No todos los directores estuvieron de acuerdo con la venta, pero

hubo mayoría”.

Raúl Bulnes, Fundación Neruda.

Fundación Neruda

No eran tres. A La Chascona en Bellavista, La Sebastiana en Valparaíso y la de Isla Negra sin nombre, Pablo Neruda sumó una cuarta casa que quedó inconclusa en las alturas de Lo Curro. Y cuya historia cambió en 180 grados.

Visionario, en 1954 el poeta compró un terreno de 6 mil m2 al dueño del cerro que hoy alberga las casas más lujosas de Santiago, Eugenio Gellona, quien vendía parcelas de agrado. Las vistas deben haberlo deslumbrado, pero recién en 1972, cuando era Premio Nobel, comenzó a planificar una vivienda.

Ya estaba enfermo. “Tenía un cáncer terminal y apenas podía usar sus piernas”, describe Luis Alberto Mansilla en “Los últimos días”. Sufría metástasis a los huesos derivada de un cáncer de próstata, aunque Neruda prefería culpar al reumatismo, escribe su biógrafo David Schidlowsky en el libro “Las furias y las penas”.

En la casa de Santiago, La Chascona, debía subir y bajar escaleras, por lo que pensó en una casa de un piso en Lo Curro.

Le encargó los planos a su ahijado Ramiro Insunza Figueroa, un joven arquitecto de entonces 23 años, hijo de Sergio y Aída, sus íntimos amigos. Apoyado por su maestro Carlos Martner, cumplió los deseos del poeta. “La casa tenía que dar la sensación de un pájaro de manera que al estar dentro se tuviera la sensación de encontrarse en el centro del cuerpo de la condoresa”, contó Insunza en 1988, en una charla sobre las casas de Neruda.

El poeta la bautizó La Manquel, la hembra del cóndor, que en mapudungún se dice manque. La construcción se detuvo por la muerte de Neruda el 23 de septiembre de 1973.

El dueño que conoció a Neruda

En 1990 la Fundación Neruda decidió vender el terreno con la casa inconclusa. “No todos los directores estuvieron de acuerdo, pero la mayoría votó a favor. Las casas de Neruda se transformaban en suyas cuando él las habitaba. No había recursos para terminarla”, cuenta Raúl Bulnes, presidente de la Fundación Neruda que recibió las propiedades del poeta como herencia de Matilde Urrutia, quien murió el 5 de enero de 1985.

La compró Pamela Hites Palombo, hija de Alex Hites, uno de los dos fundadores de la cadena homónima. Pagó $22 millones, según la revista Caras. Al poco tiempo, ella se la vendió a Juan Carlos Latorre, ex socio del Banco del Desarrollo y Copesa y dueño de Prohabit. “Cuando el corredor de propiedades me contó que había sido de Neruda, me dio una emoción muy grande, mirar la vida desde dónde él la miraba”, afirma Latorre.

A raíz de un cambio en su situación familiar optó por venderla en 1995 a Carlos Silva Terán. Ingeniero civil, dedicado a las instalaciones eléctricas, Silva conoció a Neruda cuando era embajador en París. “Yo era jefe de créditos externos del MOP y negociaba créditos para la línea del Metro en París. Neruda acompañaba a la delegación. Recuerdo que también lo vi en la Embajada de Chile”, relata Silva. Siempre pensó mantener la casa del poeta en Lo Curro: “Son trazas que la gente tiene derecho a conocer”.

Lo que alcanzó a construirse fue un piso, con el dormitorio principal, living y comedor con ladrillos sin estucar. Y en dos pisos de abajo, una pieza para el cuidador y una biblioteca. Faltaban ventanas, techo, chimenea y un torreón.

Muy empinado, el terreno tiene dos accesos: por Vía Azul, la última calle subiendo por Gran Vía hacia La Dehesa; y por Vía Morada, por arriba. No tenía número y la municipalidad le asignó el 4651.

Silva encargó un proyecto a la oficina Cox y Ugarte, pero desistió por la sombra que llega temprano en invierno y porque la subdivisión mínima del terreno es de 4 mil m2, lo que impedía construir una futura casa para sus hijos.

Giro irreversible

En 2010, Silva la vendió a Jaime Sinay, socio de Domino's Pizza, Palumbo, 5 a sec y Republic of Beauty junto a Felipe Israel. Encargó un proyecto a un arquitecto, pero usar el acceso por Vía Azul demandaba un tremendo movimiento de tierra.

A los dos años la traspasó a Ezequiel Klas, argentino y brazo derecho de Andrés Ergas, director del Banco de Chile. Según Caras, pagó $541 millones.

Todas las compraventas se hicieron a través de Esteban Greene, el corredor de propiedades que ha vendido casi todos los terrenos y casas de Lo Curro. “El que más he revendido es el de Neruda. Lo raro es que nadie construyó”, afirma.

La historia tomó otro giro: el año pasado Klas removió lo que quedaba de la casa inconclusa y cercó el sitio que siempre estuvo abierto. Planea un proyecto residencial —el Plan Regulador permite hasta tres casas si están en condominio— que involucra otros terrenos, informó a través de su secretaria.

“De aquí a seis meses podría contar algo más concreto”, concluyó su recado.

Maqueta de La Manquel.

Una vista actual del terreno baldío.

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