Cada 18 de septiembre los chilenos nos reencontramos con nuestra música, bailes y comidas típicas. Las Fiestas Patrias, que recuerdan los primeros pasos que dio nuestro país para ser una nación independiente, son una instancia para celebrar, para reunirse, compartir con la familia y amigos, para dar vida a tradiciones que han perdurado a través del tiempo y que nos identifican como pueblo.

Expresiones artísticas, danzas, música, costumbres y gastronomía características de distintos lugares de Chile se transforman en protagonistas durante estos días de festejo. Muchas de estas tradiciones —que en un comienzo pertenecían a nuestros pueblos originarios o venían de otros lugares— las hemos ido adaptando, recreándolas, incorporándolas a la cultura y dándoles un sello propio a través de las generaciones.

Existe una diversidad muy rica que se vive en el mundo urbano o campesino. También influyen en estas diferencias el lugar de Chile en el que se esté. Sin embargo, hay un espíritu, un deseo de celebrar y compartir en grupo que es común.

18 en la ciudad

En el mundo urbano existe interés por las distintas expresiones artísticas y culturales chilenas, y surge el deseo de conocer más de ellas y aprenderlas. En esto han contribuido distintos artistas y grupos que difunden y cultivan la música chilena y la cueca.

En Santiago hay cada vez más lugares donde es posible disfrutar de ella. El Huaso Enrique, El Bar Victoria y El Club Matadero son sólo algunos.

El actor y músico Daniel Muñoz —junto al grupo “Los Marujos”— cultivan la cueca y la difunden activamente todo el año. “Hemos tocado en distintos lugares, en varios campus universitarios y ha sido una fiesta. La música y el baile es un festival del placer: se siente cuando aflora un sentimiento y la conexión es inmediata. Los jóvenes se conectan rápidamente, bailan como quieren, sienten libertad. Se vive un fenómeno cultural identitario y libertario”.

Muñoz dice que lo primero es la conexión con la música. “Ocurre un fenómeno humano muy difícil de explicar con palabras, te conecta con tus recuerdos, con el amor, con los sentimientos de amistad, con la alegría, con las ganas de seducir y eléctricamente produce que la persona se empiece a mover. Ahí viene el baile y con él todo este movimiento social de compartir, reírse, bromear”.

Este mes tendrá presentaciones en Frutillar en el Teatro del Lago, luego en San Antonio, y en el concierto en homenaje a Víctor Jara, para finalizar el mes celebrando con la comunidad chilena en Buenos Aires.

Romina Salamanca es abogada y disfruta de la música y los bailes chilenos, por años participó en un conjunto folclórico laboral. “Ha sido enriquecedor acercarme a mis raíces, vivirlas, conocer los distintos instrumentos, los bailes. Siento la necesidad de ir y bailar cueca en septiembre”.

Dice que la existencia de nuevos grupos y artistas de música chilena ha influido en el mayor interés. “Cuando hay renovación en los ritmos, se acercan más a las personas. Es lo que pasa con las cuecas choras que gustan mucho a los jóvenes”.

Identidad local

En la zona austral, particularmente en Puerto Aysén, la celebración de Fiestas Patricias es distinta a la que se vive en el centro o norte del país.

Johanna Contreras, profesora, y Cristian Arregui, escritor e investigador de la cultura local, son de Santiago y hace 10 años viven en Aysén donde formaron su familia. “Hay una coherencia profunda, en sus expresiones artísticas, su música, sus danzas y comidas. La fiesta está inserta en su cotidianeidad, no hay elementos distintos de lo que viven el resto del año. Arte y vida confluyen”, dice Cristián.

“Se va construyendo identidad cada día y es más potente lo local porque es una zona muy aislada. En Puerto Aysén sus habitantes se sienten patagones primero. Hay un sentido de pertenencia muy fuerte que se refleja en las personas, especialmente en quienes han nacido y se han criado aquí”, explica Johanna.

Destacan que existe un sincretismo cultural muy rico producto de que este lugar fue colonizado y habitado por chilotes y gauchos trasandinos. Sincretismo que se refleja en sus tradiciones, costumbres y expresiones artísticas. Hay grupos como ChiloAysén, integrado por habitantes del lugar de distintas edades y que quieren transmitir el legado de su música y bailes típicos.

Aquí , en las fiestas, se baila chamamé: un vals en pareja, donde los músicos tocan acordeón y guitarra. También se baila cueca y hay fondas, pero en menor medida. En lo musical se hacen improvisaciones en guitarra y se canta en décima. Además, se escuchan villeras que son rancheras sincretizadas.

Para las fiestas se realizan jinetadas, se come cordero y se desfila, no sólo en el 18. Hay clubes de huaso y grupos folclóricos activos todo el año. “Las personas tienen sus trajes de gaucho o de huaso, sus sombreros y se visten así todo el tiempo. Cada localidad tiene su propia forma de celebrar y de entender la fiesta, hay diferencias como lo viven en la costa, en las islas o el interior”, cuentan.

Festejando en comunidad

En Combarbalá —en la Provincia del Limarí, norte de nuestro país— el 18 de septiembre es un acontecimiento en el que participa la comunidad entera reviviendo tradiciones muy arraigadas.

Se elevan volantines, se hacen asados y ramadas donde sus habitantes van a bailar cueca, a comer platos típicos y a jugar juegos criollos. Se hace también un desfile donde participan las autoridades locales y representantes de las distintas instituciones y agrupaciones sociales.

Claudia Araya nació en Combarbalá, actualmente vive en Santiago y viaja cada 18 de septiembre a la ciudad de sus orígenes porque le gusta revivir las costumbres típicas. “Es muy lindo porque toda la comunidad vive intensamente estos días de fiesta, en la zona está bien presente la cultura huasa, hay un club que funciona todo el año. Para los eventos todo el pueblo acude a la plaza de armas vestidos con sus mejores ropas, muchas de ellas compradas para la ocasión, como se usaba antiguamente. Y siguen pintando las casas para esta fecha, como antaño”.

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