La herencia familiar

Carlos no cocinaba en la capital desde el 2015, cuando llegó al restaurante Quitral en Lastarria. “Volver a Santiago me permite devolver un poco lo que he aprendido”, añade el cocinero de 35 años, que vive una apacible vida en Viña del Mar.

“Hacer comida rica, bien hecha y con materia prima de calidad, donde la familia quiera volver” es parte de la propuesta de este nuevo restaurante. Le brillan los ojos, orgulloso porque ha logrado crear un proyecto para desarrollar una huerta orgánica en una de las alas de BordeRío con la que pretende abastecer a Pulmay y otros restaurantes.

Se crió en La Reina. “Yo veía a mi abuelo cazador bajar del cerro con los conejos y perdices en la mano, mientras mi abuelita y mamá cocinaban. Mi abuelita tuvo nueve hijos y siempre estuvo muy ligada a la cocina. Mi vieja era la hermana mayor, por lo que le tocó alimentar a sus hermanos más chicos. Como éramos tantos los fines de semana, la cocina casera era clave. Ellos fueron quienes me transmitieron el amor por la cocina”.

Dice estar siempre buscando esa cosa familiar en su gastronomía. “Se trata de darle valor a nuestro productos, de usar sopaipilla como pan principal en vez de los de masa madre”.

Lo que más se rescata de la comida chilena en el extranjero es “el condimento, los sofritos y el buen ingrediente, eso gusta mucho”, según cuenta.

—¿Cómo es la nueva cocina chilena?

—La clave es hacer una buena cocción, con un buen producto y un buen montaje. Es un poquito volver atrás, combinar técnicas antiguas con otras modernas. Un buen emplatado y buen sabor tratando de volver a una cocina más sencilla.

—Hace 6 años, representaste a Chile en un festival en Nueva Delhi, India, donde hiciste una cena de 7 tiempos y lo que más gustó fueron los porotos granados. ¿Cómo explicas esto?

—Fue súper loco. Justo había un chileno que me mostró un producto de Sirca (marca italiana) que era muy parecido a los porotos granados. Como los indios son vegetarianos, decidí presentarles un guiso de porotos y quedaron maravillados. Presenté un cordero, porque ellos no comen vaca, y fue un acierto. Usé un queso de cabra que nosotros tenemos en la región, muy bueno. Quedaron muy sorprendidos de la línea gastronómica chilena.

—El 2016 te llamó Francisco Fantini para participar del libro “Cocina poética de Chile”. ¿Por qué la cocina puede ser poesía?

—Porque uno entrega un mensaje. Al leer un poema, me emociono. Cuando hago un pastel de choclo, por ejemplo en la India, lo hago con una versión chilena, con un asado de tira. Es arriesgarse y entregar el sabor de casa. Una chilena que probó el plato me agarró las manos y me dijo “gracias por traerme a Chile, no he ido hace seis años” y se puso a llorar. Para mí, la gastronomía transmite y emociona.

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