La tripulación del Flach sabía que en caso de combate sus posibilidades de sobrevivencia eran casi nulas”.

Karl Flach y su hijo junto a un cañón.

Karl Flach nació en Alemania, pero llevaba al menos 20 años viviendo en Valparaíso. Tenía una maestranza de hierro en la zona que hoy vendría a ser el barrio El Almendral. En 1866 se demoró tres meses en construir un submarino, el quinto del mundo, a un costo de 12 mil pesos. La nave se hundió ese mismo año, cuando estaba realizando una prueba de inmersión. Nunca volvió a salir a la superficie y hasta hoy no se sabía muy bien dónde se hallaba. Eso, hasta que el buzo Daniel Malfanti y el documentalista Juan Enrique Benítez, con el apoyo del Centro Interdisciplinario de Estudios Oceánicos de la U. de Valparaíso, lograron dar con el punto del fondo donde descansa.

“En 2007 encontramos un punto que nos indicaba que ahí estaba el submarino Flach. Seguimos investigando para poder determinar si efectivamente era ahí. Estamos con la empresa Geociencia verificándolo. Vamos a hacer una investigación submarina. Entre 2007 y hoy hay una pequeña variación. Eso se debe a que ha mejorado el instrumental, lo que nos permite tener mejor información de la posición de los elementos”, dice el explorador.

Hace 11 años sólo tenían las capacidades para estar de 20 a 30 minutos bajo el agua, ahora lo pueden hacer hasta por una hora. El submarino está a 45 metros de profundidad. La visibilidad en el lecho de la bahía es de uno a dos metros.

“Si uno se para en el Restaurante El Bote Salvavidas y mira hacia la punta del molo de abrigo, el submarino está a unos 800 metros de distancia”, dice Malfanti. Y explica que en el mundo existe la tecnología para recuperar la embarcación, que se hundió con 14 personas a bordo. “Navegó por primera vez el 21 de abril de 1866. El 3 de mayo, al día siguiente del bombardeo español del puerto peruano de El Callao, Flach con un grupo donde incluso estaba su hijo, fueron a hacer una prueba más profunda. En base a los antecedentes que tenemos, el submarino no tenía la capacidad para retornar a la superficie luego de pasar cierta profundidad. Hicieron un descenso, fallaron algunas cosas que habían diseñado, quedaron pegados en el fondo y fallecieron en un lapso de dos a tres horas”, relata Malfanti.

En la superficie había una sola persona, pero hasta 2006 en que Malfanti y Benítez partieron con su búsqueda, nadie se había animado a averiguar donde estaba la nave. El submarino tenía catorce metros de largo por tres de ancho, pero en su interior el espacio útil era de nueve metros de largo por 2,5 de ancho. Era capaz de moverse con manivelas, ocupando un sistema de engranajes.

Otros hundimientos

En 1866 no había posibilidad de rescate. Los hombres del Flach sabían la historia del Hunley, el submarino de los confederados, que se hundió en la bahía de Charleston tras atacar con éxito al USS Housatonic. “El Hunley en realidad se hundió tres veces. Murió una dotación completa, después murió la mitad de una segunda tripulación y cuando logró combatir y hundir a un buque, murió una tercera dotación. Las personas que entraron a operar en el Flach sabían que en caso de combate sus probabilidades de sobrevivencia eran casi nulas”, relata Malfanti.

El Flach tenía un cañón de cinco libras y otro más en la línea de flotación para atinarle al buque. “Este diseño se lo roban luego los ingleses. La concepción de los submarinos de la Primera Guerra Mundial sigue la de Flach, con un cañón arriba, sin torpedo y con un sistema de lastre. No había sistema de ventilación”, relata.

También rechaza el «mito urbano» de que habían convidado a José Joaquín Pérez al primer viaje. “El Presidente nunca fue invitado”, dice.

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