Ella es una rock star, incluso cuando se sale de libreto. Una especie de ícono pop. Es decir, lo que todo político sueña obtener”.

Se llama a sí mismo “El Abuelo”. Pablo Maltés, periodista, pareja y jefe de gabinete (ad honorem) de la diputada humanista Pamela Jiles, “La Abuela”, ha pasado de participar en programas de farándula, como Intrusos y Primer Plano, a estar atento a las noticias políticas.

En esta entrevista —respondida en un cuestionario escrito, donde es difícil diferenciar cuándo dice cosas en serio o en broma— asegura que lleva 40 años en política y que con Jiles se conocieron “como militantes clandestinos y desde entonces somos una sociedad política indestructible”.

Los días que van al Congreso, relata él, se levantan a las 5:30 a.m. a preparar desayuno, vestir y hacer mochilas y colaciones de los dos niños pequeños que adoptaron hace poco más de un año.

“Hago camas y aseo por encimita, dejamos a los niños en el colegio y partimos a Valparaíso. Nunca sabemos qué sorpresa nos depara la jornada. No hay tiempo para echar de menos la vida pasada, ni para nada que no sea el trabajo legislativo, además de coordinar los equipos: territorial, comunicacional y legal. Generalmente, no alcanzo a almorzar y, ella, la diputada, se pregunta por qué estoy gordo si no como. Injusto porque yo me encuentro en un estado envidiable, esbelto y atlético”.

“Ella es una rock star, incluso cuando se sale de libreto. Estoy a cargo de la performance de una diputada que es una especie de ícono pop, con una imagen híperconsolidada y un vínculo muy fluido con la gente. Es decir, lo que todo político sueña obtener, ella lo tiene de entrada y de sobra. Desde esa perspectiva, mi pega es más bien fácil. Pero también es difícil porque administro un activo político enorme que no puede caerse en nada. Y el responsable de que no existan talones de Aquiles en esta historia soy yo, no ella”.

—Ella dijo a La Segunda (23 de julio) que eras “razonablemente competente como pareja”. ¿A qué se refería?

—Creo que intentaba enfatizar la frase que sigue a esa: “pero es imprescindible como asesor político”. Ella tiene una muy alta e inmerecida valoración mía como estratega político, porque cree que hice para ella, con reducidos recursos, una estupenda campaña, que dio como resultado la altísima votación que obtuvo, la segunda más alta del Frente Amplio. Los 45 mil votos que obtuvo dan cuenta de un apoyo popular y masivo extraordinario.

—La relación de ustedes ha sido calificado como “apasionada”.

—Somos soldados bien dispuestos los dos. Estamos viejitos, pero llenos de entusiasmo. Y les tengo una buena noticia: la atracción sexual aumenta con los años.

—Ella dijo que eras su masajista. ¿En qué momento? ¿Después de sus peleas con Gabriel Boric para aliviar tensiones?

—Las peleas no tensionan a la diputada, menos aún las piñuflas, todo lo contrario, la estimulan. Es posible que tenga muy altos los niveles de testosterona. El día que nos conocimos, en la clandestinidad, hace mil años, yo le hice un masaje de mi especialidad que a ella le agradó mucho, mucho, mucho. Tanto, que me pidió que le hiciera ese mismo masaje todos los días de nuestras vidas hasta que nos muramos.

—¿Te dolió tener que renunciar a tu sueldo para ser su jefe de gabinete?

—Nada. La Pamela no quería postularse a diputada. Le encantaba ser “La Abuela” de la televisión. Le parecía que su aporte político tenía una inmejorable tribuna en pantalla y que el trabajo de un parlamentario era burocrático, fome, muy poco efectivo. Tuve que convencerla y me costó. Puso la condición de que yo dejara todo y me dedicara a dirigir su trabajo parlamentario. Y era evidente que eso debía ser sin pago alguno porque somos pareja y la probidad es un asunto esencial.

—Antes solías participar del mundo del espectáculo. ¿Le ves algún parecido a la farándula con la política?

—La farándula es lo más político que existe. Es una sátira del poder. Lo entendió Gramsci hace casi un siglo y la izquierda trasnochada no lo comprendió nunca. Es lo que señala la teoría feminista con su principio elemental: “Lo personal es político”. Vivimos en la sociedad del espectáculo y sólo en esos códigos es posible convocar hoy a grandes masas a las transformaciones que vamos a hacer.

“Hay que ser muy agudo para confrontarla”

—¿Quiénes te caen bien y quiénes mal dentro del Frente Amplio?

—La bancada del Frente Amplio tiene una potencialidad política inusitada. Pero en su mayoría son muy jóvenes, y esto que se entiende como un atributo a mí me resulta aburrido. La gente joven es previsible, demasiado simple. Prefiero personalidades más complejas. Me resulta interesante Pancho Undurraga (diputado Evópoli) que es culto, divertido y que no anda con cara de culo por la vida. Ximena Ossandón (diputada RN) me parece una mujer muy interesante, atractiva que sin duda será senadora. La diputada Marisela Santibáñez tiene gracia, vitalidad y pasión. A Pepe Auth le tengo respeto político y cariño personal porque es generoso, extraña virtud en el epicentro del egoísmo. Él es al único político al que la diputada escucha con atención.

—¿Te afecta que critiquen a Pamela Jiles dentro del mismo Frente Amplio?

—A la Pamela la adoran las bases del Frente Amplio. Hace un mes fue ovacionada a rabiar en un acto del Movimiento Autonomista, por ejemplo. En la bancada, salvo contadas excepciones, hay respeto y cariño. Tampoco se atreven a criticarla en vivo y en directo. A lo más, a mansalva y de soslayo. Y después han terminado pidiendo unas patéticas e inútiles disculpas públicas. Todos tienen claro que hay que ser muy agudo para confrontarla.

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