Yo fui apaleado,

pero por suerte nunca tuve un familiar desaparecido”.

Hace 30 años, en un país colonizado por el sonido de Los Prisioneros, apareció en el panorama musical chileno una banda insólita por la novedad de su propuesta: De Kiruza. Derivación lingüística de la expresión inglesa take it easy al coa carcelario, “ándate con cuidado compadre”, la banda encabezada por Pedro Foncea era de una rareza choriza; le prendían velas al padre del jazz guachaca, Roberto Parra, adoraban la estética de los cafiches con diente de oro y publicaron en 1988 su primer disco, álbum bisagra de la música afrochilena, que vendió 10 mil copias en dictadura.

El debut homónimo de los padrinos del hip hop nacional estuvo compuesto por 8 canciones, con referencias a la cultura negra: dedicado a Nelson Mandela, el primero sencillo se llamó “Algo está pasando” y fue el primer rap chileno, se grabó durante una noche de toque de queda, contó con la colaboración del MC Jimmy Fernández y es una crónica generacional sobre las prácticas represivas del régimen militar.

Padre tardío de un niño (Pedro Soul Foncea), hijo de un destacado abogado laboralista, nieto de un ex presidente de Colo Colo, Pedro cuenta que tiene sangre afroperuana por el lado materno y gitana por el paterno; de ahí su gusto por la cultura mestiza. “Me siento como pez en el agua entre las distintas culturas. Para mí, la música no tiene etiquetas”.

Estudió en el colegio San Ignacio y cursó el taller literario del escritor Martín Cerda, donde conoció a Mario Rojas en 1987, con quien fundó De Kiruza. Ex jugador profesional de Santiago Morning, vegano, el vocalista no tiene celular, pero, mientras hacemos la entrevista en su estudio de grabación en Ñuñoa, recibe continuamente llamadas a un teléfono fijo, organiza a viva voz un concierto gratuito para un colegio del sector y bromea con los músicos de su banda que esperan ansiosos que se termine la nota para comenzar el ensayo.

Percusionista, colaborador de bandas seminales del rap criollo como Panteras Negras y Tiro de Gracia, ganador del Festival de Viña junto a Javiera Parra en 1991, amigo de músicos como Ed Motta y Michael Sembello, Foncea rara vez pierde la sonrisa y transmite un optimismo contagioso. Absolutamente vigente (este año tocó con De Kiruza en Lollapalooza) cuenta que hace deporte para tener su “newen” (fuerza) alto, escucha a Stevie Wonder sagradamente y dice sentirse orgulloso por ganarse la vida haciendo música a sus 53 años. El 6 de diciembre se presenta el GAM, para mostrar “Nuestro Idioma”, su nuevo álbum. “Es una de las cosas más hermosas que hemos hecho en esta vida. Representa la sabrosura que sentimos por la música. De Kiruza ha buscado siempre la raíz africana como fuente de inspiración para crear”.

—¿Qué es lo que esperas de tu banda actual?

—Que tenga una química natural. Eso es lo que nos permite hacer grandes discos. La música para nosotros siempre ha sido un trabajo colectivo.

—¿Cómo suena De Kiruza hoy?

—Nosotros queremos expresar nuestra naturaleza, haciendo música creativa, fusionando estilos. Tocamos con invitados sorpresas y todo es orgánico, una improvisación eterna. A veces somos un grupo de 8 personas y, cuando es más nuclear, tocamos como trío con mi hermano Felo y Sebastián Almarza.

—Este año se cumplieron tres décadas del primer disco de De Kiruza. ¿Cómo ves la evolución de un álbum que fue fundacional para la música chilena?

—También se cumplieron 30 años de un rap que hay en ese disco que se llama “Algo está pasando” y que constituye el puntapié inicial de nuestro grupo de afro fusión, funk, y soul. Ese tema es importante porque es el primer rap que se hizo en Chile e influyó a varias bandas de hip hop pioneras como Panteras Negras, Los Marginales e incluso a gente como Miguel Hiza, Carlos Calor, Tatán Levine; músicos que venían del new wave, pero que la prensa nunca nombra. Lo mismo pasa con Esperanza Restucci, pionera del rap femenino, que ahora es cantante lírica.

—¿“Algo está pasando” es una crónica de la dictadura?

—Yo quería hacer eso, pero con humor chileno. También tiene que ver con el cómic. (Se pone a rapear en voz alta). “Algo está pasando, algo huele mal, afuera hay 5 tipos que nos quieren liquidar”. Eran cosas que nos habían pasado. Yo fui apaleado y detenido, pero por suerte nunca tuve un familiar detenido desaparecido. Te hago la acotación porque creo que tal vez eso hizo que nosotros tuviéramos tanto desparpajo en una época muy difícil. Nosotros queríamos echar afuera algo que era terrible, pero dándole una dosis de chispeza. Era como tirar tallas en un avión que estaba a punto de estrellarse.

—¿Esa actitud positiva frente a la vida fue una enseñanza de tus padres?

—Mi papá tenía una oficina donde defendía a trabajadores junto a mi mamá, y no cobraba por consulta, sino que por juicio ganado. Paralelo a eso, era un deportista extraordinario que nos incentivó a practicar deportes para salir adelante, reforzando nuestra autoestima.

—¿Para qué sirve la música?

—Para combatir ciertas patologías sociales modernas como la falta de comunicación. La política puede mejorar en la medida que la cultura crezca en este país. A mí me interesa construir, no me gusta criticar sin razón, porque no es mi naturaleza. Ser buen hijo, buen papá, buen compañero en el trabajo. Yo creo en ese tipo de cosas. También me interesa recuperar la vida vecinal, los barrios y el tejido social de nuestra ciudad, que se ha ido perdiendo. ¡Amo Santiago! Spike Lee decía que sus películas han tenido éxito porque hablan sobre su comunidad. Y nosotros con De Kiruza trabajamos con ese mismo espíritu comunitario, porque somos una gran familia de músicos.

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