La vida familiar tuvo sus altibajos, pero fue positivo tener a mis

dos papás complementarios, aunque a

veces causó incomodidades”.

Escuché una frase que me pareció particularmente cierta: la respuesta de la hijastra a la exigencia de su madre de que obedeciera a su padrastro. «Él no es mi padre»”.

Los niños pueden albergar intensos deseos de conformismo que van más allá de sus peculiaridades, sus despropósitos y sus intereses excéntricos. Lo notas cuando te piden con ojos grandes las últimas cartas coleccionables (“Lego no Star Wars”), o cuando insisten en “no besos” en las puertas de la escuela, al igual que sus amigos.

Yo recuerdo sentirme así cuando, a los ocho años de edad, mis padres me informaron de su inminente divorcio. Por supuesto me molesté, pero también sentí horror ante la perspectiva de ser una rareza. “Voy a ser la única en mi clase con padres separados”, protesté, recitando los nombres de amigos cuyos padres estaban felizmente casados.

En ese momento no sabía que mi familia llevaba la delantera. En pocos años casi todos aquellos amigos siguieron nuestro ejemplo.

Con la llegada de mi padrastro, llegó una nueva vergüenza de riquezas. Estaba inundada de padres: dos en casa y uno (mi papá) a 10 minutos en auto. Al pasar los años, mis dos papás formaron su propio yin y yang. Mi papá era bueno para los libros, la política y la literatura; mi padrastro, un genio en arreglos domésticos, me ayudó con mi examen de secundaria y mi prueba de manejo.

La vida familiar tuvo sus altibajos, pero fue positivo tener a mis dos papás complementarios, aunque a veces causó incomodidades, como los maestros que asumieron que mi padre era mi abuelo cuando acompañó a mi madre y a mi padrastro a una velada de padres.

En cualquier caso, si uno se vuelve más empático con sus padres cuando se convierte en padre, se vuelve doblemente empático cuando se convierte en padrastro. Eso descubrí hace ocho años cuando me uní a las filas de los padrastros.

Cuentos de hadas

En 2011, en el Reino Unido, según la Oficina de Estadísticas Nacionales, el 11,3% de las parejas con hijos tenían hijastros. En EE.UU., entre 10% y 20% de los niños viven en familias con padrastros.

“Las relaciones entre padrastros e hijastros no son algo que se dé por hecho, pero pueden ser buenas”, dice Patricia Papernow, psicóloga y directora del Institute for Stepfamily Education (Instituto para la educación de familias reconstituidas) de EE.UU. “Los padrastros pueden brindar una nueva perspectiva y nuevas influencias”. En su propia familia, su esposo le enseñó a su hijastra, su hija, a conducir, lo cual brindó tranquilidad a Papernow. “Él no era tan irritable como yo para enseñarle”, dice.

A diferencia de cuando me convertí en madre biológica, no hubo ninguna fanfarria que anunciara mi nuevo papel de madrastra: ni flores, ni globos. Mi hijastra —que entonces tenía cuatro años— no recibió regalos de quienes nos apreciaban. Qué diferente fue, 18 meses después, cuando di a luz a mi hijo.

La gestación de mi hijastra fue muy diferente a la de mi bebé. En lugar de una barriga hinchada y ultrasonidos prenatales, comenzó con conversaciones en las que nos abrimos camino cautelosamente hacia una relación. Sin embargo, hubo similitudes. Tanto como madre como madrastra, he recibido agudos recordatorios de que soy la adulta.

Para ayudar a fortalecer nuestra alianza, le compré libros de cuentos a mi hijastra que mostraban que las familias venían en otras variedades además de la nuclear. Me hizo recordar lo frustrada que estaba como hijastra en la década de 1980 ante la escasez de historias sobre familias como la mía.

Había muchas madrastras, como las famosas en Cenicienta, Blanca Nieves y Hansel y Gretel. Pero éstas eran mujeres malvadas. Ellas nunca hicieron la parte complicada de ser padres: hacer loncheras, llevar a los niños a eventos deportivos, comprar regalos de cumpleaños. Semejantes arquetipos eran misóginos, pues absolvían a los padres biológicos de cualquier culpa. Los cuentos de hadas no revelaban una verdad universal, sino que eran creaciones de su tiempo, según Marina Warner, una autora que ha explorado los cuentos de hadas y los mitos.

“La dependencia femenina de los hombres les hizo competir entre sí por el favor del sostén de la familia. Enfrentaba a hermana contra hermana y a la generación mayor contra la menor”, escribió en The New York Times. “Cuando las mujeres morían jóvenes, a menudo en el parto, la nueva esposa favorecía a sus propios hijos sobre los descendientes de su predecesora. En Inglaterra, antes de la conquista normanda, hay numerosos ejemplos de segundas esposas que planeaban expulsar a los herederos anteriores, incluso llegaban al punto de asesinarlos”. Y así llegaron las historias de madrastras ficticias que desterraban a sus hijastros al sótano o a los bosques oscuros.

Sin embargo, cuando necesitas historias sobre gente como tú, puedes encontrar algo que resuene incluso en la película más mala.

También escuché una frase que me pareció particularmente cierta: la respuesta de la hijastra a la exigencia de su madre de que obedeciera a su padrastro. “Él no es mi padre”. ¿Qué hijastro no usado esa frase en una discusión? Ni siquiera en una gran pelea, sino como respuesta a una solicitud educada de recoger toallas mojadas, zapatos de las escaleras o cuchillos sucios de la mesa de la cocina. Probablemente dije esa frase por lo menos 20 millones de veces. Después de las primeras mil, no es un esfuerzo. Es automático, como encogerte de hombros.

Privado de un padre

El paisaje cultural ha mejorado lentamente desde aquellos días. Susin Nielsen es la autora de la novela “Todos estamos hechos de moléculas”, que cuenta la historia de adolescentes forzados a vivir juntos cuando sus padres solteros deciden casarse. Ella dice que siempre había querido escribir sobre una familia reconstituida debido a su origen; cuando su madre se volvió a casar, ella adquirió cuatro hermanastros. “Quería que los padres fueran personas agradables y decentes. Es importante que los jóvenes se vean a sí mismos y sus situaciones reflejadas en los libros, por lo menos para que no se sientan tan solos”. Nielsen tiene la esperanza de que la situación esté cambiando.

El lenguaje en torno a las familias reconstituidas no brilla con glamur y positividad. Jonathan Dent, editor asistente del Oxford English Dictionary (OED), dice que el uso del prefijo “step” (en la palabra stepfather, que significa padrastro en inglés) que originalmente significaba “privado de un padre”, está históricamente basado, como los cuentos de hadas, en la muerte. “El establecimiento de un segundo matrimonio después del divorcio es un fenómeno relativamente reciente, y el sentido principal que se cubre en las primeras versiones de la entrada de padrastro en el OED, publicada en 1916, se define sólo como «un hombre que se ha casado con la madre de uno después de la muerte del padre de uno»”.

No fue hasta la aparición de la segunda edición en 1989, dice, que se agregaron las palabras “o divorcio”, y la definición paralela de madrastra. Según Dent, dado que este cambio es relativamente reciente, no es sorprendente —especialmente debido a que la representación de los padrastros (especialmente las madrastras) en los mitos y los cuentos de hadas es a menudo negativa— que se estén sugiriendo y probando nuevas formas de describir las relaciones dentro de las familias reconstituidas.

Muchas etiquetas

La etiqueta “familias reconstituidas” ha sido criticada por crear expectativas poco realistas.

Wednesday Martin, autora de Stepmonster (2009), dice: “Cuando usamos el término «reconstituida», básicamente estamos de cierta forma pidiéndoles a los niños que abandonen su historia y su pasado, al pedirles que se «reconstituyan» en lugar de honrar a sus otros padres, a su historia, y pidiéndoles a los padrastros que hagan algo que los niños resentirán con toda razón”.

Los nombres marcan la diferencia. Me he quedado atrás para escuchar cómo mi hijastra me describe a sus nuevos amigos, como la pareja de su padre o como su madrastra. El uso de la palabra “bonus” (extra) en lugar de “step” ha sido otro intento de cambiar el nombre de los padrastros, dice Dent. Surgió en la década de 1990 en los grupos de noticias de Usenet dedicados a cuestiones de fertilidad y paternidad. Sin embargo, esta palabra también es peligrosa: es poco probable que la realidad de la vida familiar cumpla con sus connotaciones inequívocamente positivas, señala. “Es posible que un padre que se identifica a sí mismo como ‘extra' sea considerado un padrastro cruel por parte de sus hijastros o como su padre biológico”.

En mi familia, la nomenclatura se ha vuelto aún más complicada. Cuando era una veinteañera, mi madre y mi padrastro se divorciaron y nuestra familia se reconfiguró nuevamente. Mi padrastro tenía un hijo, que ahora tiene casi 17 años. Describo a mi padrastro como mi padrastro, aunque técnicamente no lo es. (Mi madre se volvió a casar este año). Pero mi padrastro ha sido un factor constante en mi vida durante décadas.

Si conocieras a su hijo, yo te lo podría presentar como mi medio hermano, mi hermanastro, hijo de mi padrastro. Hay que hacer ciertos malabares mentales antes de hablar de estas personas importantes con extraños. ¿Voy a ver a esta persona otra vez? ¿Realmente quieren escuchar los detalles precisos de nuestra relación? Pero en un evento familiar reciente, me quedé boquiabierta por la decepción cuando un pariente lejano presentó al hijo de mi padrastro, pero me ignoró por completo porque no sabía cómo describir la relación.

Marilyn Coleman, una socióloga que estudia a las familias reconstituidas en EE.UU., dice que cuando las relaciones se normalizan hay nombres para describirlas. “Las cosas que nos importan tienen muchas etiquetas. Los esquimales tienen muchas etiquetas para la nieve, por ejemplo. Cuando las relaciones no se consideran normales o importantes, no se acepta comúnmente ninguna etiqueta o término ¿Cuál es el término para la nueva esposa de tu ex esposo? No hay término”.

En su lugar, la gente inventa sus propios nombres. Una mujer, por ejemplo, se refiere a los hijastros de su padre de un matrimonio anterior como sus cuartos hermanos. A algunos, como mi hijo de seis años, les gusta mantener las cosas simples. La otra noche, le pregunté cómo describiría a su media hermana. Me miró atónito. “Como mi hermana, por supuesto”. Y se fue corriendo a jugar.

LEER MÁS