Se las sabe todas. Mario Cavalla (48) ha recorrido toda su vida los rincones añosos y asombrosos del centro de Santiago. Los más y menos recomendables.

Creció caminando entre vitrinas, notarías, locales de ortopedia, filatelia, cines, cafés y letreros termoformados. “Podría recorrer el centro con los ojos cerrados”, sostiene este hombre de imponente metro 96. Periodista de trato gentil que desde 1991 cubrió por el mundo las carreras de Marcelo Ríos, Nicolás Massú y Fernando González. Autor de “La Historia del Tenis en Chile 1882-2006” (2006) y “Grandes Historias del Tenis Chileno” (2014).

Actualmente es comentarista en radio ADN, pero desde 2011, junto a la profesora de Historia, Daniela Cid dan vida a “Santiago a Pata Turismo Cultural”, una opción para recorrer la ciudad, su historia, patrimonio y la gastronomía popular. Ofrecen una “experiencia cultural” en uno de los reputados walking tours de Santiago.

Máquina del tiempo

Nos cita a un costado de la Catedral. Entramos caminando desde Compañía hacía Huérfanos por el pasaje Agustín Edwards. “Es el único pasaje que abarca toda una manzana y que tiene 6 accesos… ¡vamos!”, dice Cavalla y estamos en ruta. Hay locales entrañables en ambos lados. Peluquerías, joyerías, reparadoras de calzado y negocios de esos que aparentemente no tienen público, que se miran al pasar, pero que el peatón habitual del centro raramente visita.

Don Mario cuenta que: “En los años 30, el urbanista austriaco Karl Brunner trajo desde Europa ideas sobre la planificación. Diseñó un plan para Santiago que articulaba el sector fundacional con construcciones modernas. De ese plan surgió el Centro Cívico, el Paseo Bulnes y una red de pasajes peatonales, al modo francés de passages”. Su manejo es evidente.

Una pasada por bombones “Dos castillos”, incluye degustación. Nuestro guía es conocido en un lugar de mostradores clásicos, frascos de vidrio grueso, antiguas pesas y románticas cajitas de madera en las que se solían regalar finos chocolates. Todo está en modo vintage.

El paso por “El penique negro” es ineludible. En el viejo local de filatelia atiende doña Rosa Lara. El abrazo es cariñoso entre la anfitriona y nuestro guía. “Pase, mijito, aquí hay puros cachureos, pero cachureos de buen gusto. Vea no más”, nos dice.

“Hola ¿buscan almuerzo?”, nos preguntan en una de las picadas que sobreviven en el subterráneo. “Noooo… andamos haciendo un recorrido”, decimos. Descendemos y hay más peluquerías y lugares de joyas. Entremedio algún local cerrado, oscuro y de mal aspecto. Avanzamos y estamos cara a cara con el clásico cine Roxy y su actual rotativo triple X. No se ven boleteros, acomodadores, ni espectadores en la entrada. “Casi siempre es así”, nos advierten.

Volver al pasado

Cruzamos Huérfanos –entre Ahumada y Bandera– y antes de entrar a otra galería, don Mario nos detiene en la placa que recuerda la visita de Carlos Gardel en lo que fuera el Teatro Royal, el año 1917. El tributo es prácticamente invisible para los transeúntes. En el rato de esta visita nadie siquiera se acercó.

Ya estamos en la galería Huérfanos, que cambia de nombre en su salida hacia Ahumada, donde se llama pasaje Mc Clure. El flujo de peatones se duplica, es quizás de las más iluminadas entre sus símiles y una de sus salidas —hacia la calle Agustinas— es la galería Crillón, una de las más elegantes del centro, que bordea el histórico edificio que fue el Hotel Crillón. Aquí nos detiene a contar las historias de amor y sangre de las escritoras María Luisa Bombal y María Carolina Geel. “La primera hirió a bala a su pareja y la segunda lo mató, e intervino hasta Gabriela Mistral para que fuera indultada”, cuenta.

Con nostalgia, don Mario mira la imponente fachada del que fuera uno de los hoteles más lujosos de la capital, hoy monumento nacional, pero convertido en sucursal de Ripley. Nos invita a devolvernos en dirección al norte. No sin antes mirar desde lejos la galería Santiago, donde Cavalla recuerda la entrada al clásico salón de pool y billar “Bajos York”.

“Caminar es ejercicio, relaja y te permite distinguir los cambios de la ciudad”, dice y nos vamos al pasaje Matte. La disquería “Todo Música”, es estación del tour de don Mario, ideal para coleccionistas de música en formato físico: casetes, CDs y vinilos. Atiende el sagaz Víctor Hugo. “¿Me viene a hacer una nota?”, pregunta de entrada. “Nooo… andamos haciendo un recorrido”, repetimos y en dos minutos nos ofrece más de 20 vinilos usados de buen aspecto. “Uno de Pink Floyd vale 100 lucas y ya he vendido 3”, cuenta. Tomamos el disco “Aconcagua” de los Jaivas: usado se ofrece en 59 mil pesos. “La gente los paga igual”, dice el vendedor.

Nos vamos al pasaje Astor, en Huérfanos con Estado, donde alguna vez estuvo el popular cine Astor. Según cuenta Cavalla se inauguró con el estreno de “El manto sagrado”. “Lo sé porque mi papá vino con mi tío desde Curicó a verlo”, dice con orgullo.

Cruzamos raudos la Galería España, lugar de jugueterías clásicas, aeromodelismo y la Librería Francesa. Salimos por la calle San Antonio hacia Huérfanos, don Mario nos cuenta que sólo en el perímetro de estas calles había 16 cines. “Hoy no queda ninguno”, se lamenta.

Dice que llegamos a una de sus estaciones favoritas “un lugar donde el arte es parte de la calle”. Estamos parados sobre “Quinchamalí”, el mosaico, obra de Nemesio Antúnez, en colores blanco, negro y terracota. Homenaje del artista al pueblo alfarero en la Galería Juan Esteban Montero. Mismo lugar donde estaba el cine Huelén, clásico de las películas de Disney.

No cabe duda. Cavalla es amo y señor de este laberinto que conecta edificios y calles. “Galerías, Pasajes, Cines y Teatros del Centro” es una de las 17 rutas que ofrece Santiago a pata en todas las redes sociales. Los walking tours son una tendencia que invita a evocar, valorar y observar la ciudad con otros ojos… para estar a la altura de don Mario.

La disquería “Todo música” en el pasaje Matte. A la derecha, la Galería Juan Esteban Montero y el mosaico “Quinchamalí” de Nemesio Antúnez.

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