Con el tiempo descubrí que lo que quería es una cafetería gourmet. Quise actualizarme, sin perder mi historia”.

Susanne Schneider cree en la magia .

“El comienzo fue el término de algo”, introduce la dueña de Vilapert, la cafetería que debutó en Luis Pasteur como la versión más moderna e innovadora del Café Villa Real.

El clásico de Providencia fue fundado por Ernesto Rosenfeld en 1943, quien en 1958 lo instaló a un costado del Teatro Oriente. Inés Grael de Rubio, abuela de Susanne, lo compró en 1988 para administrarlo como un negocio familiar. Un tercio era de Jimena Rubio, su madre, y el otro de un tío, parte que años más tarde compraría Susanne.

“Desde los 15 años que yo estoy en esto”, explica esta ingeniera comercial que se dedicó al rubro junto a sus tres hermanos. “Fuimos socias con mi madre casi 10 años, desarrollamos catering, relaciones con empresas y otras diversificaciones”, relata. En 2014 abrió un pequeño local del Villa Real en Vitacura. “Pero conmigo acá y ella allá, empezamos a tomar estilos distintos sin quererlo. Yo sentía que la gente que venía para acá quería algo distinto. No estábamos en la misma sintonía. Ella sigue en Providencia y lo hace maravilloso. Estamos perfecto. Separarnos fue la decisión más difícil. Fuerte, doloroso. Creo que corté el cordón con mi mamá en ese momento”, confiesa.

Susanne abandonó el concepto de salón de té y decidió que ofrecería el mejor café del sector. Y se hizo de buena fama. “Con el tiempo descubrí que lo que quería es una cafetería gourmet. Quise actualizarme, sin perder mi historia”.

Junto a su marido, el también ingeniero Marcelo Caldera, comenzaron el nuevo negocio. En agosto de 2016 nació la planta de Vilapert, un espacio de 500 m2 en Huechuraba, donde fabrican todo lo dulce que se distribuye en cada cafetería. En diciembre abrieron en Puerta Los Trapenses. En 2017 inauguraron en Enrique Foster y Cerro El Plomo. Y en los próximos días echarán a andar la quinta cafetería en Bellas Artes. “Vitacura y lo Barnechea son muy sociales, son mis hijas mujeres. Los dos de las Condes son mis hijos hombres, muy ejecutivos. Bellas Artes será un todes (risas), tiene mucho de empresa y mucho de social los fines de semana”.

Hacer escuela

La imagen de Vilapert (“villa abierta”) es un pájaro con la jaula abierta. “Porque es una opción de estar para mis clientes internos, mis chicos, y para mis clientes externos. Cada persona que llega acá sabe lo que quiere”, explica Susanne que está detrás de cada detalle y de cada una de las 70 personas que trabajan en la empresa. “Soy exigente, conmigo y con ellos”, dice. “Para ser jefa hay que saber hacer de todo”.

Las aves pintadas en sus paredes son inspiración de los cuadros de Cuca Burchard, quien realizó los frescos del Villa Real. “Nos ha ido muy bien, pero nada es fácil ni regalado. Nuestro principio no es hacer riqueza, sino hacer empresa, hacer escuela”, añade.

En el Villa Real trabajó “arriba de los muebles” hasta su último día de embarazo. Cuando nació su primer hijo —tiene a Clemente (12) y a Baltazar (8)— le hizo una habitación en el segundo piso del café para no perder tiempo valioso de trabajo. “Yo amamantaba mientras atendíamos el salón. Todo se puede”, dice sonriendo Susanne.

No hay chef en la cocina, son todas creaciones propias. Hoy tiene una carta de coctelería dulce y salada para llevar. El 95% hecho por ellos mismos.

“Si todos hiciéramos lo que nos gusta con amor y entrega, las cosas serían distintas. Sonreír es gratis, les digo siempre a los chicos”, añade. “Esto es pasión, compromiso y responsabilidad”.

—¿Cómo han cambiado los gustos de los clientes? ¿Desaparecieron la crema chantilly y los panes fritos?

—En los 80 y 90 la torta clásica era el biscocho con crema chantilly. Y en el Villa Real, el Barros Jarpa en pan frito era un clásico. ¡Ahí nació el colesterol! (carcajadas). Era una bomba. Eso nadie lo comería hoy en día. Yo en mi carta tengo cosas entretenidas igual, como el Montecristo, que son tostadas francesas, pan rebosado en huevo, con jamón de pierna o pavo y tomate. O el Croque monsieur, un gratinado de queso parmesano con crema y jamón.

—Me contaste que te han venido a copiar las ideas y hasta le sacan fotos delante tuyo a tu vitrina.

—Lo hacen muy feo. “Hola, preséntate, dime cómo puedo ayudar”, les digo yo. Igual bien, si hay algo ya inventado, para qué lo vas a inventar tú. “Lo que no vas a poder sacar de acá es la magia”, les explico. “Todo el resto te lo puedes llevar”.

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