¿Cómo es tener de jefe a un exmarido? le preguntamos a Catalina Bau, la primera mujer de Enrique Correa Ríos.

Este mes fue nombrada gerenta de Asuntos Públicos de Imaginaccion, la empresa de lobby más grande de Chile, fundada en 1996 y que entre sus muchos clientes ha tenido a Penta y SQM, a la exministra Javiera Blanco, al exsacerdote Cristián Precht, a los ex comandantes en Jefe del Ejército Juan Miguel Fuente-Alba y Juan Emilio Cheyre y, ahora último, al productor de cine Nicolás López.

“Asuntos de familia”, decía un artículo de El Mostrador el pasado 3 de octubre, dando cuenta del nuevo cargo de Bau en la empresa. Antes de conversar con ella, miramos su currículo: economista de la Universidad de La Habana e ingeniera comercial de la Universidad de Chile, fue coordinadora general de la Subsecretaría de Hacienda, jefa de gabinete del exministro Nicolás Eyzaguirre hasta 2002; luego, Ricardo Lagos la nombró directora del Servicio Civil, cargo que tuvo hasta 2006 cuando asumió como directora ejecutiva de la Conaf, hasta 2010.

Catalina (69 años en diciembre próximo) sopesa la pregunta y sonríe. Sabe que le plantearemos eso. “Yo me casé con Enrique cuando venía saliendo del colegio, el año 1969. Ambos estábamos en la JDC. Fue mi primer matrimonio y después formé una nueva familia. Son demasiados años los que nos separan de esa relación”.

En la céntrica esquina de Providencia con La Concepción, la consultora ocupa todo el piso 24. Su oficina es pequeña y funcional, igual que todos los espacios: modernos y minimalistas.

Ella nunca abandona su sonrisa. Es amable y de conversación fácil. “Con Enrique tenemos en común un hijo que tiene 48 años, Carlos (exdirector de la Secom). Me fui de Chile con mi hijo de 3 años, sola, los dos solitos tomaditos de la mano, al exilio. Primero llegué a Perú, unos meses, y luego estuve 16 años en Cuba. Enrique tenía otros lugares de residencia. Nunca dejamos de estar conectados, pero son 16 años en que tuvimos distintos lugares de residencia”.

¿Por qué no se fueron juntos al exilio?

—Partí sola al exilio porque ya estábamos separados con Enrique. Éramos muy jóvenes y de vidas muy intensas. Nuestro alto sentido social y las responsabilidades políticas de Enrique nos llevaron a separarnos, pero mantenemos una excelente relación, de mucho cariño.

A Cuba llegó en marzo de 1974. Tenía 22 años. “Tuve un proceso de adaptación muy corto. En septiembre me matriculé en Economía. Yo trabajaba y estudiaba. Me fui para allá por el idioma, el clima, y porque pensaba que era por corto tiempo. Recuerdo a un gran amigo, Juan Enrique Vega (embajador de Chile en Cuba en septiembre de 1973), que una vez nos dijo a los estudiantes de distintas carreras “dedíquense a estudiar porque esto es para largo”. Yo pensé que a lo más haría un año de Economía… pero terminé mi carrera y seguí en Cuba. Hasta mi hijo Carlos alcanzó a estar un año en la universidad”.

—Y en Cuba nació tu segundo hijo.

—Sí. Allá me emparejé con un chileno, otro exiliado, joven como yo, estudiante. Pasaba el tiempo y yo encontraba que mi hijo se estaba quedando solo. Tenía 30 y pensaba que me estaba poniendo vieja para ser mamá. Carlos tenía 9 años cuando quedé embarazada. Así que tengo un hijo cubano, que llegó pequeño a Chile. Hoy es médico de la U. de Chile y trabaja en un hospital público en Futaleufú. Tengo una nieta en la Patagonia y acá tres nietos, hijos de Carlos.

De regreso del exilio, trabajó 20 años en los gobiernos de la Concertación. “En 2010 salí del sector público y por razones personales me dediqué a ordenar mi familia. Mi último trabajo en la Conaf fue muy intenso, y decidí recuperar salud”.

—¿Te enfermaste?

—Tuve cáncer de mamas, que felizmente creo haber superado porque lo detecté temprano y di la pelea. Yo soy muy ordenada en todos mis controles médicos, pero en la Conaf se me pasó el plazo. Una de las primeras cosas que hice al salir fue hacer ejercicios, me metí al Club Providencia porque me gusta mucho nadar. Me sentía rara y el supervisor que me observó me preguntó si estaba enferma. Tenía derecho a una consulta así que pedí hacerme una mamografía y una eco mamaria. Y era cáncer. Me operaron, me hice quimio y radio, y tuve al menos un año de reposo. Me controlo siempre y estoy bien, aunque nunca te dan de alta. El cáncer de mamas tiene mucho que ver con los dolores, con las penas, con el estrés. Y cuando bajas la carga de trabajo, el cuerpo muestra lo que ha sufrido.

“Enrique tiene unos brazos amplísimos para ayudar a los amigos”

En 2014 y luego de varios llamados de Correa para sumarse a Imaginaccion, llegó como consultora senior. Y cuando Moisés Valenzuela (histórico dirigente DC cercano a Gutenberg Martínez) dejó la gerencia de Asuntos Corporativos para ser socio, ella fue nombrada en el cargo.

—¿Te incomoda que digan que estás de gerenta por ser su exmujer?

—En absoluto. Acá yo llegué por lo que sé, por lo que hago y porque he diseñado políticas públicas y las he aplicado. La familia es para la vida, pero acá llegué por mi experiencia. Enrique es una persona connotada, Imaginaccion es la empresa más importante del rubro en Chile, la que dio la lucha porque existiera una ley de lobby. No creo que estar acá sea porque soy la expareja de Correa ni porque soy la mamá de su hijo. Estoy porque aporto a esta empresa.

—Imaginaccion también ha sido el lugar donde aterrizan “ángeles caídos” de la Concertación. Por acá han pasado Carlos Cruz, Jorge Insunza, Harold Correa, entre otros. Y hoy están Juan Carvajal, Flavio Candia...

—Toda persona tiene derecho a trabajar en lo que sabe hacer. Es verdad que Enrique tiene unos brazos amplísimos para ayudar y proteger a los amigos, y eso es conocido en todas partes, pero se trata de tremendos profesionales. Quién duda de la capacidad de Juan Carvajal. Orgullosos de que lleguen y puedan seguir siendo aporte a las políticas públicas.

—¿Y cómo enfrentas el permanente cuestionamiento a Imaginaccion? Antes se les criticó por asesorar casos como SQM (Escalona dijo en 2016 que Correa “facilitó la injerencia de Ponce Lerou en nuestras filas”), y ahora por la defensa del productor Nicolás López.

—En forma muy profesional. La labor de esta empresa es crear las condiciones para la relación público-privada. Por tanto, quien tenga alguna situación en que quiere contar su verdad y viene a pedir ayuda, lo vamos a recibir. Tenemos un código de ética y bajo ese código lo vamos a recibir. No somos jueces ni oficina de abogados; no defendemos sino que acompañamos a nuestros clientes. Y toda persona es inocente hasta que no sea juzgado. Es parte de nuestro trabajo y no se abandona a la gente cuando está en situaciones críticas. Ellos tienen que contar su verdad. Puede que a algunos no les guste pero no somos ni una ONG ni un partido político.

—¿Cuál es el límite para aceptar clientes?

—En Asuntos Públicos, que es mi área, el límite es que los temas se puedan plantear a la autoridad. Que en forma transparente los privados con problemas se los planteen a la autoridad. Y que todo esté sujeto a la ley y a las normas.

—¿Se ha vuelto más compleja la manera de abordar los casos?

—La forma de trabajar no ha cambiado, lo que ha cambiado son los temas en la sociedad. Tuvimos una crisis en la sociedad por el financiamiento de la política, nos tocaron clientes que tuvieron que hacer su defensa y los acompañamos. Si haces un recorrido en la prensa desde que partió Imaginaccion hasta hoy, siempre estamos en la prensa. Parte es verdad, parte es mito. Hay un mito de que don Enrique Correa está en todos los temas.

—En mayo de 2016, a propósito de la investigación del Sename, el diputado René Saffirio denunció que Correa estaba en el directorio de la Fundación Mi Casa y dijo que “se está transformando en una especie de Dios: nadie lo ve pero está en todas partes”.

—(Se ríe) ... Es nuestra capacidad de diálogo y articulación.

—¿No hay daño reputacional entonces?

—No, en ningún caso, porque seguimos con mucho trabajo. Tenemos una interesante cartera de clientes, hemos resuelto más de 600 conflictos. Yo en Asuntos Públicos atiendo empresas, instituciones, y no sentimos en ningún caso que nuestro trabajo ha disminuido. No tenemos un solo cliente que haya tenido problemas en trabajar con nosotros. He estado armando la sucursal de Imaginaccion Perú, la inauguramos en agosto de 2017 y estamos en San Isidro con una cartera interesante de proyectos.

Ustedes se declaran lobbistas pero los gremios, los sindicatos, no están obligados y pueden hacer la misma actividad sin regulación.

—En el cumplimiento de la ley de lobby el peso lo tiene la autoridad. Nunca vamos a estar cerrados a perfeccionamientos; nosotros estamos porque la ley sea lo más amplia y transparente, pero no somos nosotros quienes juzgamos.

—Después de trabajar 20 años en el Estado y de su enfermedad, ¿este cargo es como empezar de nuevo?

—En los temas no, porque entiendo las políticas públicas. Y en lo personal, siento mucha tranquilidad porque hay etapas de la vida que tengo cumplidas. Estoy encantada del desafío, siento que puedo ser un aporte y dejar alguna huella. Ojalá los jóvenes en política entiendan que dialogar no es ceder, que es construir, armar proyectos, que nos escuchemos, que reciban a la gente por lobby.

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