Porteño, hijo de pescadores, quitado de bulla y algo enojón, a David Pizarro (39) no le gusta la prensa, pero fuera de los protocolos de la entrevista, es pícaro, chucheta y rápido para la talla, como cuando bromea con el fotógrafo del diario porque le pide que pose ante la cámara. “Oye, hueón, si no soy na modelo”, dice entre risas.

Cero divo, amable con los hinchas y educado en el trato con los funcionarios del club, se saca fotos con todos los fanáticos de la U que se le acercan en el CDA, pero desconfía de los periodistas, y aclara que su paso por Santiago Wanderers fue distorsionado por la prensa, dejando una imagen negativa de su profesionalismo.

El 14 de julio de 1996, “El Fantasista” jugó su primer partido profesional con sólo 16 años defendiendo los colores de Santiago Wanderers, compartiendo camarín en 1998 con jugadores que casi lo doblaban en edad, caudillos como Claudio Borghi o Gabriel Mendoza. Poco tiempo después, tras sobresalir en el medio local por su habilidad técnica y gran visión de juego, emigró a Italia donde jugó en Udinense, AS Roma (ganó tres títulos y fue capitán), Inter de Milán y Fiorentina.

En 2012 salió campeón con el Manchester City, luego que el club inglés pasara 44 años sin ganar un título, tras ser requerido por un viejo conocido, el entrenador Roberto Mancini, técnico suyo en el Inter de Milán. Ya en 2015, en el crepúsculo de su carrera, intentó retirarse en el club de sus amores, Santiago Wanderers, pero el paso por el club porteño fue confuso y polémico, plagado de lesiones y malentendidos con la dirigencia, tema que hasta el día de hoy le duele y lo incomoda.

Perseverante y profesional, tras meses sin club, fue Universidad de Chile el equipo que le dio la posibilidad de salir campeón por primera vez del fútbol chileno en 2017. Y fue el mismo club el que le permitió a “Pek” despedirse del fútbol el domingo recién pasado, usando la jineta de capitán en su último partido como jugador profesional.

—Te retiras del fútbol profesional a los 39 años y debutaste a los 16. ¿Te asusta empezar una vida sin esquemas, sin horarios, sin entrenamientos?

—No, para nada. A mí me sirvió mucho estar meses sin jugar en mi casa en Valparaíso. Esa experiencia me ayudó a enfrentar el futuro, prepararme para lo que viene.

—¿Cuándo supiste que era el momento de retirarse? ¿Te lo pidió el cuerpo o la cabeza?

—Yo creo que pasó más por el desgaste físico. Lo que pasa es que el deterioro del cuerpo lo vas notando a medida que vas jugando los últimos partidos. Ahora me estaba demorando tres días en recuperarme. Entonces, creo que sí: el cuerpo me pasó la cuenta y por eso comencé a evaluar el retiro.

—Después de tanto tiempo, ¿cuál es tu evaluación del nivel del fútbol chileno actual?

—Hay que trabajar más. Hay mucho por hacer, porque creo que se ha perdido el rumbo. Y el nivel competitivo de los clubes chilenos es bajo en las competiciones internacionales. Creo que, en general, hemos entrado en una zona de confort y los resultados están a la vista: son demasiado malos para lo que pretende el fútbol chileno. Universidad de Chile, Colo Colo, Católica, que son los que se supone que tendrían que pasar las fases de los torneos internacionales tranquilamente, no dan el ancho.

—Debutaste muy joven en Wanderers y formaste parte de un plantel donde pasaron jugadores consagrados como Gerardo Reinoso, Claudio Borghi o Gabriel Mendoza. ¿Qué cosas han cambiado en los camarines desde que partiste en el fútbol?

—Los tiempos han cambiado demasiado. En esa época, los jugadores más grandes te hacían sentir que ellos eran los pesos pesados en el camarín. Hoy día estamos más livianos, accesibles, y las redes sociales han provocado una involución en el fútbol y en el crecimiento de los futbolistas.

—¿Se habla todavía de fútbol en un camarín?

—Yo por lo menos sí lo hago, y los más chicos me escuchan. En ese sentido me siento bastante tranquilo.

—Rivaldo decía hace poco que la selección brasileña no ganaba mundiales desde 2002, porque los jugadores jóvenes pasaban pegados a los celulares. ¿Qué opinas del tema?

—Lógico. Acá pasa mucho, porque los muchachos de hoy le dan más importancia a un like que a lo que le dice un compañero o el director técnico. Están perdiendo de vista lo más importante, el fútbol. Y por eso ahora los clubes tienen problemas con el tema, porque todavía no saben cómo controlar este tipo de conductas.

—Tu mejor etapa futbolística fue jugando en la Roma, y me interesa saber cuál es tu visión del Calcio. En Italia se juega para no perder.

—Yo viví las dos etapas. La primera fue cuando todos los mejores jugadores del mundo querían ir a jugar a Italia. Y después me tocó vivir la etapa mala, después del 2006, cuando los italianos ganaron la Copa del Mundo. Ahí comenzó una época negativa para el fútbol italiano, porque se vino abajo el nivel competitivo. Hoy día solamente la Juventus participa hasta las últimas instancias de los torneos europeos y antes eso no pasaba. Incluso en la copas menores, como la UEFA, los equipos italianos llegaban hasta las finales y eso se ha frenado. Creo que hay harto trabajo por delante y por eso quiero volver a Italia y ver qué fue lo que pasó, entender por qué no fueron al Mundial de Rusia.

—¿Cómo fue salir campeón de la Premier League, con el Manchester City, después de 44 años, en 2012? ¿Te llamó personalmente Roberto Mancini?

—Sí, él me llamó. Yo estaba listo para irme a jugar a la Juventus, porque la Roma cambió totalmente cuando llegaron los empresarios norteamericanos a hacerse cargo del club en 2011. Nosotros, los más viejos, nos fuimos yendo de a poco, cansados de empujar la carreta durante tanto tiempo. Ahí me llamó Mancini para ir al City, y no lo dudé. Porque si te llaman de Inglaterra, no puedes dejar pasar una experiencia como esa.

—¿Qué significó eso para tu carrera?

—El fútbol inglés está por sobre todos los otros. Yo pensaba que en Italia había visto lo máximo, pero la verdad es que no se compara con el nivel del fútbol inglés. Para mí, Inglaterra es el lugar número uno del fútbol en todo sentido. Tanto en marketing como en hinchada. Ellos ni siquiera necesitan bombos para alentar a los jugadores en el estadio. Es una locura.

—¿Qué te dio tu paso final por Universidad de Chile?

—La posibilidad de retirarme como yo quería, siendo campeón en Chile, y estoy muy agradecido del club. De cierta manera, pude mostrar un poco de lo que hice durante mucho tiempo jugando en el extranjero.

—Formaste parte de la selección chilena que obtuvo la medalla de bronce en los Juegos Olímpicos de Sydney 2000 y ganaste la Copa América 2015. Pero te automarginaste de la selección durante varios años. Una decisión muy antipopulista. ¿Por qué lo hiciste?

—Yo creo que he hecho lo contrario a lo que se esperaba de mí. Me han dicho que soy atípico al futbolista común por mi forma de ser. Y yo pienso que eso se debe a mi educación, a cómo me criaron y cómo yo veo la vida. Porque siento que si tú no estás bien en un lado, no tienes por qué seguir ahí. Nunca me preocupé de caerle bien a nadie, mi prioridad fue que yo tenía que estar bien y feliz para poder rendir en la cancha. Si no era así, no tenía sentido. Todas mis decisiones, las más importantes que tomé, incluso las que en su momento no gustaron y por las que fui criticado, fueron decisiones pensadas, en las que me tomé su tiempo y asumí toda la responsabilidad. Para mí fue importante defender este tipo de decisiones, porque son mis ideales, mi manera de ser y pensar. He sido de una misma línea desde que empecé en el fútbol. Pero por sobre todas las cosas, creo que siempre he sido consecuente y derecho.

—Naciste un 11 de septiembre y homenajeaste en dos oportunidades a los detenidos desaparecidos en el Estadio Nacional. ¿Por qué lo hiciste?

—Y espero seguir haciéndolo aún estando afuera. Para mí, esto pasa por un tema de solidaridad. No tengo ningún color político, pero esas son situaciones que no se pueden pasar por alto. Viviendo fuera de Chile durante tanto tiempo pude conocer mucho más a fondo lo que pasó en nuestra historia y por eso quise hacerles un homenaje a los que más sufrieron.

—¿Crees que los jugadores de hoy son cada vez más dependientes de los entrenadores, mirando al banco durante todo el partido?

—Lo que pasa es que hoy en día somos cada vez más esclavos de los resultados. Queremos resultados inmediatos. Por ejemplo, ahora con la selección pasa lo mismo. Pero resulta que todo cambio tiene sus complejidades; entonces, no es tan fácil juntar ciertos talentos y armar un equipo competitivo. Todos queremos ganar, pero la paciencia es fundamental para obtener resultados en el tiempo. A mí me enseñaron que para ganar hay que prepararse.

—Empezaste jugando en Valparaíso, en el equipo amateur más antiguo de Chile. ¿Qué significa para ti “El Caupolicán”?

—Yo soy de una familia de pescadores, de la “Caleta El Membrillo”. Con mi familia formamos parte de esa linda institución, el club amateur más antiguo de Chile, y me siento orgulloso de haber jugado ahí. Mi viejo todavía juega en el Alejo Barrios en Playa Ancha. Pero yo te quiero decir una cosa.

—¿Qué?

—Que yo siempre he sido un huevón normal. Me fue bien en la vida, pero eso nunca me llevó a creerme el cuento. Siempre fui quitado de bulla, reacio a las entrevistas. En estas últimas semanas he dado más entrevistas que en toda mi carrera. Soy un tipo al que le gusta andar tranquilo por la calle, respetando y siendo respetado. Yo no voy a juzgar a los otros, porque cada uno sabe cómo lleva el pan a su casa, pero los medios no dijeron la verdad sobre mi paso por Wanderers.

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