En Milán confluye el pasado y el presente. Una ciudad donde se pueden recorrer antiguas construcciones medievales y renacentistas que conviven con modernas edificaciones y estilos arquitectónicos.

Uno de esos lugares es el Duomo y su plaza del mismo nombre. Llegar hasta allí en el metro, salir de la estación y encontrarse con la grandiosidad de esta catedral gótica es toda una experiencia.

Es uno de los principales atractivos turísticos de la ciudad y también de Italia. Es visitada por millones de personas al año que se maravillan con su arquitectura. Recorrerlo permite conocer cómo hombres de otras épocas y sin la tecnología actual, lograron levantar colectivamente una obra de alta magnitud y complejidad. Su construcción tomó desde el siglo XIV al XX y aún, hoy, continúan los trabajos de restauración.

Es una de las catedrales góticas más grandes del mundo: 45 metros de altura, cinco naves y enormes columnas que junto a las bóvedas sostienen la estructura. Se destaca por su exterior revestido de mármol rosado de la zona de Candoglia, por su techo al que se puede subir para observar de cerca sus 135 pináculos y torres. Y también por sus 3.400 estatuas de santos y profetas, en la que la escultura dorada de la Madonnina —patrona de Milán— resalta ya que mira a la ciudad desde el punto más alto.

En su construcción participaron ingenieros, arquitectos, escultores y canteros de distintas zonas de Europa Central. Todos, expertos en catedrales góticas. Su arquitectura única, esculturas, pinturas, vitrales y elementos decorativos fueron diseñados para transmitir el mensaje de la salvación cristiana.

Cristián León, arquitecto, licenciado en Estética y doctor en Historia del Arte, explica que “la iglesia gótica buscaba una luz transfigurada, en la que pareciera que la persona estuviera entrando al paraíso, a la Jerusalén celeste. La catedral como una puerta al cielo. En ese sentido es un símbolo de poder religioso. Como dice Octavio Paz ‘la arquitectura es el testigo menos sobornable de la historia'. Cuando se ve una construcción como el Duomo, que domina el paisaje urbano, es posible darse cuenta de que lo más importante era lo espiritual en ese tiempo”.

Lugar de encuentro

Las catedrales surgen en el momento que se empiezan a asentar las primeras ciudades medievales (burgos), después de la caída de Roma. “En este contexto eran un elemento que marcaban la vitalidad de las urbes, en el sentido del desarrollo de los ciudadanos libres que se van a vivir ellas, que ejercen una profesión o se dedican al comercio. Después se asocian en hermandades, cofradías y gremios. Hay toda una pujanza en la vida de las ciudades y Milán así lo refleja, ya que fue y es un polo de desarrollo productivo e industrial”, sostiene el académico Cristián León.

Además de su función religiosa, la catedral era el lugar de encuentro de toda la comunidad. Se ocupaban las naves como sede social, como cabildo abierto de la ciudad. Se reunían para tomar decisiones acerca de ella, definir qué construcciones realizar, cómo organizarse ante las pestes u otras catástrofes. Era un espacio múltiple donde también se celebraban los contratos.

Al respecto, Daneo Flores, licenciado en estética y magíster en filosofía, explica que “es la propia arquitectura y el propio emplazamiento urbano lo que determina que las catedrales fueran epicentro de la vida cultural de la urbe, estaban en el centro de la ciudad y todo confluía hacia ellas”.

Lo religioso y lo profano

Junto a la Plaza del Duomo, en un mismo espacio conviven lo mundano con lo sagrado. La catedral está a pasos de las principales casas comerciales y tiendas de lujo que se encuentran en la Galería Vittorio Emanuele II, inaugurada en 1877 sólo seis años después de finalizado el proceso de unificación de Italia. Este edificio se destaca por su grandiosa arquitectura y su impresionante cúpula de vidrio.

Sobre esta particularidad, Daneo Flores reflexiona: “La catedral y la galería son dos representantes de los últimos seiscientos años desde el punto de vista de las grandes construcciones y simbolizan los poderes que han predominado a través del tiempo. El interior protegido religioso y el interior protegido económico. Se hace un puente, ya que al construirse la Galería Vittorio Emanuele II se pensó en esa conexión con el Duomo”.

Si bien la catedral es el principal templo de la Iglesia Católica de Milán, a nivel social con los cambios producidos por la modernidad se convirtió en un ícono cultural e histórico de la ciudad.

“A este lugar muchas de las personas que la visitan ya no van a buscar la conexión espiritual ni el compromiso religioso, eso es lo que se pierde y lo que se ‘gana' son personas desprendidas que pueden admirar este edificio como no se había hecho antes. Ese desprendimiento implica que quien observa lo valora y se relaciona con él desde una dimensión estética”.

Para Cristián León “obras como el Duomo nos recuerdan que lo religioso en cierto momento fue lo más importante para el ser humano. Era una visión metafísica, teocéntrica en la que se consideraba a las cosas de este mundo como remedos, sombra de un mundo al que las personas de esa época aspiraban a llegar. En la actualidad solo quedan vestigios de eso, porque surgieron otros símbolos como el poder económico y el poder político que adquieren más relevancia”.

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