Al parecer, el origen del conflicto serían rencillas y enemistades entre una persona y otra”.

Juan Zerené

Comisario de la Brigada de Homicidios

Felipe Tapia Pino (18) y Luis Celedón Sepúlveda (20) eran vecinos. El primero reside en Cerro La Cruz mientras el segundo, en Cerro Lo Aguirre, a la vuelta de la esquina en la población Los Andes de San Bernardo. Tapia está detenido en Santiago Uno por el presunto homicidio de Celedón y del suegro de éste, John Moris Carrasco (34). Tiene medidas especiales porque en el Juzgado de Garantía de San Bernardo dijo que fue amenazado tras la violenta muerte de ambos. Celedón y Moris cayeron por alguno de los 28 tiros que Tapia y un grupo aún indeterminado percutó contra ellos el 16 de septiembre, cuando se bajaban de un Uber en calle Los Pirineos.

Todos estos sujetos ofrecen un historial. El más antiguo es del suegro, John Moris, con una condena del 9° Juzgado del Crimen de Santiago por un robo con intimidación. Cumplió en Santiago Sur donde, según el registro, participó en varias disputas con sables: en diciembre de 2005, mientras protagonizaba una en el óvalo, recibió una cortada en la espalda. En 2006 fue víctima de otros reos que habían fabricado un estoque. Un año después lo pillaron cuando se dirigía con un grupo a participar en una pelea con cuchillos. Ahora bien, según la policía, la única razón por la que podría ir el domingo 16 a bordo del Uber era por su relación política con Luis Celedón Sepúlveda.

“Al parecer, el origen del conflicto serían rencillas y enemistades entre una persona y otra”, dice el comisario de la Brigada de Homicidios (BH) de la PDI, Juan Zerené. “Estamos averiguando el motivo de esta enemistad. Son personas que se ubican porque viven en el mismo sector de la población. No está establecido que hayan sido bandas”.

Dichas pugnas aparecen en un informe de la Corporación de Desarrollo Social ACJ a Kevin Currillán, uno de los primeros asociados con los que delinquió Celedón, cuando tenían 16 años. Currillán vivía en la población e informaba que tenía enemigos. “Me tienen envidia porque no pueden tener lo que tengo yo”, dice el documento que fue fue elaborado en 2015.

La vida adolescente de Celedón también aparece retratada en un informe de la Corporación de Desarrollo Social: tuvo una medida de protección entre los 14 y los 16 años, que fue ejecutada en el Hogar de Cristo. Dejó de asistir a ese programa y a los 16 decía haber “experimentado” todo tipo de drogas. Lo habían expulsado del colegio —donde cursaba una carrera industrial— por reiterados conflictos con sus compañeros y vivía con otras cinco personas en un departamento. La única que trabajaba era su madre, entonces de 36 años. Se supone que en ese tiempo Celedón estaba logrando casi todas las metas de una pena de 61 días de libertad vigilada.

Si fue así no se notó en sus siguientes delitos. El 24 de agosto de 2016 —cinco meses después que se emitió el último informe del cumplimiento del caso previo—, la policía lo atrapó a él y a otro adolescente en la esquina de Cerro Negro y Cerro Lo Aguirre desarmando un Chevrolet que horas antes alguien robó en San Ramón. El cargo fue receptación.

Más singular es el caso originado el 16 de enero de 2017: una mujer lo denunció diciendo ser víctima de un robo con intimidación. Incluso se habrían efectuado disparos. Carabineros lo detuvo, allanó su casa y encontró especies que luego serían reconocidas por la víctima. Pero cinco meses después la afectada firmó una declaración retractándose de haber reconocido lo sustraído, de haber identificado al tipo, incluso de que alguien alguna vez la hubiera robado.

Quién es el supuesto homicida

Tapia es dos años menor que el difunto Celedón, pero no menos avezado en infringir la ley. Entre lo más reciente antes de los presuntos balazos que percutó en San Bernardo, se encuentra un fallido asalto en Peñaflor. Ahí, según el parte policial, pasada la medianoche del 20 de abril de 2017 a él y otro tipo los sorprendieron cuando estaban rompiendo con sendos chuzos la pared de una carnicería. El cargo aquí fue robo en lugar no habitado. Ese mismo año, el 19 de octubre, muy cerca de donde ocurrieron los balazos de Fiestas Patrias, en Los Pirineos con Cerro La Cruz, lo pillaron con tres balas de 9 milímetros marca CBC. Aquí le imputaron tenencia ilegal de municiones.

De las primeras sentencias es una del 13° Juzgado de Garantía de Santiago, que lo condenó a un año de libertad asistida el 14 de enero de 2016 —el tipo recién había cumplido los 16— porque la noche del 3 de septiembre de 2015, en la esquina de Alameda con Ahumada nada menos, fue atrapado con otros cuatro sujetos a bordo de un auto que durante la misma madrugada de ese 3 de septiembre fue robado a mano armada a una pareja que ponía bencina en la Copec de Departamental con Vicuña Mackenna.

Tapia suele caracterizarse por desertar de los trámites de estas condenas. Alguna vez se presentó drogado con marihuana a una de estas sesiones en la Corporación de Desarrollo Social, según constató un documento.

En 2017 se suponía que estudiaba el segundo nivel medio para adultos en el Liceo Betania. Pero el 28 de agosto pasado lo detuvieron en Viña del Mar para que terminara de cumplir la sentencia por las tres balas de 2017. Al día siguiente salió de la cárcel. En Santiago.

Felipe Tapia aparece el viernes pasado cuando lo llevaron al Juzgado de Garantía de San Bernardo.

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