En un clima de confusión y desencanto con la élite política, más de 147 millones de brasileños están llamados —este domingo— a elegir a su próximo Presidente.

El ultraderechista y excapitán de Ejército Jair Bolsonaro —según las encuestas— va con una amplia ventaja, pese a que la última semana la distancia con su contendor Fernando Haddad (del Partido de los Trabajadores) se ha reducido. Según las última encuesta (Datafolha, dada a conocer ayer) Bolsonaro se empina con 56% y Haddad logra 44%.

El ex militar —flanqueado por las Fuerzas Armadas en estas elecciones— ha mostrado poco manejo en temas económicos, no cuenta con equipos para gobernar y tiene escasa autoridad en el mundo militar, donde estuvo 17 años (tras ser paracaidista, se convirtió en maestro de saltos de la especialidad). ¿Cuáles son los reales espacios de poder que tiene para desplegar sus promesas económicas? ¿Cuánto apoyo tiene en el Congreso para avanzar en su plan de gobierno?

La Segunda le pidió al periodista Cristian Bofill un análisis sobre las elecciones, considerando que en las últimas semanas visitó el país viendo en terreno la evolución del debate electoral.

l Bolsonaro inaugurará un modelo político sui generis: Un gobierno militar en democracia, legitimado por las urnas.De los cuatro hombres fuertes del equipo que planifica su futuro gobierno, tres son generales (r) y uno es civil, Paulo Guedes, doctor en Chicago y seguro ministro de Economía. De los militares, el más empoderado es el futuro ministro de Defensa, Augusto Heleno Ribeiro, muy cercano al actual comandante en Jefe y quien fuera instructor de Bolsonaro en la escuela militar en los años 70. Se da por hecho que habrá al menos otros cuatro generales (r) en el gabinete. El vicepresidente será el general Hamilton Mourao, en retiro hace cinco meses. Y para Transportes suena el general Oswaldo Ferreira, quien diseñó el programa presidencial de infraestructura.

l Los militares manejarán áreas claves como Seguridad Pública, Amazonia, Medio Ambiente, Educación e Infraestructura. Se presume que tendrán poder de veto en Economía, sobre todo en la privatización de empresas públicas. El comandante en Jefe del Ejército, general Villas Boas, está articulando un “pacto republicano” para darle gobernabilidad al futuro gobierno. Uno de los resultados de sus gestiones es que el presidente de la Corte Suprema integró a su staff a un general (r).

l Las FFAA han mandado recado de que no quieren ni se puede dar un golpe de Estado en el siglo XXI.Tampoco lo necesitan, dado su creciente poder. Están con su prestigio alto —su mejor momento desde el fin del régimen militar (1964-1985)— y los políticos aparecen muy abajo por la triple crisis: estancamiento económico, corrupción y delincuencia. Los militares siempre han sido fuertes en Brasil (no hubo juicios por DD.HH. y son “garantes de los poderes constitucionales”).

l El candidato inicial de la cúpula militar no era Bolsonaro, a quien al principio nadie tomaba muy en serio.El candidato original era el centrista Geraldo Alckmin. Su poco disimulado deseo era que el PT no volviera a gobernar. Con el ascenso de Bolsonaro en las encuestas, pasaron a apoyarlo. Según cercanos a las FF.AA., una razón es que el candidato no tiene preparación ni equipos para gobernar y les cabe proporcionarlos, ya que el eventual fracaso de su gobierno será asociado inevitablemente a los militares.

l Hay un riesgo evidente de una fuerte politización de las FF.AA. Pero un punto que se menciona muy poco es que Bolsonaro profundizará un camino que abrió el actual Presidente Michel Temer, en cuyo gobierno aumentó mucho la influencia de las FF.AA. en la vida política y se aprobaron medidas económicas de corte liberal en la línea que defiende Paulo Guedes.

l Temer nombró a un influyente general (r) en Defensa (cargo antes reservado a civiles), designó a generales como interventores en Rio de Janeiro (por la delincuencia desbordada) y a otro en Roraima (por crisis de inmigración venezolana). También traspasó la coordinación de los servicios de inteligencia a un militar y cambió la ley para juzgar en tribunales militares a uniformados acusados de crímenes en tareas de seguridad pública. En Economía, aprobó importantes reformas liberales, como la laboral y de disciplina fiscal. No fue más allá porque lo grabaron aprobando un pago irregular a un político detenido y perdió fuerza política.

l Incluso, el actual Presidente Michel Temer buscó a los militares para sobrevivir a un impeachment y a una aprobación de 3%. Bolsonaro lo hace por convicción y necesidad. Es consciente de su falta de equipos y, dada su escasa base partidaria y experiencia para el cargo, son su apoyo natural. Bolsonaro (63) es formado en Educación Física y tuvo una carrera militar y política controvertida. Salió del Ejército en 1987 tras liderar una protesta por sueldos. Esa insubordinación, pecado capital en los cuarteles, le valió la antipatía de los altos mandos hasta su ascenso político. En 27 años como diputado, solo aprobó dos proyectos de su autoría y se cambió 9 veces de partido. Y, como se sabe, se destacó por la defensa de las causas más duras de la ultraderecha.

l El perfil antisistema, anti PT, no estar acusado en Lava Jato y su discurso mano dura lo catapultaron.Pero necesita mucho más que eso y las FF.AA. para gobernar. Un factor clave es Paulo Guedes, el respetado economista de Chicago, a quien conoció hace un año. La incorporación de Guedes fue el pretexto que buscaba el mundo empresarial para abrazar su candidatura. La duda es cuánto margen tendrá para aplicar su programa. Bolsonaro ya ha puesto algunos límites, como su aversión a capitales chinos y a la privatización del sector eléctrico. Pero su conversión al liberalismo económico sería sincera, incluso por falta de alternativa para reducir el gasto fiscal que asfixia a la economía brasileña.

l El manejo político en el Congreso es otro frente complejo. Nadie duda de que logrará aprobar sus primeras reformas. La tradición es que en los primeros meses, cuando tienen alto apoyo popular, los presidentes sacan sus agendas sin tener mayoría. Así ha sido desde Sarney (1985). Los problemas vienen después. A Collor le costaron la cabeza (por corrupción, que era real, pero más que nada un pretexto para botarlo). Hasta ahora, los presidentes solo han tenido éxito duradero en el Congreso —fragmentado en 32 partidos— gracias al clientelismo. Bolsonaro ha dicho que no lo practicará. Nadie se imagina cómo. Esa tarea quedó en manos de su otro civil clave: el futuro jefe de gabinete, Onyx Lorezzoni.

l Tal vez el factor más importante para el éxito de Bolsonaro será su capacidad de reinventarse, de dejar atrás su perfil de ultraderecha y adoptar un discurso que le permita superar la polarización de la sociedad brasileña. En las últimas semanas de su campaña —sobre todo tras el atentado a cuchillo que lo mantuvo hospitalizado un par de semanas— se le ha visto más moderado. Si es capaz de mantener eso, se verá a partir del 1 de enero, día del traspaso de mando.

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“Michelle, mientras no falte agua en el mar, no dejaré de amarte”, le escribió cuando se estaban conociendo, hace 11 años.

“Todo pasó a ser diferente, esperanza y alegría de vivir brotaron de tal forma que hasta hoy me pregunto si todo eso es verdad. No voy a decir que te amo porque sería un pleonasmo. Eres un pedazo de mí”, reza otra de las frases con que Jair Bolsonaro conquistó a su tercera esposa, Michelle de Paula.

Sorprende imaginar que el mismo hombre que lanza hirientes palabras contra homosexuales y mujeres, y que ha hecho apologías al régimen militar brasileño, sea también un romántico empedernido. Un romanticismo que muestra en la calle. Jair y Michelle, con cerca de 25 años de diferencia de edad (ella tiene 35), son una pareja que anda de la mano, sonríe uno al otro y se besan en público.

Se conocieron en 2007 en el Congreso de Brasilia cuando él ya era diputado y ella, la asistente de otro parlamentario. Se casaron por el civil a los nueve meses de noviazgo, pero la ceremonia religiosa la hicieron recién en 2013 con 150 invitados en Teresópolis. Hoy, el matrimonio vive en Barra da Tijuca (Río de Janeiro) junto a la hija adolescente de ella y una pequeña de 7 años de ambos, llamada Laura. “No tardé mucho en tener la certeza de que queríamos vivir una vida juntos”, dijo Michelle en una entrevista a una revista carioca.

Michelle es religiosa. Así, al menos, aseguraron al diario Folha de Sao Paulo, los pastores de la Iglesia Bautista Actitud, el centro evangélico de Barra de Tijuca, donde hace más de un año ella va a rezar. Hasta 2016 participaba en otra Iglesia evangélica, la Asamblea de Dios, en la que el pastor Silas Malafaia —que celebró su matrimonio con Bolsonaro— es católico. “Ella es una niña que le gusta servir. Pero no es tonta: sabe expresarse y construir relaciones”, dijo el religioso. “No anda cargada al maquillaje y no es sofisticada; no lo necesita. Michelle tiene una belleza natural”, asegura el pastor.

Su estilo es sencillo. Se la ve frecuentemente en zapatillas, jeans y blusas. Y adora la ropa Zara e ir de shopping con sus dos hijas. Aunque no renuncia a un bolso de Louis Vuitton. Va ocasionalmente al gimnasio Bodytech cerca de su casa, sale a correr y a veces se inscribe en las típicas corridas que se organizan en la ciudad.

También le gusta el fútbol, es hincha del Flamengo. Y va al estadio Maracaná junto a su marido, pese a que Bolsonaro es aficionado del Botafogo, dos escuadras rivales en Río de Janeiro. “Prueba de amor”, afirmó Michelle respecto a la rivalidad futbolera.

Reacia a conceder entrevistas y celosa de su intimidad, no suele acompañar a Bolsonaro a actos de campaña aunque, cuando lo hace, es por un motivo muy concreto: Michelle es la encargada de traducir a lenguaje de señas sus palabras para los videos que él difunde a través de Facebook Live. “Tanto Bolsonaro como su esposa no quieren que ella se involucre en la campaña”, dijo un parlamentario cercano al político carioca.

Michelle trabajó como funcionaria de la Cámara de Diputados entre el 2006 y el 2008. En ese período, ocupó el cargo de secretaria parlamentaria en los gabinetes de dos ex diputados. El 18 de septiembre de 2007 fue designada para integrar el equipo de Bolsonaro, también como secretaria parlamentaria. Pero en noviembre de 2008 —ya casados— fue exonerada del cargo argumentando la prohibición de contrato de parientes de hasta tercer grado.

Una de las pocas veces en que Bolsonaro mencionó a Michelle públicamente fue en 2011. Acusado de racismo tras una entrevista al programa CQC Brasil, se defendió afirmando que estaba casado con una afrodescendiente.

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